Gregor Johann Mendel nació en Moravia, Austria, en 1822. Su padre fue soldado de las guerras napoleónicas y su madre, la hija de un jardinero. Su infancia estuvo llena de pobreza. Su abuelo y luego su padre le enseñaron jardinería y cómo hacer injertos de plantas y cultivar frutales.
Descubrió las leyes de la herencia debido a haber ingresado a la orden de los padres católicos agustinos en 1843, a los 21 años, ya que era la única manera de que un pobre pudiera estudiar. Tres años antes había estudiado en el Instituto Filosófico de Olomouc y de ahí pasé a la Abadía de Santo Tomás en Brno (hoy parte de la República de Checa). En 1851 lo mandaron a estudiar a la Universidad de Viena donde estudió historia, botánica, física, química y matemáticas. Retornó a la abadía en 1853.
Nadie en el monasterio sospechaba que Mendel era un genio en potencia. La fama inicial era de ser un monje glotón, ya que todo el día se lo pasaba «robando» comida de la cocina: bizcochos, pasteles, salchichas, cervezas y vino. Él reconocía que la gula era un pecado venial suyo. Pero aparte de eso era muy estudioso y un concienzudo investigador, como sucedió posteriormente. Era además un ratón de biblioteca, y como la del monasterio tenía más de 10.000 volúmenes, se pasaba horas y horas perfeccionando sus conocimientos. Mendel inició sus estudios de la herencia, cruzando ratones con distinto pelaje, observando el color de sus descendientes; pero al obispo no le agradó ese trabajo y le impidió continuar con el mismo.
Felizmente, por su preparación se le encargó cultivar y cuidar el jardín y la huerta del convento. Fue así como se le despertó su interés por hacer una investigación consistente en mezclar los guisantes o arvejas de diferente forma, color, tamaño y textura, labor que realizó de 1856 a 1863 por nueve años. Sus rigurosos experimentos hechos durante tantos años sobre los fenómenos de la herencia en las plantas dieron lugar a la ciencia de la genética.
Las conclusiones de sus estudios fueron extraordinarias. Él comenzó a mezclar, guisantes grandes con grandes, grandes con pequeños, pequeños con pequeños, del mismo color o colores diferentes, etc., y se dio cuenta de que obtenía así guisantes de características definidas que luego, al volverlos a sembrar solo mezclándolos entre los que se parecían, sus «hijos» repetían su forma y color para explicar esta investigación en forma sencilla, aunque no lo es y por un tiempo sus resultados fueron puestos en duda. Ese fue el mecanismo biológico que lo guió para pensar cómo los hijos heredan los rasgos de los padres dando lugar después de sus estudios a lo que se conoció como «las leyes de la herencia genética de Mendel». Él también trabajó por años con las abejas y su proceso de polinización de las flores, trabajos que dio a conocer en congresos en la región.
Mendel descubrió las tres leyes de su trabajo como resultado del cruce de sus variedades de alubias, producidas y vueltas a sembrar como semillas de cada planta, cruzando las estirpes dadas. Concluyó que mediante el cruzamiento de razas que difieren al menos en dos caracteres, pueden crearse nuevas razas estables. El método utilizado por él fue transferir el polen (células sexuales masculinas) del estambre (órgano reproductor masculino) de una planta de guisante, al pistilo (órgano reproductor femenino) de una segunda planta de guisante.
Previamente algunos investigadores como Kohreuter, Hernert, Sprengel y otros, habían llevado a cabo estudios acerca de la hibridación vegetal.
A Mendel no se le reconoció en vida como descubridor de los mecanismos de la herencia y ni siquiera como científico. Siendo profesor de ciencias naturales del colegio en la ciudad de Brünn y después de haber hecho sus trabajos en el monasterio, fue en 1865 a un congreso a la Sociedad de Naturalistas, donde expuso durante una hora sus experiencias con los guisantes, pero al parecer resultó muy compleja y árida para los científicos asistentes. O sea, él expuso en esa ocasión nada menos que las leyes de la herencia, pero resultaron incomprensibles para todos o casi todos, posiblemente porque en esos tiempos nadie sabía nada sobre genética. El reconocimiento sería póstumo, como veremos.
La ciencia lo descubriría tiempo después, cuando en el año de 1900, el biólogo inglés William Bateson, tuvo la oportunidad de leer un artículo en alemán titulado: Experimentos sobre híbridos vegetales, escrito por un tal Gregor Mendel y publicado en las actas de la Sociedad de Naturalistas de Brno en 1866. Él confirmó lo ahí señalado por Mendel y lo dio a conocer al mundo señalando que los genes existentes en los guisantes eran unidades físicas independientes y se trasmitían a los descendientes. Luego Hugo de Vries, Carl Correns y otros, popularizaron sus ideas. Al poco tiempo apareció la ciencia conocida como genética utilizando la base teórica y práctica que le dio Mendel. Aunque por un tiempo hubo algunas discrepancias sobre sus resultados, hasta que al final fueron aceptados, ya que algunos querían la exactitud de una teoría matemática y no de una teoría biológica como era.
Fue gracias a Gregor Mendel que Darwin pudo completar la teoría de la evolución, dando lugar a lo que se llamó neodarwinismo, donde los mecanismos de la herencia se completaban con la selección natural a la cual le faltaba esa explicación para ser aceptada mundialmente.
Lo más triste de esta historia fue que Mendel se retiró de la investigación botánica desilusionado por la falta de reconocimiento por su trabajo, y porque, además, fui elegido abad del monasterio en 1868 y tuve que dedicarme a administrarlo y a cuidar a unos sobrinos a mi cargo.
Mendel falleció a los 62 años de un problema de los riñones, acompañado nada más que de sus compañeros religiosos y sus parientes, para la ciencia y el mundo no era aún una figura importante.
Nota
Se ha señalado que Herman Hoffman publicó en 1869 (cuatro años después de que Mendel comunicara sus experiencias) un libro Investigaciones para determinar el valor de las especies y las variedades, ahí se hablaba de los experimentos de Mendel. En 1876, Darwin publicó un libro Los efectos de la fecundación cruzada y la autofecundación en el reino animal, ahí se señalaban aspectos del libro de Hoffman, por lo que, si Darwin leyó dicho libro, debió leer las experiencias con guisantes realizadas por Mendel, sin embargo, nunca las citó ni tampoco hizo referencia a Mendel con lo cual hubiera reparado una injusticia.
Bibliografía
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Galera, Andrés. (2006). «La bolsa de alubias». En La Aventura de la Historia. Madrid, España. Grupo Unido Editorial, S. A. Madrid. Mayo, Año 8: No.91; 122-123.
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Orel, Vitezslav. (1996). Gregor Mendel: the first geneticist. Oxford, England. Oxford University Press.