Lucio Anneo Séneca, filósofo y dramaturgo romano del siglo I d.C., recuerda:
¿No ves cómo los teatros resuenan de aplausos cada vez que se pronuncian frases que todos reconocemos y unánimemente sabemos que son verdaderas?
La exposición alojada en el Museo del Ara Pacis (Altar de la Paz) renueva la fuerza vital de las funciones teatrales, su popularidad, así como las difíciles vivencias de los actores y de los otros grandes protagonistas del mundo teatral en la antigua Roma.
Se introduce al “espectador” más allá del escenario, dentro de los mecanismos de producción, en los vestuarios de los actores, en las tablas de aquellos teatros: una reconstrucción viva, donde los mismos protagonistas -valiéndose de intervenciones multimedia- involucran al público narrando sus vidas, las historias que han interpretado, sendos papeles de autores o actores en una sociedad tan similar y al tiempo tan diferente de la nuestra.
Una sociedad que contaba con más de mil grandes teatros monumentales que surgían en el imperio romano, el que hoy día consideramos el sistema mediático más eficaz de la antigüedad.
La exposición reúne más de 240 obras procedentes de 25 diversos prestadores con un recorrido expositivo rico de auténticas rarezas como, por ejemplo, la copa de producción ática del Museo Arqueológico Nacional de Florencia con una de las rarísimas representaciones de una procesión en honor de Dionisio, dios del teatro: un ejemplar único de máscara antigua de terracota del Museo Arqueológico Regional ‘Paolo Orsi’ de Siracusa o la famosa vasija de Pronomos del Museo Arqueológico de Nápoles, quizás el más importante entre los hallazgos de tema teatral.
Asimismo, entre la variedad de las piezas arqueológicas seleccionadas, cabe destacar las extraordinarias caretas miniaturizadas de la tragedia y comedia griegas, procedentes de la isla de Lipari, estatuillas de actores, bailarines y malabaristas del universo magnogriego (la dominación griega en Italia); la representación del nacimiento de Helena del Huevo en una vasija magnogriega de la serie que ilustra las comedias flácicas, una serie de miniaturas teatrales, muchas de ellas jamás exhibidas, que llegan de Tarquinia; respecto al sector de la música de acompañamiento, delicados instrumentos musicales originales, restos de cítaras, serpientes, sistros (especie de sonajeros) muchos de los cuales han sido reproducidos fielmente en esta ocasión para facilitar al visitante experimentar el sonido; un muestrario de modelos de caretas jamás expuestos en Roma, procedentes del taller de un artesano de Pompeya, los grandes frescos de un vestuario para la compañía teatral del teatro romano de Nemi, una serie de 12 gemas de época romana de tema teatral; el extraordinario retrato de Marcelo y la máscara de bronce de Paposileno de la colección Fundación Sorgente Group.
El contenido invita a un viaje a lo largo de los siglos, con un especial “focus” de la edad augusta, que con la implicación directa del visitante/espectador, se propone alcanzar su punto de fuerza. La narración arranca de las raíces griegas, sicilianas, magnogriegas, etruscas e itálicas del teatro romano, desde el origen religioso del ludus y de los primeros escenarios de madera, para llegar al esplendor de los grandes teatros pensados para decenas de miles de espectadores, con arquitecturas que -como el foro o el templo- caracterizaron la forma urbis del imperio.
Y son las máscaras las que constituyen el hilo conductor de esta inmersión: desde las más antiguas (siglo V a.C.) a las helenísticas de los siglos III y II a.C. hasta las espectaculares de época romana. Las caretas son también “caracteres” escénicos de larga duración, trágicos, cómicos y grotescos: así el visitante puede descubrir el origen antiquísimo de tantos personajes del teatro moderno, desde el viejo misántropo al joven seductor, desde el siervo listo a los jóvenes amantes con sendas barreras por las diferentes condiciones sociales.
Siete apartados se articulan a través de otras tantas secciones con un seguimiento narrativo en sentido cronológico: la primera rememora la importancia del culto dionisíaco en las raíces de la tradición teatral griega y el valor del teatro para la vida democrática de Atenas; la segunda resalta la aportación de Etruria, Magna Grecia e itálicos al nacimiento del teatro latino; la tercera presenta la tradición cómica romana, pasando de la construcción de los personajes, los tipos humanos en Plauto, al espíritu reflexivo e introspectivo de los personajes de Terencio; la cuarta presenta los principales protagonistas de la producción trágica en época republicana enfocando dos personajes de grande importancia como Séneca y Nerón; la quinta se centra en la vida de actores, bailarines, músicos y mimos según los testimonios que nos dan cuenta de lo que hacían en el escenario y qué había “más allá de la escena”; la sexta parte reflexiona sobre la herencia monumental dejada por el teatro antiguo, valiéndose de ruinas arquitectónicas, en muchos casos majestuosas y aún funcionantes.
La transición de la Roma republicana hacia el régimen imperial del siglo I a.C., ve la construcción de los primeros teatros estables en Roma y la codificación de sus formas. En pocos decenios surgen tres grandes teatros romanos de albañilería: el teatro de Pompeyo (61-65 a.C.), cuya memoria aparece solo en la topografía de Roma, el de Cornelio Balbo (13 a.C.), desaparecido, y el teatro de Marcelo, casi contemporáneo al anterior y parcialmente conservado, titulado por Augusto a la memoria de su querido sobrino.
Cada sección se enriquece de instalaciones multimedia: tomas aéreas, videomapping, postaciones interactivas, además de intervenciones por parte de actores dando voz a los autores y a los protagonistas del teatro antiguo, que se abre al contemporáneo en la última parte de la exposición. Y lo hace por medio de carteles históricos de funciones realizadas en el teatro griego de Siracusa, vídeos de puestas en escena contemporáneas y otros testimonios materiales y fotográficos. La narración se concluye con una panorámica de la vitalidad del teatro clásico desde inicios del siglo XX hasta nuestros días. Se trata de un excursus en el teatro antiguo romano al que no le falta ni un detalle.