Para los que hemos trabajado en algún momento o mantenemos una relación estrecha con el sector de las apuestas deportivas y el juego online siempre es difícil hablar con los demás sobre lo que hacemos. A día de hoy, en España, quienes van a un Casino a pasar un rato por la noche o acuden a locales de apuestas deportivas siguen estando estereotipados bajo el paraguas de la ludopatía. Tener gusto por las apuestas, por jugar al póker o por probar suerte con la ruleta provoca una mueca de incredulidad en la cara de la gente. “Ten cuidado”, suele ser la primera reacción de quien lo analiza desde fuera. El sector no se ha podido quitar la careta de ‘peligroso’ o ‘nocivo’ para la vida de las personas incluso después de la entrada en vigor de la nueva legislación sobre el juego en 2012.
De hecho, la impresión es que la regulación del sector y la apertura de una mayor oferta de casas de apuestas y locales de actividades han hecho aumentar los problemas de ludopatía desde hace cuatro o cinco años. Las asociaciones de terapeutas expertos que tratan a las personas afectadas denuncian una alarmante bajada de la edad media de ludópatas, que de padres ‘cuarentones’ han pasado a ser veinteañeros adictos al móvil o al ordenador e incluso menores de edad alejados de sus padres por temas de estudios. “Me gasté 130.000 euros de la indemnización de mi padre”, afirmaba un chico de pseudónimo Benito –no quiere utilizar su verdadero nombre- de solo 26 años y que se volvió adicto en apenas dos, en un artículo del diario El País hace pocos meses. Como él, muchos jóvenes se ven obligados a acudir a distintos grupos de terapia (conducidos generalmente por personas ex adictas que han logrado desengancharse) cada vez más a menudo. Estudios que verán la luz a finales de este año 2015 avanzan que entre un 0,5% y un 2% de la población puede considerarse ludópata.
Pero, ¿de verdad es todo tan malo hablando del juego y las apuestas deportivas? Para el que escribe, cuya relación con este pequeño mundo parte de sus aspiraciones de ser periodista deportivo (no hay pocos, precisamente, trabajando en el sector) las apuestas deportivas se abrieron ante él como un universo completamente desconocido cuyas interioridades han revelado ser más que interesantes y divertidas. Escribir contenidos sobre apuestas permite estar cerca del deporte desde otra perspectiva que tiene sus ventajas, pues obliga a mantener una atención permanente a los distintos eventos, poniendo un particular énfasis en resultados, datos estadísticos y pronósticos, pero sin ser víctima de la atroz competitividad entre compañeros profesionales (vergonzosa y lamentable, por cierto) que hay dentro del periodismo deportivo. Hablando de apuestas, nadie te da ‘puñaladas’ por la espalda.
Sin embargo, yendo un punto más allá, es necesario reclamar también que las apuestas deportivas en sí mismas pueden constituir una afición como cualquier otra, siempre que se practiquen acorde a unos parámetros bien definidos de seguridad y acotación de riesgos y objetivos. España sigue sintiendo pasión por las quinielas de fútbol cuando las opciones que ofrecen se reducen a la mera elección entre victoria, empate y derrota en una relación de quince partidos de fútbol cada fin de semana. Fuera de eso, el juego no da para más. Obviamente nos da la posibilidad de hacernos ricos si somos lo suficientemente buenos en nuestras predicciones y tenemos la enorme suerte de que haya un bote descomunal acumulado. Seguramente uno jamás gane con las apuestas deportivas en toda su vida tanto como puede ganar en un solo fin de semana con una quiniela, a pesar de que las posibilidades sean remotas. Pero la inmensa mayoría de los jugadores de quinielas no solo juegan por dinero, lo hacen por diversión. Por querer demostrarse a sí mismos cuánto saben de fútbol o ver cuántos resultados son capaces de adivinar. Apostando, ese componente lúdico se multiplica de forma casi infinita. La oferta no solo se reduce a fútbol, sino que abarca multitud de deportes, eventos y partidos, y con un abanico de posibilidades enorme en cada uno de ellos. Desde el resultado final hasta adivinar cuántos goles se marcarán, cuántas tarjetas habrá en un partido o cuántos juegos se jugarán en total en un duelo de tenis; o si la puntuación en un encuentro de la NBA será superior o inferior a una media determinada.
Un dato curioso que ayuda a ilustrar un poco más el secreto del beneficio en las apuestas deportivas va relacionado directamente con el control de la avidez del apostante a la hora de jugar. El problema llega cuando uno quiere enriquecerse de forma fácil haciendo apuestas, algo que nunca sucederá. Una apuesta a cuota 1.50, que significa que por cada euro apostado obtendremos 0,50€ adicionales si nuestra apuesta resulta ganadora, es un beneficio bastante mayor que el que cualquier banco nos proporcionaría al contratar alguno de sus productos financieros, con la necesidad de utilizar cantidades de dinero mucho mayores: un interés del 0,90%, por ejemplo, por mantener 6.000 Euros durante un periodo mínimo de un año en un depósito, un producto muy común en la banca. Evidentemente existe el factor de riesgo consistente en perder la apuesta, pero la diferencia (y he aquí precisamente la matriz del problema) es que lo normal es que una persona no apueste utilizando miles de euros. Ni tan siquiera cientos. Esa es la verdadera enseñanza que el sector debe procurar incentivar.
Concluimos, por tanto, que el juego y las apuestas deportivas no son una práctica en la que debamos depositar nuestras esperanzas de hacernos millonarios. Para eso siguen estando las loterías. También hay que recordar que cuando uno desea iniciarse en este mundo debe tener perfectamente claro en su cabeza qué cantidad de dinero desea utilizar a modo de pasatiempo –nunca a costa de quitarse de necesidades básicas para vivir, pues uno nunca debe gastar el dinero que no tiene, el primer consejo que se le da a cualquier apostante novato- y que jamás se debe pensar en recuperar pérdidas, la puerta hacia la adicción y la ludopatía. Lo que uno gasta, lo ha perdido. Los beneficios son un añadido a la diversión, nunca un objetivo primordial.
Al sector quizá le falta todavía ese empuje publicitario del componente de responsabilidad social que reclaman desde las asociaciones de terapeutas especializadas en la ludopatía. Hablamos de un mercado que tiene una tradición arraigada en países como el Reino Unido pero que en España es completamente nuevo, y seguramente ha nacido ya con el cartel puesto de negocio cercano a la mafia –y que me perdonen los grandes directivos de las casas, pero es lo que mucha gente piensa- a pesar de que dedicar un pequeño espacio de tiempo y dinero a jugar con amigos o familiares para ver quién acierta cuántos goles habrá en un partido de su equipo favorito puede ser tan sano como consumir en una cervecería. Somos conscientes de que abusar del alcohol provoca adicción, pero no consideramos la práctica en sí misma como algo malo sino como un ‘acto social’, y sin embargo mucha gente sigue señalando a quienes apuestan como ludópatas sin saber si lo hacen una vez al mes. Está claro que hablamos de un negocio como cualquier otro, en el que las grandes empresas buscan un beneficio y para ello se valen de todos los medios a su alcance, incluyendo una publicidad, quizá, todavía demasiado agresiva. "Escogen a iconos como Nadal para atrapar a gente muy joven", reclama Roberto, un ex adicto al póker online cuyos testimonios también recoge el diario El País. No son pocos los que critican que multitud de iconos del deporte presten su imagen incitando a jugar, pero la visión no es la misma si un puñado de futbolistas anuncian bebidas alcohólicas a través de la televisión. Esa es la asignatura pendiente del sector, educar a la gente… e ir aprendiendo de una sociedad poco acostumbrada al juego.