Londres es una ciudad fascinante, llena de contrastes, tanto por su pasado como por su futuro. La mezcla de tradición y urbe moderna se respira en toda la ciudad. No es extraño que en medio de una hilera de edificios victorianos uno encuentre, de repente, un bloque de cristal y cemento.
Las primeras veces que visitas Londres – bueno, las 100 primeras veces, por lo menos - se cae en la tentación de visitar los tópicos: mirar en sentido contrario para cruzar la calle, planificar previamente las atracciones que queremos visitar cada día y, por supuesto, planear qué fotos no pueden faltar en nuestra cámara o nuestro móvil. Millones de Big Bens, cabinas de teléfono, autobuses de dos pisos, London Eyes girando a la orilla del Támesis, luminosos de Picadilly Circus, infinitas horas del té, compras en Harrod’s, pintas en cualquier taberna… y más de lo mismo.
En este artículo os invito a que viajéis sin mapa, que os perdáis por las calles y, sobre todo, miréis hacia arriba – o hacia abajo, según convenga - , que os dejéis sorprender y busquéis mucho más allá del Londres que ya conocéis y que viene en las guías. Y es que Londres es para no distraerse con el GPS, con el mapa… y perderse, caminarlo hasta que, de repente, descubres que siempre llegas a tu destino.
¿Alguna vez te has fijado en el teatro Victoria, que lleva décadas siendo el escenario del musical Billy Elliot y cómo sobrevive impune a los edificios que rodean la “nueva Victoria”, llenos de cristal y luces de colores, como el nuevo edificio The Peak? ¿O en George Inn, el pequeño pub inglés al que solían ir Shakespeare y Dickens – obviamente uno de los más antiguos de la ciudad – que se esconde a la sombra de The Shard, uno de los rascacielos más altos de Europa, en la zona del London Bridge? Sin duda, con esa vista la pinta de cerveza sabe diferente…
La Catedral de St. Paul, por ejemplo, es una de las visitas obligadas de la ciudad, pero las calles que la rodean son muy estrechas y hacen complicado que hagamos esa foto perfecta. Sin embargo, hay una belleza que no debería pasarnos desapercibida, y es la vista desde el centro comercial One New Change, justo enfrente, donde la catedral se deja entrever entre sus propios reflejos, ejemplo de contrastes arquitectónicos que transforman la vista de la catedral tanto de día como de noche. De hecho, desde lo alto de ese centro comercial se ve una vista de la catedral que no te dejará indiferente.
Otra cosa fascinante de Londres es pasear por el mismo sitio, con poco tiempo de diferencia, y ver cómo cambia la zona gracias a las obras de arte callejeras que, lejos de la opinión que te merezca este tipo de expresión, sin duda llenan de color y de magia la capital inglesa.
El East End está considerado como el hogar de las mejores muestras de arte urbano y grafitis en Londres. Pasear por esa zona tan alternativa es darse una vuelta por un museo en la calle donde deleitarte con los grafitis que nos encontramos por el camino, pero también con esculturas que sobresalen de las paredes, coches de colorines colocados en los sitios menos esperados o vagones de metro situados en el techo de un edificio, cuyo interior son oficinas…
Pero esto no solo pasa en el East End... también puedes encontrarlo en el corazón de Westminster, muy cerca del London Eye. Si eres un amante de esta forma de arte o al menos te consideras una persona curiosa, no deberías dejar de visitar Leake Street Tunnel, también conocido como Banksy Tunnel, de unos 300 metros de longitud. Está localizado bajo las vías de tren de Waterloo y es el espacio más amplio de Londres dónde está permitido el arte urbano, y en el que cada día numerosos artistas plasman sus obras. Cuando te acercas a la entrada de este túnel la verdad es que no da mucha confianza, pero una vez dentro te encuentras con cientos de grafiteros trabajando. Dentro del túnel también hay una galería de arte y teatro.
Londres puede seguir sorprendiéndote. ¿Alguna vez te has tomado cócteles en unos baños públicos? En Kentish Town, en el norte de Londres, puedes. La coctelería Ladies and Gents (2 Highgate Road NW5 1NR) está alojada en unos baños públicos de la época victoriana, por lo que no pasa desapercibida; y por la noche aún menos, ya que se ilumina con un cartel de neón. El acceso tampoco es muy sencillo, ya que las escaleras para bajar son empinadas como las que había en aquella época en la capital inglesa. Pero poco queda de aquellos baños una vez entras, aunque se han conservado parte de los azulejos blancos y un par de cisternas de pared que, ahora, comparten espacio con el mobiliario de un bar de copas. Diminuto pero muy acogedor, y con una carta de cócteles espectacular. De hecho, su delicioso Rhubarb&Custard (ruibarbo y natillas) se ha hecho famoso desde el primer día. Abre a partir de las 5 de la tarde y casi siempre está lleno. A pesar del poco espacio, muchas noches hay jazz en directo.
Y es que ya lo dijo Samuel Johnson, “cuando se está cansado de Londres, se está cansado de la vida; en Londres hay todo lo que la vida puede ofrecer”. Así que vive Londres disfrutando, descubriendo con curiosidad y con los ojos bien abiertos, hacia la ciudad… y no desde de un mapa recogido en un hotel cualquiera.