En el mes de setiembre del año 2015, 190 países miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU) firmaron un Convenio denominado Objetivos de Desarrollo Sostenible, el cual contiene 17 de tales Objetivos y que por el carácter de Convenio tiene fuerza de obligatorio cumplimiento para todos sus signatarios.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible, identificado bajo el Número Cuatro (4), refiere a un tema de suma importancia para los países en desarrollo: la Educación.
Este Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) es definido de la manera siguiente:
Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todo.
Conforme el mismo Convenio, el Objetivo Numero 4 incluye entre sus metas principales:
Asegurar que niñas y niños terminen la enseñanza primaria y secundaria, que deben ser gratuitas, y producir resultados de aprendizaje pertinentes y efectivos;
Asegurar el acceso, en condiciones de igualdad, para todos los hombres y mujeres, a una educación técnica y profesional, incluida la enseñanza universitaria, a fin de poder acceder a un trabajo decente o al emprendimiento;
Eliminar toda disparidad de género en la educación, y garantizar el acceso igualitario a las personas en situación de vulnerabilidad, con discapacidad, y los pueblos indígenas, a todos los niveles de la enseñanza y la formación profesional;
Asegurar que todos los jóvenes y el mayor porcentaje de adultos, tanto hombres como mujeres, estén alfabetizados y tengan nociones elementales de aritmética;
Construir y adecuar instalaciones escolares que respondan a las necesidades de los niños y niñas, de las personas discapacitadas, que tengan en cuenta las cuestiones de género, a fin de ofrecer entornos de aprendizaje seguros, no violentos, inclusivos y eficaces para todos; y
Aumentar considerablemente la oferta de Maestros calificados para paliar en los países en desarrollo el obstáculo del empirismo.
Estos son los retos y compromisos asumidos por los Gobiernos del mundo, sean desarrollados o en vías de desarrollo, y que debemos procurar sean del conocimiento general más amplio posible, a fin de que en cada país puedan ser reclamados su cumplimiento.
La realidad del mundo actual nos da una lectura desconcertante, por lo general se puede asegurar que millones de personas continúan marginadas del desarrollo de sus respectivos países, y que ello afecta más severamente a los más desfavorecidos, sea por razones de sexo, de edad, por sufrir discapacidades, por diversidad cultural o étnica o por su simple origen geográfico.
Veamos algunos reportes de seguimiento al desarrollo del cumplimiento de este ODS:
El Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2017-2018, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) reitera que, en muchos países, especialmente los de ingresos bajos, los estudiantes no alcanzan niveles mínimos de competencia en lectura y matemáticas:
«En Matemáticas una tercera parte, o menos, de los estudiantes alcanzan el nivel de referencia mínimo al final de la enseñanza primaria en Chad, Kuwait y Nicaragua; y al final del primer ciclo de la enseñanza secundaria en Argelia, Indonesia, y la antigua República Yugoslava de Macedonia».
Por su parte, el Banco Mundial en su Informe sobre el Desarrollo Mundial 2018 denominado Aprender para hacer Realidad la Promesa de la Educación, señala que «millones de niños en el mundo van a la escuela, pero no están aprendiendo».
En Nicaragua, la ONG Foro de Educación y Desarrollo Humano (FEDH) expresaba recientemente:
«Necesitamos repensar la educación; esta educación que tenemos en Nicaragua, no da para más, esta educación no sirve para los desafíos que está presentando este Siglo XXI, que está presentando la tecnología, que está presentando el desarrollo productivo…Este modelo educativo parece corresponderse más con el modelo de crecimiento económico, lo que afecta severamente el enfoque y contenido de la educación».
(FEDH, periódico La Prensa, 2.11.17).
Estos testimonios nos llevan a reflexionar sobre la necesidad de focalizar esfuerzos en búsqueda del cumplimiento de las Metas básicas comprometidas por nuestros Gobiernos para lograr un mayor acceso a la Educación de Calidad de las grandes mayorías de las poblaciones nacionales, especialmente a los sectores más vulnerables. Únicamente con esfuerzos concertados en este sentido podremos ir logrando la superación de las desigualdades de género, que se encuentran encarnadas en múltiples expresiones culturales trasmitidas de generación en generación y, a veces, establecidas institucionalmente en los mismos programas educativos; ir reduciendo las desigualdades sociales que, en algunos países, establecen una brecha aparentemente infranqueable entre hogares pobres y ricos, así como entre zonas rurales y urbanas.
Realidades que se ven agravadas en muchos casos por conflictos armados, internos o entre Estados, y durante los cuales son los sectores más pobres quienes los padecen directamente y están siendo obligados a buscar otros horizontes, así provocando los fenómenos migratorios que se están dando en gran escala y que han dado lugar a la muerte o a la explotación de personas, a confrontaciones raciales, e incluso oportunidades para distintas expresiones del crimen organizado y las acciones terroristas.
Pero no todo está perdido. Muchos especialistas insisten en que dar respuesta a estas situaciones es una tarea de todos, no solo descansa en la responsabilidad primordial del Estado. Si bien los padres de familia continúan siendo el primer responsable de la Educación de sus hijos, organismos de la Sociedad Civil deben incorporarse a estos esfuerzos.
Trataremos aquí de referir algunos casos en que se han ido innovando soluciones específicas a algunos de los problemas que aquejan al cumplimiento de este Objetivo de llevar la Educación de Calidad a la mayoría de la población y por su medio integrarlos al Desarrollo Sostenible de su propia comunidad:
Hace varios años un país del África desarrolló un programa especial coordinado por las autoridades de Educación, por el cual se ofrecía a recién graduados universitarios que se encontraban desempleados, un curso intensivo de seis meses para formarlos y capacitarlos en metodología de la enseñanza y que al culminar tal formación obtendrían un contrato por dos años para laborar como Maestros de primaria o secundaria. Con ello se reducía el empirismo y se lograba reclutar recursos humanos preparados y que de momento estaban desperdiciándose y haciendo ineficaz la inversión hecha en ellos durante su formación profesional universitaria. Este programa es fácilmente reproducible dado que en muchos países en desarrollo se padecen los fenómenos de graduados profesionales que no logran obtener empleo en su propio campo de formación universitaria.
En 1948, la República de Costa Rica pasó por una breve interrupción de su orden constitucional originado por un movimiento armado, el cual superado dio lugar a la elección como presidente de la Republica de José (Pepe) Figueres Ferrer. Quien impulsó la eliminación del ejército existente y destinó el presupuesto militar a los presupuestos de Educación y Salud. Experiencia sumamente exitosa y que continua vigente, manteniendo índices mínimos de analfabetismo y servicios básicos, tanto de educación como de salud, prácticamente de cobertura universal.
Experiencia también que, como un paréntesis, nos lleva a denotar la ausencia total de justificación alguna para la existencia de Ejércitos con abultados presupuestos militares que limitan la capacidad de los Estados para cumplir con su obligación primordial de dar respuesta a sus ciudadanos sobre necesidades básicas, como Educación, Salud, Vivienda, Seguridad y otros.
Refiriéndonos a la región Centroamericana, en especial señalamos como en los últimos 50 años—al menos—se ha venido recurriendo ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) del sistema de la ONU y no usando los Ejércitos para resolver conflictos entre Estados. Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿Cuál es la utilidad delos Ejércitos? La desafortunada respuesta, basada en tristes hechos reales, es que solo han servido para resolver problemas internos, normalmente en defensa de la camarilla en el poder y enfrentándolos con la población a quienes están supuestos a proteger y garantizar su seguridad. Reforzando la tesis de quienes claman por su eliminación, pues no aportan al desarrollo del país, más bien retienen en círculos cerrados a miles de recursos humanos que bien podrían aportar al desarrollo sostenible de sus comunidades.
En este mismo sentido, el Premio Nobel de la Paz, el centroamericano Óscar Arias Sánchez, ha hecho énfasis en las hipocresías de muchos Gobiernos que adquieren ingentes cantidades de equipos militares y defienden abiertamente el no tener disponibilidad alguna de fondos para construir una nueva escuela o, al menos, proceder a restaurar las infraestructuras educativas claramente deterioradas y no aptas para generar un ambiente propicio al estudio y al aprendizaje. Mucho menos disponer de recursos para ir incrementando los salarios magisteriales y brindarles así mejores niveles de vida y oportunidades reales de lectura y procesos de educación continua y permanente.
Otra medida en apoyo al cumplimiento de las metas de este ODS sobre Educación, ha sido el programa desarrollado con éxito inicialmente en Brasil, por medio del cual se dota a las familias pobres de subsidios periódicos condicionados al compromiso de que los padres de familia se cercioren de que sus hijos asisten regularmente a la escuela y dejan de ser utilizados como mano de obra complementaria para obtener mejores ingresos familiares. Así se reducirían las múltiples modalidades del trabajo Infantil, que afecta a millones de niños y niñas alrededor del mundo.
Finalmente, hablemos del uso de la tecnología digital para avanzar el cumplimiento de estas metas en pro de una Educación para el Desarrollo Sostenible. En diversos países se desarrollan programas tanto de Gobierno como del sector privado destinados especialmente a proveer este tipo de tecnología a las escuelas de las zonas rurales más aisladas de sus respectivos países. Algunos programas ofrecen la instalación de Aulas Digitales en centros de educación primaria y secundaria, entregando tabletas a los estudiantes y maestros, quienes son debidamente entrenados en el uso de este tipo de tecnología y aplicaciones educativas que corresponden. Ello implica además garantizar la instalación de servicios de internet inalámbrico, a fin de evitar frustraciones como la detectada hace varios años en el Perú, donde en una zona remota donde miles de estudiantes recibieron su tableta no podían darle uso correcto pues no tenían acceso al internet o, peor aún, las fallas del servicio de energía eléctrica eran constantes.
Pero también el desarrollo tecnológico digital puede afectar los procesos educativos, así como ya afectan industrias como la automovilística y electrónica, incursionan ahora en la manufacturera textil, labor tradicionalmente realizada por seres humanos:
«A inicios del 2018 la empresa de capital chino, Tianyuan Garments Co., abrirá una fábrica de 20 millones de dólares de inversión para producir camisetas (T-shirts), a razón de una unidad cada 26 segundos y con una capacidad instalada de 23 millones de unidades al año. Para ello han desarrollado 330 robots, que sustituirán la mano de obra que se ha encarecido en China y el incremente de personas de mayor edad. La fábrica que sólo utilizará 400 seres humanos para el trabajo de manejo de la maquinaria, estará ubicada en Little Rock, Arkansas, Estado de los Estados Unidos de América»
(Bloomberg Businessweek, septiembre 4, 2017).
A los grandes retos para cumplir las metas del ODS No.4 y producir seres humanos actores y motores del Desarrollo Sostenible, habría que incorporar la angustiosa interrogante de, a mediano y largo plazo, ¿a quién estaremos educando, al ser humano que pueda asumir su rol con responsabilidad social, o las fulgurantes figuras de la Inteligencia artificial/ robótica?