La galería Fúcares se complace en presentar la quinta exposición individual de Lluís Hortalà (Olot, Gerona), 1959) en su espacio de Madrid.

Hurqalya, el título de esta exposición, alude a la que los sufíes consideran la tierra de resurrección, un mundo ‘intermedio’ donde las metáforas no existen como tales y donde los símbolos son algo objetivo; es en ese espacio donde palabras como ‘vacío’, ‘inmensidad’ o ‘visión’ adquieren un nivel de realidad similar al de la misma piedra.

Lluís Hortalà regresa mentalmente a las grandes paredes que ha escalado, y se concentra en detalles de sus estructuras geológicas que, en la ambigüedad de su relieve -trompe l'oeil- pasarían a menudo por pinturas o esculturas abstractas. Productos de la memoria, los suyos son precisos y sofisticados dibujos sobre variadas superficies volumétricas, formas circulares planas o convexas.

Estas obras representan una respuesta emocional a los problemas de la percepción, que parte de su experiencia en dos de los paisajes icónicos de la geografía mineral. Riglos, en Huesca, o las Dolomitas italianas. Captadas en sus paseos aéreos sobre el vacío, son imágenes de esa aludida tierra de las visiones, del Mundo Intermedio donde la metáfora se hace innecesaria.

Definida en términos de ‘reconstrucción biográfica’, la exposición consta de tres trípticos que se presentan como narraciones simultáneas, una, referida a las rocas de Riglos, la segunda, a la zona Dolomítica, y una última donde se mezclan ambas: del Trentino, la cara norte y oeste de la Cima Grande del Lavaredo - escaladas por Hortalà en 1977 - y dos de los Mallos oscenses, El Puro que fue el primero en escalarlo en solitario en 1988 y La Visera.

Galería Fúcares
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