Estamos en un bunker en la Tierra aunque deberíamos de estar en una nave espacial camino a Marte. Cada pieza de esta sala a prueba de radiaciones es un vestigio y una anotación bibliográfica (y epistémica) que nos explican El Colapso. Dawn (Amanecer) es un hongo atómico labrado en roca sedimentaria que hace referencia a la novela homónima de Octavia Butler. Aquí no hubo una guerra mundial; fue un antropoceno de baja revolución pero irreversible en el que simplemente, el mundo empezó a desmoronarse. La distopía fue peor de lo que la ciencia ficción pudo adelantar: hubieron plagas, inundaciones, incendios, epidemias, sequías y contaminación que quedaron asimiladas al futuro mesiánico que se gestaba en Internet.
El neoliberalismo digital estableció una dominación total que empezó como una fábula donde la economía de mercado se presentaba como la mejor opción para reducir la pobreza. Pero poco después aparecieron modalidades de explotación inéditas que fueron perfeccionadas en Sillicon Valley. The handsmaid's tales son unos telones metálicos que parecen recubrir cuerpos en desintegración. Estas formas iluminadas hacen un guiño tanto a El cuento de la criada, de Margaret Atwood y La parábola del sembrador de Octavia Butler. Por el 2025 se restablecieron regímenes disciplinarios; las garantías ciudadanas fueron canceladas, y las mujeres, los cuerpos racializados, las minorías sexuales, y de género, los animales y su descendencia se convirtieron en cuerpos subalternos al servicio de una nueva economía binaria, masculina, hetero y blanca. Perfect lovers (Pioneer plaques), es una serie de seis grabados en bicolam que fue hecha a partir de la placa original que mandaron al espacio, en donde se representaba una pareja heterosexual, el lenguaje binario y la partícula de hidrógeno para cimentar nuestra integración a lo Universal. Las versiones posteriores quedaron como reliquias de las posibilidades eróticas que fueron canceladas.
Time is out of joint expresa Hamlet al darse cuenta que la substancia del tiempo había sido alterada con el asesinato de su padre y el matrimonio de su madre con el asesino. El tiempo se separa, se contracta y se distiende… En la sala, unos pulmones de silicón rosa se inflan y desinflan a destiempo, y es esta asincronía que funciona como un reloj de pared que ya no se puede calibrar. Cuando vinieron las epidemias respiratorias se crearon bronquios artificiales; después se extrajo la consciencia del cuerpo para depositarla en un dropbox. Pero fue inútil; el virus respiratorio no hizo más que replicar las formas de abuso perpetradas por instancias domésticas, políticas, religiosas y culturales. Como afirma Paul B. Preciado, el cuerpo es una «somateca», un archivo político vivo en el que se instituyen formas de poder. Nuestra destrucción se inoculó con la naturalización de un mensaje repetido.
Do androids dream? (¿Acaso sueñan los androides?) Todo ardió como los fueles fósiles. Algunos sobrevivieron el envenenamiento plástico, las migraciones forzadas, la crisis climática. Antes, nuestras mascotas se hicieron cargo de administrar los procesos de malestar de nuestra sociedad. Eran perfectas, ofrecían una experiencia del afecto compartida y al mismo tiempo especificidades y códigos por descifrar. En la novela ¿Sueñan los androides con borregos eléctricos? las plantas y los animales han sido reemplazados -el agua y la comida se volvieron un lujo- por su versión artificial. Conservamos una flor mecánica de metal con pétalos de acrílico para hacernos compañía.
Culminaba la historia natural de la humanidad. No anticipamos que el último fascismo fuera encarnado por los Tech bros. Ellon, Jeff, Mark y todos sus amigos se alzaron como los nuevos Übermenschen con espectro sociópata que financiaron el derecho a programar nuestro futuro.
Crearon una economía circular entorno a sí mismos que reemplazó a los gobiernos del mundo, a los antiguos procesos de selección natural y a Dios. Su ascenso fue tan rápido que ni siquiera tuvieron tiempo de diseñar la transición planetaria. La élite tecnocrática que podía salvar el mundo, actuó como un algoritmo que convirtió a gente muy rica en cada vez más rica, y al resto de la humanidad en un excedente. Trasladaron los relatos del patriarcado y del colonialismo a un Zion espacial, y como en el Nuevo Testamento, Los CEO orquestaron un gran éxodo que llevaría a los tecnotrillonarios hacia la salvación en Marte, mientras el resto de la población quedaba atrás. Pero esta nave nunca despegó.
Otras sí lo hicieron. En agosto de 1977, la NASA lanzó al espacio una sonda interestelar cuya misión era estudiar el espacio más allá de la helióesfera del Sol. El Voyager 2 llevaba un disco dorado curado por Carl Sagan, con fotografías de la Tierra y los distintos animales, música del mundo, y un saludo en 44 idiomas, como testamento de la creatividad del ser humano y su voluntad de conectarse con el resto del cosmos. La sonda visitó exitosamente los sistemas de Jova en 1979, de Saturno en 1981, de Urano en 1986, de Neptuno en 1989. En el 2018 dejó la helióesfera del Sol y entro en el medio interestelar, el espacio entre las estrellas de una galaxia, compuesto de gas y polvo. The silence of God (El silencio de Dios) es una nave que observa esta constante gravitacional: Como en la canción de Bowie que inspiró el título de la exposición, vivimos solos, inmersos en nuestras propias ruinas, ante el mutismo astral.
(Texto por Papús von Saenger)