He intentado en artículos precedentes dar una visión acerca del espacio actual, derivado de la aplicación de las TIC a la arquitectura, y así se ha caracterizado éste, definiéndolo como espacio ubicuo. A través de 3 ámbitos de estudio, el del propio carácter del espacio, el de su posible aplicación posterior y en los avances o mejoras que su aparición plantea.
En ellos he pretendido glosar un nuevo tipo de espacio que supone entender el mismo de una manera diferente a como hasta ahora la teoría arquitectónica venía planteando, sólo apuntado en algunos de los textos más recientes. Extraídas desde la aplicación de una cultura digital –cibercultura- sobre una realidad en transformación.
Para esta visión nos hacíamos una primera pregunta que era si las nuevas tecnologías eran capaces de provocar la aparición de un tipo de espacio diferente a los conocidos. Podemos ya responder que las nuevas tecnologías, son ciertamente el punto de partida, la base fundamental para proponer este cambio de situación.
La revolución a la que estamos asistiendo, la 3ª era computacional o tercera plataforma, como se la viene llamando hoy en día, deriva directamente de esta nueva situación tecnológica y –no sólo con ella- de los cambios que se plantean hoy en los modos de vivir, relacionarnos, entender el mundo, y que afectan a prácticamente toda la sociedad por igual.
Estas nuevas tecnologías plantean nuevas maneras de hacer arquitectura, tanto de plantear el problema individual como el colectivo, tanto desde el punto de vista procesual, proyectual, como material y de gestión del mismo. Nuevas maneras de colaborar en ese esfuerzo, de entender el espacio resultante de ello.
La arquitectura, gracias a ellas, y “mediante” ellas, ha llegado de nuevo al ámbito de la persona, ha “bajado” de su pedestal como disciplina reservada para sólo unos pocos y hoy en día es un campo de trabajo en el que cualquier persona puede intervenir de manera transversal, horizontal, colaborativa. La tecnología ha democratizado el conocimiento, –con todas las salvedades económico-políticas que se le quieran añadir a esta afirmación- pero la realidad es que hoy todos tenemos acceso a ellas y a las potencialidades que nos ofrecen.
Y además se puede entender este cambio de situación en el sentido de que el espacio arquitectónico ya no se puede entender como una entidad o conjunto de conceptos teóricos que basa su verosimilitud en la sola disciplina arquitectónica y su construcción física. Ni tampoco la arquitectura que se genera debe ser reflejo o la concretización de ese espacio existencial como en la segunda mitad del siglo pasado se proponía.
Hoy dichas categorías se mezclan. La arquitectura existe y, gracias a las TIC, estará llena de capacidades, ubicuamente distribuidas, por lo que se puede apuntar a un nuevo carácter del hecho artificial que hasta ahora ha significado la arquitectura. A partir de ahora, la arquitectura, como figura, se funde con el fondo, que sería la naturaleza. La arquitectura debe de entenderse como naturaleza también mediada, al modo que Weiser planteaba, pasando a fundirse con ese fondo natural, haciendo de ella un entorno más cercano, humano, inteligente.
Este espacio anula, por fin, a la arquitectura, entendida como forma, estilo u objeto construido. Ahora, implementada de tecnologías visibles e invisibles, renueva su carácter devolviéndola a su origen, el de albergar a las personas para que la habiten según sus necesidades, sin imposiciones formales o funcionales previas.
La persona es la protagonista de esta revolución. El medio y el fin último que permite crear estos nuevos lugares y construirlos para su experiencia. Las tecnologías son, de nuevo, una excusa más para devolver al ser humano su condición de constructor de su identidad, mediante las acciones que implementa en el espacio.
Dada la nueva manera de entender a la persona hoy, propongo la idea de que ésta y la arquitectura se funden en una nueva unidad, la arquitectura es parte de la persona en cuanto a la capacidad de ser entendida casi como un objeto “wearable”. Los espacios físicos resultan modificados incluso dimensionalmente con nuestras tecnologías, y los espacios mentales, privados, viajan con nosotros a través de ellas.
Se plantea así una nueva entidad persona-arquitectura capaz de modificar la realidad, el espacio, la propia arquitectura, que no actúa sola, sino en grupo, en común, que además, necesita hacerlo de esa manera, pero no siendo la única. Todo ello lleva a ver el hecho arquitectónico tanto desde el punto de vista de su producción como su componente colaborativo.
Entiendo así que este modelo, caracterizado a través de dichos entornos conceptuales, responde con eficacia al cambio de paradigma en el que nos encontramos, ofrece además una visión amplia de cómo podría desarrollarse la arquitectura a partir de ahora, dando respuesta a las necesidades y características del mundo hoy, en sus componentes conceptuales, técnicos y sociales.