Dormir bien es, para muchas personas, un lujo esquivo. Las dificultades para conciliar el sueño, las horas que pasan antes de quedar dormidos, pueden parecernos eternas. Los insomnios son trastornos importantes cuya gravedad siempre va en aumento, si no se corrigen. Todos lo sabemos, con la edad, aumenta su incidencia y gravedad. El sueño es una actividad fundamental para el bienestar y la preservación de la salud.
Todos los tipos de insomnio, desde los causados por causa de estrés hasta los que resultan por una mala higiene del sueño, pasando por los que producen ciertas enfermedades, algunos tipos de fármacos, o los de origen psicosomático, presentan una característica común: se deben a una causa concreta. Por eso, para abordar el tratamiento del insomnio, se debe llegar al desencadenante que lo provoca.
Las consecuencias de deterioro de la salud producidas por el insomnio son evidentes. La ausencia de sueño interfiere en todos los procesos de restauración y de reorganización neuronal así como en el procesamiento de la información y consolidación de la memoria. El no dormir deriva en consecuencias potencialmente letales. Convergentemente, el insomnio nos hace sentir una gran insatisfacción personal con nuestra vida, nos obliga a enfrentarnos al día a día cargados de fatiga, poca energía, ansiedad generalizada y disminución de la concentración y el rendimiento personal. La necesidad de encontrar una solución a las noches enteras sin dormir, o a los despertares nocturnos, llega a ser angustiosa.
Los tratamientos para reducir o menguar los trastornos del sueño, tanto la dificultad para conciliar el sueño como para mantenerlo y consolidarlo, han sido y son predominantemente farmacológicos, a pesar de que, actualmente, ningún medicamento parece ser capaz de producir un patrón de sueño normal. Por otro lado, y desde la psicología cognitiva, se han implementado, más o menos recientemente, programas estructurados para ayudar a identificar y a reemplazar pensamientos, así como conductas, que son causa o empeoran los problemas para dormir. Como en toda intervención psicológica, y a diferencia de la medicación para los síntomas, la terapia cognitivo-conductual ayuda a superar las causas de fondo de los diferentes trastornos del sueño de etiología psicológica y/o emocional.
Ante dos hechos poco discutibles — en primer lugar, que los medicamentos para combatir el insomnio no son una solución definitiva, más allá del abordaje sintomático a corto plazo, y, además, producen tolerancia con su uso repetido, es decir, que requiere que tomemos dosis cada vez más alta, así como alto riesgo de síndrome de abstinencia; y, en segundo lugar, las dificultades que existen para que se implemente una psicología al alcance de todos, y que las personas acepten la posibilidad de que los cambios cognitivos, la modificación de pensamientos y comportamientos, pueden mejorar nuestra relación con determinados trastornos, incluidos los del sueño — ante esto, decía, se postulan diferentes alternativas «terapéuticas».
Entre ellas, el consumo de marihuana. Es importante señalar que, aunque al OMS (Organización Mundial de la Salud), ha recomendado no considerar el cannabis dentro de las sustancias más peligrosas para la salud, recogida desde 1961, en el Tratado de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU, y eso puede abrir el campo a la regulación terapéutica, por ejemplo en España, sin embargo no acaba de validar los estudios sobre los efectos terapéuticos del cannabis, en general, ni en el trastorno del sueño en particular. No obstante, en los compuestos con bajo nivel psicoactivo, como el CBD, reconoce valor terapéutico en la mejora del apetito en enfermos de cáncer o alivio de la espasticidad en casos de esclerosis múltiple.
¿Ayuda la marihuana a dormir bien?
De afirmaciones sobre los beneficios de la marihuana, o más concretamente, de alguno de sus componentes activos principales, están llenas las páginas de diferentes publicaciones, especialmente las divulgadas por Internet. Se sostiene que principios activos del cannabis, como el THC o el CBD, que aunque producen efectos diferentes, interactúan de forma conjunta, balanceándose mutuamente, son los responsables de un efecto terapéutico entorno al sueño reparador. Para que ustedes se vayan haciendo una idea de lo que hablamos, el THC es un cannabinoide que estimula los receptores cerebrales relacionados con el placer, el apetito, la memoria y la concentración; también modera las sensaciones de dolor y genera cierta sensación de homeostasis (autorregulación del medio interno) en determinadas partes del cuerpo.
Las pregunta, en relación a lo que aquí analizamos, es, entonces, pertinente: ¿puede la marihuana, o alguno de sus componentes, proporcionar una noche de sueño reparador?
Los estudios bien controlados sobre los beneficios de la marihuana en relación a muchos trastornos, incluidos el del sueño, son escasos. Se ha observado, y establecido, sin embargo, la evidencia experimental, de que los endocannabinoides, que son moléculas receptoras ampliamente distribuidas por el hipotálamo, la amígdala, la corteza y otras estructuras cerebrales, y que inducen al sueño, aumentando el sueño paradójico o MOR (superficial) y el sueño delta (profundo), tienen propiedades semejantes a la de la marihuana, especialmente en lo que a su capacidad inmunomoduladora se refiere.
Sin embargo, y aunque son numerosas las experiencias referidas por personas con diferentes dolencias sobre el alivio de sus síntomas, en casos de espasticidad muscular debida a trastornos del sistema nervioso, a partir del consumo de cannabis sativa, fumada, en infusión, o más recientemente con extractos y preparados comerciales, y a pesar de los datos (aunque limitados) de efectos beneficiosos en crisis epilépticas, enfermos encefalopáticos y la sintomatología depresiva bipolar, lo cierto es que, con los trastornos del sueño, a la marihuana no se le reconoce efectos terapéuticos aceptables. Las pocas descripciones al respecto se consideran anecdóticas. De momento, las posibilidades terapéuticas novedosas que parece poder ofrecer a determinados trastornos, no se cumplen con el insomnio. La actual evidencia es que el uso de la marihuana no mejora ni la calidad del sueño ni reduce la gravedad de sus trastornos. Las experiencias en drogodependientes indican que el abuso de marihuana acaba produciendo inhibición del sueño y/o muy mala calidad del mismo. Desconocemos si en la futura manipulación farmacológica de los endocanabinides, de la que se espera repercusiones positivas sobre el insomnio, la acción relajante de la marihuana tendrá algo que decir, o que aportar.
No será una contradicción si, ahora, les digo que la marihuana puede ayudar a conciliar el sueño. Lo acabo de comentar. Los efectos de su consumo han demostrado utilidad sobre el dolor crónico. El dolor crónico, la enfermedad neurológica y los trastornos del sueño son condiciones claramente comórbidas con insomnio. Los dolores y la dificultad que ello supone, genera el mayor consumo de analgésicos, en algunos casos opioides. Por la interacción de los componentes de la marihuana en el cuerpo, sus efectos son claramente positivos en cuanto a la reducción del dolor. Es en ese sentido en el que decimos que favorece el sueño. Otra cosa, bien diferente, son los parámetros subjetivos de los insomnios y despertares nocturnos por causas emocionales y psicológicas. No vamos a hacer una defensa del uso de la marihuana y sus derivados, ni establecer su funcionalidad en el abordaje del dolor crónico, pero cabe no olvidar el incipiente problema conocido como «crisis de opioides» (riesgo muy alto de adicción y sobredosis) en el tratamiento del dolor crónico, en cuanto al potencial peligro de sobredosis de estos medicamentos y que en el caso del cannabis resulta muy improbable. Hay quienes aseguran que es la forma futura de combatir el consumo de derivados del opio, pero eso es ya otra historia.
Las emociones roban el sueño
Es más desesperante que incómodo compartir cama con las emociones. Los factores emocionales han demostrado su relevancia en la mayor parte de los problemas de salud y del sueño. El sueño es una de las facetas de la vida más afectadas por la influencia de las variables emocionales. Veamos.
La alexitimia, o dificultad para describir los sentimientos, caracterizada por la incapacidad para elaborar las emociones a nivel mental, es un trastorno psicosomático que provoca un aumento de la activación e insomnio. De igual manera, también favorecen el mal sueño y el insomnio, e incluso hiperinsomnio, los distintos trastornos del estado de ánimo. Un ejemplo casi invariable lo encontramos en los episodios maníacos, en los que los individuos permanecen despiertos toda la noche, con enorme energía y casi sin mostrar síntomas de cansancio. Los episodios de somnolencia diurna aumenta el insomnio en la depresión.
Por su parte, la ansiedad, uno de los factores emocionales que han demostrado una relación más consistente con gran parte de los trastornos y enfermedades, produce mucha alteración del sueño. Los pensamientos intrusivos referentes a las dificultades para dormir, en el momento de irse a dormir, genera un círculo vicioso que empeora las condiciones para conciliar el sueño, tanto al iniciarlo como tras los despertares. Y así podríamos seguir enumerando situaciones que alteran el sueño, como el trastorno por estrés postraumático y otras variables cognitivas, como las atribuciones de causalidad.
Bien. En cualquiera de estas situaciones de sufrimiento emocional, el dolor físico o psicofisiológico no es una realidad que, solventada, pueda proporcionar un sueño reparador. Es decir, la administración de hipnóticos, o cualquier otro tipo de droga, escasamente mitigan esos pensamientos distorsionados capaces de activar fisiológica y emocionalmente, incrementando la respuesta de ansiedad, empeorando las condiciones para dormir. En este sentido, y al igual que ocurre con los medicamentos actualmente disponibles, y especialmente en lo referente a los insomnios emocionales, el consumo nocturno de marihuana produce una tolerancia que requiere dosis cada vez más altas y frecuentes. La abstinencia del consumo de marihuana no hará sino que incrementar los problemas para la conciliación del sueño. Al igual que ocurre con los fármacos que se prescriben para el insomnio, la marihuana, que no ha demostrado, al menos aún, evidencia de mayor eficacia sobre los mismos. En cualquier caso, el uso de marihuana medicinal, en cualquier tipo de trastorno del sueño, debe limitarse al consumo ocasional, para evitar el desarrollo de la tolerancia, el insomnio de rebote (empeoramiento por la discontinuación de los tratamientos con hipnóticos a base de benzodiacepinas) y las consecuencias negativas de la supresión del sueño MOR (o REM) a largo plazo en el funcionamiento cognitivo diurno. Este último riesgo es particularmente complejo, ya que puede llevar aparejado un trastorno de conducta por irritabilidad y problemas en las relaciones.
Las emociones pueden robarnos el sueño. En el insomnio emocional existe «un profundo miedo a soltarse y abandonarse» (Jaques Martel). Cuando se vive con miedo e inseguridad no dejamos que nuestras facultades mentales duerman, para conseguirlo mantenemos la mente ocupada con todo tipo de ideas y situaciones, reales o inventadas. Las emociones que nos quitan el sueño están coloreadas de ansiedad, tensión, culpabilidad, incluso de paranoia. Para estas situaciones, hay quien asegura que el consumo de algunas variedades de marihuana contribuye, por su efecto relajante y/o sedante, y de manera puntual, a que se libere tensión y resulte más fácil conciliar el sueño. Si consideramos que esto puede ser así, cierto, pensaríamos, entonces, que el único problema de consumir marihuana para el sueño es el de control y moderación. Pero resulta que, parece ser, ser esta, precisamente, su mayor contraindicación. Aunque el cannabis rico en CBD, tiene un mayor efecto relajante que otras cepas, su efecto psicoactivo estimulante sigue siendo muy cerebral.
El estatus legal del cannabis supone un tema de gran interés a nivel mundial. Algunos países como Estados Unidos, Canadá, Australia o México, tienen aprobado el uso de esta planta en formulaciones medicinales, que en su momento resultó proponerse como un tratamiento alternativo contra la sintomatología dolorosa en el abordaje del VIH. En relación con el sueño, la capacidad de la marihuana para modificar su calidad es un debate abierto, que ya tiene algunas décadas y cuenta con tantos defensores como detractores. Pero, como ya hemos mencionado antes, lo que sabemos con seguridad es que tanto el abuso como la privación abstinente después del consumo adictivo de la marihuana producen insomnios, pesadillas y sueños extraños e inquietantes. No obstante, como conviene no cerrar puertas, sino dejarlas al menos entreabiertas a los cambios y a las innovaciones, así como a los descubrimientos que puedan aportarnos calidad de vida, habrá que estar pendiente a la evolución del cannabis como verdadera sustancia terapéutica sobre los problemas emocionales. Queda, eso sí, a criterio de la libertad de cada quien, el uso de la terapia y de los tratamientos que considere más adecuados a la hora de afrontar sus propios problemas de su salud, incluidos, claro está, los derivados de los trastornos del sueño.