En un momento histórico como lo que estamos viviendo donde todo nos divide, nos olvidamos que las emociones nos hacen universalmente iguales.
¿Os habéis preguntado qué origen tienen las emociones? ¿Por qué cuando nos pasa algo bueno nos alegramos o cuando, por el contrario, tenemos que vivir la muerte de un ser querido nos ponemos tristes? ¿Qué pasa cuando nos hacen un regalo inesperado? ¿O qué emoción experimentamos cuando vemos que nuestros objetivos no son alcanzables?
Todos los días nos emocionamos, la vida y la gente nos dan estímulos muy diferentes y variados que llevan nuestra conducta a responder en un modo muy especifico según el contexto.
En la historia del psicología hay un momento muy concreto que cambió para siempre el modo de entender y estudiar el proceso emocional humano.
Paul Ekman es profesor de psicología en el departamento de Psiquiatría de la Universidad de California. Es pionero en los estudios sobre las emociones y la expresión facial.
En los años 60 se creía que el ser humano asimilaba las emociones gracias a un proceso de aprendizaje social. El neonato veía las emociones de sus padres y, más adelante, de sus pares en la escuela o en el grupo de amigos, aprendiendo así cada una de las emociones, su porqué y. sobre todo, su configuración no verbal. Entendía que cuando una persona era alegre las esquinas de los labios se levantaban y cuando se experimenta tristeza, se bajan. Que, cuando nos sorprendemos, la boca se abre tanto como lo ojos, o que cuando nos enfadamos fruncimos el ceño. Todo esto porque lo ha aprendido en su desarrollo en una sociedad concreta. Este tipo de pensamiento que dominaba la época tenía un claro marco antropológico y cultural.
Paul Ekman creía y pertenecía en esta misma escuela hasta que se fue a investigar a Nueva Guinea a tribus que no habían tenido ningún contacto con Occidente para comprobar cómo expresaban emociones, ya que, por lo explicado anteriormente, lo que se esperaba encontrar era que las personas de esa tribu expresarían las emociones en diferente manera que nosotros porque cada cultura tendría la suya propia.
Lo que descubrió fue justo lo contrario.
Estas personas no solo sabían reconocer nuestras emociones, sino que las reproducían exactamente como nosotros. Se llegó por fin a pensar que hay algunas emociones primarias o básicas que se han quedado en nuestra historia filogenética por su enorme importancia. Imaginaos qué gran utilidad tuvo el asco a la hora de entender lo que es, y no es, sano y saludable, o la alegría para vivir en sociedad, la ira para atacar y defendernos, la sorpresa para afrontar de forma efectiva cambios inesperados y sus consecuencias, el miedo previene a la hora de interactuar con elementos potencialmente peligrosos, la tristeza favorece la introspección y el análisis constructivo....
Aunque la vida moderna nos da mucha seguridad, estas emociones nos han ayudado como especie, tal como decía Charles Darwin, autor además en ese entonces completamente olvidado.
Todas estas emociones también son básicas porque son únicas y tienen un propio funcionamiento cerebral, fisiológico y conductual, y su unión forma las emociones secundarias o sociales.
Y como experto en comunicación podemos también afirmar que cada emoción tiene su propia manifestación no verbal y, sobre todo, lo que es la expresión facial, esta configuración es universal ya que estas emociones lo son.
La cara de tristeza o de alegría de una persona asiática o americana es exactamente igual a la de una persona que vive en Europa o en África.
Paul Ekman da un paso mas en su investigación.
Si todo el mundo expresa estas emociones básicas de igual manera, entonces podemos medirlas y esa medición tiene que ser universal. Así que Paul Ekman y sus colaboradores desarrollaron el método FACS, acrónimo deFacial Action Coding System, donde asoció cada movimiento muscular a un numero, así que cada emoción tiene una codificación en numero que el experto sabe a que movimiento muscular se refiere.
Por ejemplo, la alegría seria AU6+AU12+AU25, que corresponde a elevación de las mejillas, elevación superior de la esquina de los labios y la separación de los labios.
En mi trabajo doy clase en universidades para explicar este difícil método de codificación facial tan útil, sobre todo, en la detección de mentiras.
Imaginaos que estamos analizando la declaración de una madre que hablando con periodistas hace un llamamiento a que se encuentre su hija misteriosamente desaparecida. Los que nos esperamos es ver tristeza por la perdida irreparable de su hija.
Después de visionar estos videos vemos que la codificación FACS nos revela que faltan esos números de unidad de acción que son los movimiento musculares que solo aparecen si se prueba tristeza verdadera, como puede ser la AU1 que es la elevación de las cejas hacia el interior. Esto seria un señal de alarma para ayudar a la investigación mas ortodoxa a buscar mas informaciones sobre la madre y construir un buen interrogatorio.
O, más ejemplos, un deportista que se le ha acusado de utilizar dopaje durante su prestaciones deportivas habla a la prensa jurando que nunca utilizó semejantes sustancias. Después de un análisis FACS vemos que no hay ningún tipo de emoción de ira, que tendría que aparecer delante de una acusación falsa como la AU4 que es fruncir el entrecejo. Faltan esos movimientos faciales que detectarían esa emoción. O puede ser el caso opuesto: que la ira del deportista es sincera y la acusación sea falsa.
Son algunos ejemplos de las muchas y útil herramientas que utilizamos como expertos en comunicación no verbal.
Saber lo que siente ser humano es un poder muy valioso: solo se trata de saber qué mirar. Todo estaba escrito en tu rostro; si no quise verlo era por el miedo a revelarlo (anónimo).