Nogueras Blanchard se complace en presentar One strike, everything is scattered, en la que participan Hans-Peter Feldmann (1941, Düsseldorf), Marine Hugonnier (1969, París), Perejaume (1957, Sant Pol de Mar,Barcelona), Valeska Soares (1957, Belo Horizonte, Brasil) y Antoni Tàpies, (1923 - 2012, Barcelona). La propuesta gira en torno a la idea de pintura en su vertiente más tradicional y reflexiona sobre cómo artistas contemporáneos siguen enfrentándose a las corrientes clásicas haciendo uso de herramientas y procesos propios de éstas mismas.
Las obras de los artistas se despliegan en un espacio totalmente alejado de la neutralidad del cubo blanco en la que «la aparente simplicidad centra la atención sin distracciones en la realidad directa del objeto», y se articulan con otros elementos, dispuestos por el arquitecto e interiorista Jean Porsche. Esta puesta en escena nos acerca más bien a la idea del Salón de París cuyo origen data en 1673, con la primera exposición de arte semipública organizada por Real academia de pintura y escultura, que tuvo lugar en el Salon Carré (Salón Cuadrado) del Louvre. Pocas obras ajenas al espíritu tradicional se desplegaban en las paredes del Salón edición tras edición, situación que terminó por provocar disidencias y escisiones que tuvieron como fruto diversidad en la escena artística.
One strike, everything is scattered hace referencia al gesto sencillo que supone efectos significativos. Así, la exposición toma nombre de una página del libro infantil Sobre dos cuadrados: Cuento suprematista sobre dos cuadrados en seis construcciones 2 (1920) publicado en plena efervescencia del suprematismo y el constructivismo por El Lissitzky 3 (1890-1941), en la que los dos cuadrados cósmicos rompen con todo el orden establecido y lo reconstruyen a su antojo a partiendo de un simple golpe. El libro -más allá de la alegoría política y la metáfora del diálogo entre las concepciones cósmicas del suprematismo y las nuevas ideas constructivistas en el campo tipográfico- pretendía ser un estímulo para el juego activo animando a componer, pintar y construir.
De este mismo modo, las obras propuestas en la exposición parten de pintura que, a través de diferentes estrategias, abandona su condición clásica inicial para resignificarse y reconstruirse, articulando así nuevos discursos y reflexiones en torno al medio pictórico y sus cosmologías: Feldmann, con un humor sorprendente y una intervención sutil, reconstruye sistemáticamente imágenes preexistentes –la cara de ningún artista en la historia es tan reconocible al instante como la de Rembrandt– para reflexionar sobre la representación y la construcción de ideologías; en la obra de Tàpies el juego de apropiación continúa, pero no de una imagen vernacular, sino de la del retrato de su propio abuelo, trasformando ese gesto sutil en procaz, agregando una veladura de su propia iconoclasia para dar lugar a una imagen inédita hasta la fecha; Soares por su parte rescata imágenes olvidadas –siempre retratos de mujeres– que en algún momento formaron parte del universo afectivo de alguien, mostrándonos sólo una pequeña sección, un fantasma de la imagen omitida, sobre el reverso de la propia imagen alterado por la artista, una superficie monocroma; por otro lado, Hugonnier indaga en la temporalidad de la pintura, examinando el proceso de restauración como algo que induce a la obra de arte a vivir en el presente como lo hizo en el pasado, pero que al hacerlo, altera sus efectos, cambiando su estado y condiciones de comprensión; finalmente el gesto de Perejaume constituye la ruptura total del cuadrado, construyendo y re-articulando referencias a la obra pictórica de paisaje, precisamente con los propios elementos que la definen y delimitan.