La Declaración Universal de Derechos Humanos, en su Artículo 22.3, establece lo siguiente:
«La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público, esta voluntad se expresará mediante Elecciones Auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto».
En los sistemas democráticos, los partidos políticos desempeñan un papel clave en el desarrollo de dichos procesos electorales y en asegurar que las elecciones sean verdaderas expresiones de la voluntad popular.
Durante el año 2017, la organización privada Latinobarómetro realizó una encuesta en 20 países americanos. En base a una muestra de 20 000 consultados, se denotó que el apoyo a la democracia había sufrido un deterioro en la mayoría de dichos países. Así, en un ejercicio similar realizado en el año 2000, el índice de apoyo fue del 61%; en el 2017, dicho índice había bajado al 53 %. Agravado ello con un índice del 25% que expresaron ser indiferentes al tema en consulta.
En específico, los países grandes como Brasil indicaron un índice de apoyo del 43% y solo un índice del 13% expresó sentirse satisfecho con el sistema de gobierno democrático. México, en cambio, indicó solo un 38% de apoyo y un 18% que expresaron satisfacción con el sistema Democrático. Un hallazgo excepcional fue el de la percepción de Venezuela, con un índice del 78% de apoyo, resultado que según la directora del organismo investigador podría entenderse como expresión de un sentido de aspiración, dada la realidad sociopolítica que se desarrolla en ese país en las últimas décadas.
En 1987, el politólogo Peter Mair había sentenciado en su tesis doctoral, El Sistema Cambiante de Partidos Políticos en Irlanda, que la era de la democracia de partidos políticos ha pasado. En dicha tesis, el señor Mair afirmó que «los partidos políticos permanecen, pero desconectados de la Sociedad en general y empeñados en competencias carentes de significado y ya no parecen capaces de ser soportes de la democracia en su forma presente»*. Tesis que sustentaba al denotar una crisis en la Política en general; una crisis en la Democracia como tal; y una crisis en los Partidos Políticos. Todo esto generaba una crisis Institucional en todo sentido.
Sustentaba lo anterior señalando:
Un aislamiento y divorcio entre el individuo común y corriente y la autoridad pública;
Una concepción de la democracia como forma distinta de enfrentar problemas políticos y buscar soluciones, y no como la forma de poner fin a dichos problemas;
Una brecha entre gobernantes y gobernados que se amplía, produciendo un vacío causante de malestares públicos; y
Unos partidos políticos supuestamente encargados de conectar los intereses de la sociedad en general con las Instituciones y estructuras del Estado, a fin de que su gestión obedezca de la manera más cercana a dichos intereses.
Ya en tal época, era evidente al investigador la presencia de cinco indicadores que apuntalaban su tesis principal:
Una fuerte disminución en la participación ciudadana en los procesos electorales: así en países de Europa se pasaba de un porcentaje del 84% de participación en las décadas 1960-70 a un porcentaje del 59% en el año 2001, lo cual es el caso de la Gran Bretaña;
Una notoria incapacidad de los partidos políticos de conservar porcentajes similares de votación entre un proceso electoral y otro;
Una militancia partidaria que se contraía dramáticamente, como el caso italiano donde millón y medio de militantes se desafiliaron de los diversos partidos políticos;
Una identificación de ciudadanos con alguno de los partidos políticos que decaía considerablemente; y
Un financiamiento interno emanado de la propia militancia que prácticamente desapareció, pasando los partidos políticos a depender de un financiamiento estatal o de otras fuentes no oficiales, pero que han producido un mayor alejamiento de la militancia ciudadana y su organismo de participación electoral.
El señor Mair claramente señala el rol ideal de los partidos políticos como soportes fundamentales del sistema de gobierno democrático, calificándolos como la institución más importante para tal sistema ya que comprende:
Funciones de representación de los ciudadanos de un país
Formación de liderazgos político-sociales a todo nivel de la Sociedad
Definición de las distintas ideologías políticas
Responsabilización institucional en el orden público (rendición de cuentas a todo nivel de funcionarios públicos).
Todo lo anterior es tan consustancial al sistema democrático, que no podría pensarse en este tipo de sistema sin la existencia del sistema de partido políticos.
Décadas después de la publicación de la tesis del señor Mair, el Instituto Nacional Demócrata (NDI) —fundación del Partido Demócrata en los Estados Unidos (USA)— asumió la labor de realizar consultas sobre el rol de los partidos políticos en las sociedades democráticas emergentes o ya existentes en Europa y América. Dicho proceso concluyó con la realización de una especie de Cumbre Partidaria, reuniendo representantes de las Internacionales de Partidos Social Demócratas, Liberales, Demócrata Cristianos o de Centro (las que representan unos 340 partidos en 140 países), así como del Partido Popular Europeo y otros, acompañados por las Fundaciones Alemanas Friedrich Ebert, Konrad Adenauer y otras dedicadas al trabajo en el campo de la política.
De dicho conclave surgió el consenso sobre ciertos principios o criterios que los Partidos Políticos deben cumplir para mantener su rol primordial en el soporte y consolidación de los sistemas democráticos de gobierno. Haremos breve referencia a los principios que consideramos de actualidad y que se encuentran íntimamente afectados, lo que se refleja en la consistencia y sobre todo en la confianza y credibilidad que deben tener de ellos la ciudadanía de cada país.
Los principios aquí a referir responden a una concepción de los partidos políticos como instituciones que canalizan inquietudes de la ciudadanía en general y la elevan ante las autoridades públicas. Esto demanda un alto grado de confianza y credibilidad de parte de la ciudadanía y de los sectores de la sociedad en general. Así se hace notar que en más de dos siglos no ha existido una sociedad democrática sin la presencia predominante de partidos políticos.
Pudiendo afirmarse así que cuando la confianza pública en los partidos políticos se ve comprometida, el proceso democrático sufre en su totalidad. La conclusión lógica es que el sistema de partidos políticos debe estar arraigado de manera profunda y perdurable en el tejido social. Debe desarrollarse entonces una especie de cultura partidaria.
Pero también y muy en especial los partidos políticos son considerados como los únicos mecanismos válidos y legítimos para acceder al poder político. Por tanto, concordaron los analistas del NDI, lo primordial y definitorio de un partido político es su comportamiento ante la realidad social, no tanto los programas y objetivos que manifiestan perseguir.
Consecuentemente, el primer principio a señalar es el del respeto, promoción y plena vigencia de los derechos humanos fundamentales para todos los gobernados. No debe de establecerse discriminación alguna por cualquiera razón y con absoluto respeto a las minorías no solo étnicas sino de signo político que se ofrecen como una alternativa válida para sustituir al partido político en el poder en la próxima contienda electoral.
Ello nos lleva al principio básico al sistema democrático, de carácter republicano y representativo, cual es de doble expresión:
El compromiso de aceptar el resultado electoral como la expresión de la Voluntad Popular libremente expresada; y
El compromiso de lograr tal expresión popular por medio de procesos electorales libres, justos y transparente.
El acceso al poder de un partido político solo puede ser legítimo, valido e indisputable si ocurre mediante un triunfo electoral. No se acepta justificación alguna al recurso de la violencia o amenaza de ella o al ejercicio de actividades ilegales (e.g. organizar milicias armadas partidarias), o abusos de poder para restringir, limitar y aun eliminar los derechos a la libre expresión y comunicación de los partidos políticos que, no estando en el poder, participan como contendientes en la justa electoral.
Los partidos políticos en el poder tienden a no resistir la tentación de hacer uso de recursos del Estado (instalaciones físicas, vehículos, e incluso el distraer fondos públicos para uso electoral), así como abusar de su poder legislativo para pasar normas restrictivas al ejercicio de derechos fundamentales y constitucionales como: el de reunión de la militancia partidaria en competencia; y la posibilidad de comunicar tanto a lo interno del partido como a la sociedad en general sus programas, principios y promesas de campaña.
Un principio de suma importancia para el rol del partido político en una sociedad democrática es su capacidad y compromiso por promover la participación ciudadana. Esto no es solo en los procesos electorales, sino que, principalmente, en su activa participación en organismos intermedios (entre el Estado y el Individuo) que le permita ser actor en las tomas de decisiones políticas tanto a nivel local o municipal como al nivel nacional. La participación ciudadana facilita el acceso al quehacer político de aquellos grupos sociales históricamente excluidos o infrarrepresentados (e.g. mujeres, jóvenes, trabajadores, minorías étnicas). A su vez, éstos pueden convertirse en nueva militancia y ampliar así la base social tradicional del Partido, lo que a su vez da mayor legitimidad del sistema político democrático dentro del cual se desarrollan.
Finalmente, referimos un tema básico, pero sumamente controversial: la democracia Intrapartidaria, o la democracia interna a los partidos políticos. Como nos enseña el refrán popular, nadie puede dar lo que no tiene: si un partido político no practica la democracia a lo interno de su entidad, ¿cómo podrá cumplir con el sistema democrático al nivel nacional?
Este tema implica el establecimiento de reglas claras, permanentes, y no variables para cada contienda electoral. Además, deberá de ser incluyente en los mecanismos de participación de la militancia en las estructuras del poder estatutario partidario, en la selección de su dirigencia interna, y en la escogencia de sus candidaturas para cargos de elección popular.
Tradicionalmente, los partidos políticos se han manejado por las llamadas misas negras, reuniones exclusivas de una élite partidaria que asume la decisión sobre todos los asuntos del Partido, o simplemente la voluntad individual de un caudillo o «dueño» del partido que decide conforme a su interés personal y premia o castiga al resto de militancia. Haciendo así caso omiso de los méritos personales de sus militantes, y privilegiando al servil o zalamero o capaz económicamente de contribuir a cambio de privilegios, exoneraciones, medidas proteccionistas u otros beneficios, dando lugar a múltiples oportunidades de corrupción.
En estos casos, los Partidos Políticos deben asumir la responsabilidad por las acciones de quienes sean sus funcionarios públicos o lideres a diverso nivel partidario, quienes abusan del cargo que desempeñan para obtener lucro personal. Caso contrario podría dañar sus propias metas de largo plazo, ya que los ciudadanos son cada vez más recelosos de los Partidos Políticos que no practican lo que predican. Como enseñaba Aristóteles:
«somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto sino un hábito».
En conclusión: los partidos políticos que esperan ganar elecciones, y así fortalecer las instituciones democráticas, deberán ser cuidadosos en cuanto a que sus acciones y cultura interna sean congruentes con los valores e ideales democráticos que predican. Ocupándose seriamente de, cuando ejercen el poder, gobernar en forma responsable.