F2 Galería presenta “José María Guijarro: Sala de espera + El lugar del desasosiego”, una exposición comisariada por Miguel Amado y realizada en el contexto de la iniciativa a3bandas. Esta exposición se compone de una individual del artista español José María Guijarro, representado por F2 Galería, y una colectiva con los artistas internacionales Adriano Amaral, Sérgio Carronha, Carolina Caycedo, Fokus Grupa, Marcos Ávila Forero, Kiluanji Kia Henda, Maria Laet, Gresham Tapiwa Nyaude, Mel O’Callaghan, Yazid Oulab y Carla Zaccagnini. a3Bandas es un evento anual gestionado por hablarenarte: en el que comisarios invitados organizan exposiciones en galerías madrileñas con artistas que estas no representan.
Introducciòn
Este proyecto se compone de dos exposiciones: una individual del artista español José María Guijarro y otra colectiva de once artistas internacionales, ambas reunidas en una sola galería. La muestra de Guijarro, Sala de espera, revisa su producción con obras creadas a partir del final de los años 80 y con una escultura reciente. En todas las piezas puede advertirse su ininterrumpido interés por las interpretaciones metafísicas (con matices políticos) del paisaje, el cuerpo, el lenguaje y los objetos. La otra muestra, El lugar del desasosiego, consta de obras recientes que exploran perspectivas contemporáneas de la representación de la naturaleza o la figura humana; la experimentación con la palabra escrita y hablada; y descripciones del entorno construido.
“Sala de espera” son las palabras escritas a mano que se leen en la parte superior de un esbozo de diez sillas sin asiento, que Guijarro realizo en un modesto trozo de papel. Con este dibujo —o, más exactamente, el boceto y sus notas—, que data de 1988, se sentaron las bases para sus posteriores montajes de grupos de sillas sin asiento. En algunas situaciones, Guijarro las ha fijado a la pared en distintas posiciones, desde en línea hasta ramificadas, como en Sin título (2007). Otras veces, las ha diseminado por una o varias salas, ocupando desordenadamente la galería. En ambos casos, el artista examina tanto la cualidad material como los rasgos existenciales de estos artículos, especulando sobre la relación entre su función puramente física y las vivencias de quienes las utilizaron.
La silla es un mueble pensado para acomodar el cuerpo. Alterando los elementos que usa en sus instalaciones, Guijarro aclara que ellos sólo le interesan como metáfora, como vehículo para expresar sus inquietudes respecto al mundo. Una actitud parecida surge en Sin título (2014), dos piernas de madera en pie y una cabeza en el suelo. La obra evoca una representación clásica de la figura humana; pero el torso y las extremidades superiores ausentes, así cómo la alusión a la decapitación, apuntan a acontecimientos traumáticos: por ejemplo, la guerra.
Una sala de espera es esa zona —tal vez en una consulta médica, puede que en un aeropuerto— donde nos sentamos (o nos quedamos de pie) esperando un suceso inminente. Cuando Guijarro quiso abordar por primera vez este tema, en 1988, es probable que lo mirara desde un punto de vista personal, como una escena aislada en la que acababa de fijarse. Pero con el tiempo, ha indagado sobre ello de una forma más exhaustiva, atribuyéndole un profundo significado: el de espacio en suspense, donde está a punto de suceder una transición, por lo que genera expectación o ansiedad. Lejos de ser un lugar de descanso, suele acoger cierta inquietud, un estado que todos experimentamos en algún momento.
Todo esto conforma la selección de obras de once artistas internacionales presentes en El lugar del desasosiego. La exposición se refleja en el trabajo de Guijarro; las piezas exploran las cuestiones que le interesan desde otra perspectiva, llevándolas a un territorio desconocido y poniendo en escena nuevas visiones de los debates que plantea. Pero estas obras no sólo dialogan con la producción de Guijarro, sino que cobran autonomía al sugerir una constelación de ideas e imágenes que expresan lo espiritual al tiempo que reflexionan sobre acuciantes asuntos de la sociedad.
El dibujo de Carla Zaccagnini recuerda los gestos iconoclastas de las sufragistas inglesas entre 1913 y 1914, reproduciendo un ataque a un desnudo femenino de Velázquez. En una serie de pinturas, Gresham Tapiwa Nyaude retrata a un hombre que interactúa con un televisor de diversos modos, inmortalizando la fusión entre cuerpo y máquina. La fotografía Compacted Distance (2014), de Kiluanji Kia Henda, representa un muro de ladrillo erigido en un desierto con dos aperturas que recuerdan siluetas, remitiendo a fronteras que se cruzan por barreras derribadas y a espejismos. Los vídeos de Marcos Ávila Forero y Carolina Caycedo registran las estrategias de supervivencia de poblaciones sudamericanas desplazadas, centrándose en la transformación de los territorios que habitan y los conflic- tos de los que huyen.
En la escultura de Fokus Grupa, un símbolo medioambiental —la réplica de una rama de roble— condensa la relación entre nacionalismo y economía. Las esculturas de Yazid Oulab, en las que emplea materiales como alambre de espino para diseñar palabras —como en Não (2014)— perfilan motivos tumultuosos que a menudo conjuran la idea de sacrificio. Las esculturas de Sérgio Carronha y Mel O’Callaghan —formas no siempre reconocibles de arcilla, amarras y diversos minerales— transmiten una atmósfera mágica de la que emana un misticismo telúrico. Los monotipos de Maria Laet, Sem Título (Gaze), (2014), aluden a la piel y otras membranas que revelan y ocultan. Análogo efecto consigue la escultura de Adriano Amaral, una lámina de plástico blanco colgada del techo que subraya la tensión entre transparencia y opacidad. - Miguel Amado