El otro día estaba viendo por centésima vez You’ve got mail, una película de 1998 protagonizada por Meg Ryan y Tom Hanks, y me volví a fijar en una escena que nunca deja de sorprenderme: la protagonista, triste tras una situación personal y profesional no muy agradable, se mete en la cama completamente vestida (abrigo y zapatillas incluidas). Sí, en las películas norteamericanas es habitual ver a los actores con las zapatillas de calle encima del sofá, la cama, la alfombra y demás superficies que no desearías que estén en contacto con la suciedad de Nueva York, pero aun así ocurre. Miro mis slippers y me pregunto: ¿por qué en algunas culturas hay más culto por las zapatillas de interior? ¿Cuál es el origen de este calzado y cómo ha ido evolucionando?
Margo DeMello, autora de Feet and Footwear: A Cultural Encyclopedia, habla sobre el peso simbólico, social y cultural que hay detrás de los pies y el calzado. Nos cuenta cómo nuestros pies, tanto calzados como descalzos, están ligados a nuestras ideas sobre el género, la sexualidad, la clase social y la cultura.
Originalmente, la función principal del calzado era la de cubrir y proteger los pies, pero fue cambiando a medida que las diferentes culturas se desarrollaban y se iban sofisticando, haciendo que en las sociedades se empezasen a utilizar los zapatos como marca social para establecer el estatus. De hecho, las zapatillas tienen una conexión muy fuerte con la persona que las lleva, algo que explica por qué hay tanta gente obsesionada con los zapatos y por qué muchas personas se resisten a llevar calzado de segunda mano. Al final, son el reflejo de la personalidad del wearer.
Según un estudio, el primer tipo de zapato que se utilizó fue la sandalia y el mocasín y más adelante los zuecos. ¿Pero qué hay de las slippers? ¿Cuándo y dónde empezaron a llevarse?
Breve historia de las slippers
Las slippers o pantuflas son ese tipo de calzado que se pone y se quita de una manera fácil y rápida, que «desliza» por el pie.
En Occidente se asocian con el pijama y otras prendas de noche, mientras que siempre han sido un calzado muy común en zonas de Asia y Oriente Medio. En estas culturas, las pantuflas son zapatillas de exterior con suela de cuero dura, puesto que en los interiores se llevan calcetines o los pies descalzos. Antiguamente, cuando se utilizaban fuera de casa, se asociaban sobre todo con la población rica, ya que eran frágiles y de materiales delicados, algo que hacía imposible su uso para el trabajo físico. El Papa, por ejemplo, llevaba unas pantuflas rojas de terciopelo o seda.
En cuanto a los interiores, las slippers se llevan usando como zapato de dormitorio desde hace miles de años. Empezaron a utilizarse en la Antigua Roma, siendo consideradas calzado con alta carga erótica. Más adelante, a finales del siglo XVII, las mujeres francesas ricas empezaron a llevarlas en público con tacón alto y muy adornadas y en la Europa del Renacimiento las utilizaron también los hombres. Sin embargo, volvieron al dormitorio en el siglo XIX, cuando se empezó a ver escandaloso el mostrar los talones en público. Los años siguieron pasando y pudimos volver a ver estos mules de tacón alto en celebridades como Mamie Van Doren o Marilyn Monroe y hasta hoy en día, que siguen siendo muy populares entre los fetichistas del calzado.
Actualmente, el concepto de slippers ha ido derivando y transformándose, dando lugar a un accesorio con estética mucho más naif. Pero la pregunta sigue siendo:
¿Por qué llevamos zapatillas de ir por casa?
Como hemos visto, los pies han sido una de las zonas más simbólicas del cuerpo a lo largo de la historia y se vinculan a la parte del cuerpo que toca el suelo. Como comenta DeMello, «los pies están asociados a las impurezas y las transportan allá a donde entres». De ahí que el descalzarse antes de entrar a un hogar o a un templo sagrado sea una costumbre en muchas culturas. En la antigüedad, civilizaciones de África, Asia y Europa seguían esta práctica, ya que «era la forma simbólica y física de quitarse las impurezas antes de entrar en casa».
Estudios también han situado su origen concretamente en China, puesto que, debido a la arquitectura de las viviendas (estancias independientes situadas alrededor de patios), quitarse los zapatos antes de entrar a una habitación era una necesidad ya que, al pasar de un patio exterior a otro, se arrastraba la suciedad de la calle. De hecho, en muchos países de Asia se utilizan zapatillas especiales para interior no solo para los habitantes de las casas sino también para sus invitados. Al final, se trata de culturas en las que se llevan a cabo más actividades en el suelo, como comer o dormir, por lo que había que tener especial cuidado con no ensuciar esta superficie.
Quitarse los zapatos antes de entrar en casa era y sigue siendo una práctica habitual en muchas partes de Europa, aunque no es una costumbre tan extendida en países como España o Portugal. En Ucrania, por ejemplo, en la mayoría de los hogares, incluido el mío, se llevan las tapochki, unas zapatillas de ir por casa que te pones en la entrada antes de acceder a la estancia.
Y es que si algo tienen en común todas las slippers es que se trata de un calzado cómodo y suave, generalmente con suelas finas y flexibles, con diseños de colores, estampados y texturas esponjosas que hacen que te sientas más confortable en casa. Al final, la idea de este calzado es dejar las impurezas en el exterior, deshacerse de los problemas y encontrar en tu refugio, en tu hogar, la ligereza que necesitas para el descanso y la relajación.
Con los años, la reinterpretación de la moda y las tendencias del street style han dado lugar a una ropa mucho más cómoda que ha transformado nuestros armarios y nos ha enseñado, entre muchas otras cosas, que no solo se puede llevar chándal con estilo sino también un pijama, y ahora también unas pantuflas.
Las slippers salen a las calles
Se podría decir que llevar zapatillas de casa en la calle es el colmo de los colmos, pero lo cierto es que se trata de una tendencia que ha venido para quedarse. No significa llevar las mismas zapatillas para interior que para exterior sino tener un calzado igual de cómodo que el que llevas en casa e igual de estético que el que llevas en la calle.
En este sentido, las marcas ofrecen distintas opciones: desde las Birkenstock, las UGG, las Crocs, las Lulu de borreguito de The Sleeper, los mules de Gucci, las Resort Sponge de Bottega Venetta, las acolchadas Prada Blow o las típicas estilo «hotel room», que seguro todos/as nos hemos traído de alguna estancia. Dónde te atrevas a llevarlas es un límite que pones tú.
Realmente aquí la cuestión no es por qué las slippers están conquistando las calles sino por qué para muchas personas no son un must-have en casa. ¿Por qué no hay una necesidad de descalzarse antes de entrar en nuestros hogares? ¿Nos hemos acostumbrado a llevar los zapatos y los problemas puestos? ¿A cargar con el peso de la rutina, del trabajo y de lo que pasa fuera? ¿Qué hay de las fronteras entre nuestro mundo interior y el exterior? ¿Se han borrado?
En You’ve got mail todo acaba bien. ¿Será porque Meg ya no se acuesta con los zapatos puestos?