Parece mentira que haya tenido que esperar 26 años para conocer este país vecino. Aventurarme por sus calles, su cultura, su gente, su gastronomía, su arquitectura… Una excursión muy recomendable y que se puede hacer en diferentes trayectos.
Para descubrir Portugal en profundidad necesitarías semanas. Sin embargo, se pueden tomar pequeñas dosis de aire atlántico e ir descubriendo este país poco a poco. Hoy me gustaría invitaros a viajar conmigo por el Norte de Portugal…
En primer lugar, es imprescindible un coche para esta aventura. En mi caso, saliendo desde Madrid, el trayecto no era excesivamente largo y nos daba juego para poder picotear algo de camino en León, Salamanca o en algún pueblito cerca de la frontera.
Era un viernes lluvioso por la mañana, el coche cargado, el depósito lleno y dos chicas ansiosas por un nuevo viaje hacia un mundo desconocido para ellas. Nuestra primera parada fue Guimarães, una ciudad con cerca de 52.000 habitantes muy acostumbrados al Turismo y los turistas. No te puedes perder el Castillo de Guimarães, que data de mediados del siglo X, una fortaleza a la que puedes acceder e incluso subir a sus torres para observar unas vistas sin igual.
Yendo hacia el Centro desde el Palacio, atraviesas la Calle de Santa Maria entre arcos y adoquines para llegar a la oficina de turismo y una plaza peatonal llena de terrazas perfecta para comer estupendas sardinas a la brasa mientras el sol te calienta la espalda. Desde la plaza se divisan unos arcos y la Iglesia de nuestra Señora de Oliveira. Y, atravesándolos, podrás ver los antiguos pazos del municipio y el Padrão do Salado.
Perderse por entre sus calles es toda una aventura y un suplicio para los amantes de las compras. Sus pequeñas tiendas tienen los artículos más bonitos de todo el viaje. Unos bolsos y carteras de corcho, el material más famoso y típico de Portugal, del que será difícil que escapes.
Siguiente parada, Oporto, la segunda ciudad más importante del país después de Lisboa. Con más de 200.000 habitantes, se sitúa a la ribera del río Duero en su desembocadura en el océano Atlántico. Una ciudad antigua, en mi humilde opinión bastante mal cuidada. Pero, a su vez, es esta característica la que le da ese encanto especial a la ciudad.
Su centro histórico no tiene pérdida, simplemente basta con zigzaguear entre las calles cercanas a la ribera del Duero para conocer la ciudad. Aquí podrás encontrar la Catedral de Oporto y la Iglesia de los Clérigos. Uno de los mejores planes es tomar un vino de Oporto (muy dulce) y unas francesinhas (un tipo de Sándwich para los más atrevidos típico de Oporto) en cualquier terraza al aire libre.
Tercera parada, Aveiro. Una estampa típica que recuerda a una mini Venecia. Un paseo lleno de flores con vistas a las góndolas y unas dunas de arenas al lado de su larga playa. Una parada perfecta para bañarse en verano y visitas sus famosas casas rayadas.
Cuarta y última parada, Coímbra. Una estampa típica y digna de su hermosura en directo. Desde el otro lado del río puedes ver la fachada de la Universidad fundada en 1290. Un auténtico y precioso conjunto de edificios al que se accede por unos altos escalones y que encuentras entre un laberinto de estrechas calles inclinadas.
En esta ciudad estudiantil también se encuentran los jardines y el Palacio de “Quinta das lagrimas”. Un paseo para los más románticos y entregados al amor. Te animo a que busques esta historia y te animes a visitarla en directo.
Este ha sido solo un pequeño fragmento de mi gran aventura por el Norte de Portugal. En breve, os contaré mis aventuras por el sur de este maravilloso país. ¡Obrigada, Portugal! Me has encantado