Las palabras conforman nuestra realidad, ya que pensamos con palabras. Construimos nuestra realidad con ellas y nos explicamos a través de ellas, por eso son una herramienta tan poderosa. En este sentido, es paradójica pero muy didáctica la siguiente frase atribuida a Margaret Thatcher:
Cuida tus pensamientos porque se convierten en palabras. Cuida tus palabras porque se convierten en acciones. Cuida tus acciones porque se convierten en hábitos. Cuida tus hábitos porque se convierten en tu carácter. Y cuida tu carácter porque se convierte en tu destino.
Es decir, nos convertimos en lo que pensamos.
Aunque damos una justa importancia a la comunicación oral, desde los años 40 del siglo XX varios psicólogos, sociólogos, antropólogos y etólogos – biólogos que se interesan por el comportamiento que permite a un animal adaptarse a un medio ambiente - han venido a demostrar la relevancia de la comunicación no verbal como más que un simple sistema de señales emocionales a través de los sentidos. De hecho, a través de sus estudios se puede deducir que no más del 35% del significado de la comunicación humana corresponde a las palabras habladas. Es decir, un 65% de la comunicación viene a través de signos no verbales.
La comunicación no verbal incluye una serie compleja de signos que van desde la postura corporal, la distancia o proximidad frente a los interlocutores en una interacción, la gestualidad tanto en las manos como en el rostro que cuenta con más de 1.000 expresiones distintas para transmitir emociones, y, por supuesto, la información recogida por la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato. Es decir, no hay dos escalas distintas en importancia, sino que la comunicación no verbal es un sistema tan complejo como el lenguaje oral o escrito, con sus códigos culturales aprendidos pero también modificables, que se descodifica a través de la intuición. Y también juega un papel clave en cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo construimos nuestra realidad, tal y como apuntaba la frase de Thatcher.
Sin embargo, son señales de las que somos conscientes, pero de las que no hablamos. Los psicólogos sí pueden encontrar una amplia aplicación práctica del conocimiento de las reglas de la comunicación no verbal para mejorar la situación de sus pacientes en terapia o incluso ya como entrenamiento en procesos de selección para indicar el perfil más óptimo para un puesto determinado. Aunque este uso puede ser reduccionista y muy similar al mundo que Orwell describió en su novela 1984, también su conocimiento puede ayudar a que expresemos mejor nuestras emociones, las gestionemos mejor y conozcamos mucho mejor quién somos para ser mucho más felices.
La reconocida psicóloga social estadounidense Amy Cuddy, desarrolló incluso en famosas charlas TED su investigación sobre el lenguaje corporal y la importancia del mismo para representar no sólo el rol de una persona en un grupo, sino su propia percepción de sí mismo. Es decir, si estoy inseguro y he pasado un periodo depresivo, mi cuerpo dará señales del mismo – hombros caídos, encorvamiento- y aunque la razón de esa depresión esté solucionada si mantengo esa postura me seguiré sintiendo mal. Pero puedo disciplinarme para corregirla y volver a un equilibrio físico que me dará mayor nivel de equilibrio mental. La postura es una expresión de la actitud.
La comunicación humana no es ni de lejos una ciencia exacta. Tampoco busca ser un remedio mágico contra todo mal. Pero sí es una potente herramienta para mejorar la calidad de vida y el progreso social. Y, aunque siempre habrá un grado medio de manipulación, cuanto más conozcamos de la comunicación no verbal mejor podremos conocernos a nosotros mismos y mejorar nuestra interacción con el entorno y nuestros semejantes.
Una buena razón para plantearse su estudio.