“Trabajo Absoluto” es la primera exposición individual del escultor Juan Luís Moraza en la Galería Espacio Mínimo. Presenta un desarrollo de series anteriores, como implejidades (2010), software (2011) o república (2014), que evocaban una encrucijada donde el cuerpo, el sujeto, sus herramientas, sus relaciones y sus organizaciones, entremezclaban sus funciones, perdiendo su identidad y fundiendo sus experiencias.
En tanto recibe el privilegio de una dedicación no alienada, trabajar es un placer para un artista. La natural laboriosidad de la vida se intensifica allí donde excede la necesidad en el deseo. La elaboración, el esfuerzo, la dedicación, la tensión, la concentración, la planificación, la intensidad, la dificultad, el sacrificio, forman parte de una manera de ser que es la consecuencia del hacer. Pero si el arte convierte al trabajo en su protagonista, no se referirá únicamente a su propia labor, sino a aquello que atraviesa las profesiones, las ocupaciones e incluso las vivencias. Sinónimo de esfuerzo, en el trabajo se ofician las esperanzas y los repudios; es lo que se evita cuando atenaza y lo que se busca desesperadamente cuando de él se carece; es lo que nos constituye y destruye.
La productividad destituye la excelencia del trabajo. Hoy se ha implantado una noción de “trabajo absoluto”, aplicada indistintamente a cualquier aspecto de nuestra existencia: trabajamos las emociones, trabajamos nuestro cuerpo, nuestras relaciones, nuestras formas de descanso, trabajamos nuestra imagen y nuestro futuro. No es la natural laboriosidad de lo real, sino la capitalización instrumental y acelerada de la experiencia; y para cada área de esta trabajosa vida, existen expertos, escuelas y empresas que contribuyen a perfeccionar y aumentar nuestra laboriosidad. Cada vez más estamos obligados a ser productivos hasta en el descanso, y competimos en un mercado total en el que la experiencia es ya plenamente cotizable. Vamos admitiendo una progresiva extensión del tiempo y del espacio del trabajo, deslocalizado y sin horarios; pero el tiempo del proceso se sustituye por instantaneidad del resultado; y hemos aprendido a convertir nuestro ocio en un sacrificio sin remuneración. Si no contribuye a un incremento de riqueza, vivir es considerado una forma de pereza. Del poder aprendemos a delegar el trabajo; y en el consumo, nos adiestramos en la redistribución de la riqueza a sus poseedores, como si fuésemos apenas un afanado eslabón perdido entre el dinero que cobramos y el dinero que gastamos. Pero en realidad, la laboriosidad, la nobleza del esfuerzo, la dedicación, el goce y el cuidado, el amor al trabajo bien hecho, sostienen la vida social mucho más que cualquier ley. La economía financiera disuelve el trabajo, lo que no significa que la humanidad deje de trabajar, sino que el trabajo persiste omnipresente sin ninguna de sus ventajas.
La exposición está compuesta por cuatro obras complementarias:
I. La fiesta como oficio. La fiesta universal del trabajo en un campo expandido, supone una indiscernibilidad espacial, temporal, funcional, psíquica, entre el trabajo y el descanso, entre el goce y la angustia, entre lo que no está prohibido y lo que es obligatorio. En esa pira, la vida entera se consume y es consumida. (Instalación).
II. Calendario de Fiestas Laborables. La fiesta del trabajo se extiende a los 366 días del año, y cada día incluye un aforismo sobre el trabajo absoluto. (Calendario de taco y despliegue de sus 366 hojas).
III. Erosis (oficios de goce). Lo que nos falta es lo que nos vincula, y lo que somos es lo que falta. El estar siendo es simultáneamente apertura y fricción, eros y erosión. (Figuras antropométricas desgastadas. Yeso).
IV. Nofondos. La lógica del signo exige un cierto contraste entre figura y fondo; cuando la escritura satura la imagen, eliminando el fondo, sólo un borrado puede funcionar como escritura. (Pizarras negras blanqueadas por tiza).
Juan Luis Moraza (Vitoria, 1960). Escultor. Profesor titular de la Universidad de Vigo. Viene realizando exposiciones desde 1980, entre las que cabe destacar la última realizada en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, titulada república (2014). Su obra forma parte de prestigiosas colecciones, tanto públicas (Guggenheim, Reina Sofía, ARTIUM, etc.), como privadas (Helga de Alvear, Rona Hoffman, Dona & Howard Stone, Fundación Coca-Cola, etc.). Ha comisariado numerosas exposiciones, como “El retorno de lo imaginario” (Reina Sofía, Madrid, 2010), Incógnitas. (Guggenheim-Bilbao, 2007), etc., y ha publicado varios libros como Corduras (2007), Ornamento y Ley (2007), Las formas del límite (2006), etc; y numerosos artículos en revistas y libros de colaboración.