Albert Einstein se equivocó respecto al Dios de Baruch Spinoza, y también fallaron quienes desde el dogmatismo religioso condenaron a este filósofo neerlandés de origen sefardí.

El dios de Albert Einstein, según su confesión, es el de Baruch Spinoza, por lo tanto, para comprender a ese dios, debemos descubrir al de Spinoza. Según el creador de la Teoría de la Relatividad General y de la Teoría de la Relatividad Especial, el universo y dios se identifican, no están separados, tampoco conectados, simplemente son lo mismo, y según él, así es el dios de Spinoza, pero estaba equivocado, tan equivocado como las autoridades religiosas que condenaron al filósofo acusándolo de descreído y enemigo de sus dogmas.

El gran Albert Einstein, uno de los más grandes científicos de todos los tiempos, no aquilató el sentido filosófico integral, el valor científico y el mérito histórico de uno de los pensadores más importantes del siglo XVII europeo y, en general, de la filosofía universal. No estaba obligado a esto, él no era filósofo, no había estudiado en detalle la metafísica, ontología y epistemología de Spinoza, y su aseveración sobre el dios del autor de la Ética demostrada según el orden geométrico ocasionó una monumental confusión y desorientación hasta nuestros días, no tanto por él, como por el enfoque de los medios de comunicación.

René Descartes y Baruch Spinoza

En 1637 se publicó el Discurso del método, y en 1641 aparecieron las Meditaciones metafísicas, ambas obras debidas al genio matemático de René Descartes (1596-1650). En ellas se expone una teoría según la cual la realidad se divide en tres sustancias: la extensión, el pensamiento y dios. De acuerdo con Descartes, en las determinaciones del pensamiento no hay nada extenso, y viceversa. En otras palabras, el pensamiento no se deriva de la extensión ni la extensión, del pensamiento, y esto lleva a la siguiente pregunta: ¿cómo es posible la conexión entre ambos observada en la experiencia empírica, si estas sustancias están por completo separadas?

Esta interrogante se conoce como el problema cartesiano, y nuestro filósofo y matemático responde: la intervención de dios hace posible la conexión extensión-pensamiento. Bueno, cada quien es hijo de las posibilidades de su tiempo, y no son muchos quienes logran trascenderlo, si René Descartes hubiese vivido entre 1990 y 2000, en la llamada Década del Cerebro, se hubiese percatado de un hecho clave por completo ausente en su teoría de las tres sustancias: las investigaciones científicas, humanistas y neuro-científicas del siglo XX evidencian la interconexión natural, estructural, de la extensión y el pensamiento, la materia y la ideación. Esta interconexión no ocurre como resultado de una intervención divina, pertenece a la estructura intrínseca de la realidad tal como se ha generado en el proceso evolutivo. Las investigaciones más recientes en torno a la relación cerebro-conducta, neuroanatomía, biología, genética, psiquiatría y neurología, prueban el carácter natural de la relación mente-extensión.

Descartes no tenía en su poder estos estudios, no podía tenerlos, ni experimentó la revolución científico-tecnológica del siglo XX. Él no estaba en condiciones de atisbar lo que sería demostrado siglos después de su fallecimiento; pero sorpresa, tampoco Baruch Spinoza (1632-1677) contaba con tales estudios, y sin embargo el filósofo neerlandés sí atisbó, observó y analizó la profunda unidad natural de la extensión y el pensamiento, y él no requirió explicarla a través de una intervención sobrenatural. Si dibujamos una curva en la mente, de acuerdo a su expresión algebraica, la misma resulta congruente con la curva en el espacio extenso; la forma de la curva en el pensamiento es idéntica a la forma de la curva en la realidad externa a la ideación matemática y geométrica.

Spinoza postuló la existencia de una única realidad con atributos infinitos. No existen tres sustancias separadas —pensamiento, extensión, Dios—, sino una sola donde de manera natural y simultánea permanecen fusionadas todas sus dimensiones. Este planteamiento, sin duda, sedujo a Albert Einstein. En la cosmovisión del conocido científico, el universo es también una realidad total, única, y sus leyes naturales explican su dinamismo, pero en Spinoza existe mucho más de lo observado por Einstein. Veamos.

El espiritualismo de Baruch Spinoza

En Rijnsburg, cerca de Endegeest, lugar donde había residido René Descartes, Baruch Spinoza inició la creación de su libro más conocido, titulado Ética: demostrada según el orden geométrico. En esta obra se encuentran las ideas filosóficas principales de nuestro personaje, y el planteamiento que sedujo a Einstein y escandalizó a los religiosos de su tiempo, quienes lo expulsaron de la organización a la cual pertenecía (una sinagoga) el 27 de julio de 1656. Spinoza fue declarado maldito de día y de noche, y las autoridades instruyeron no leer sus obras, no prestarle ninguna ayuda ni mantener ningún tipo de relación con él.

La cosmovisión expresada en la Ética puede resumirse en las siguientes tesis:

Primera, no existen tres sustancias, como defiende Descartes, sino una única realidad o sustancia infinita, a la cual se le puede denominar, de forma indistinta, dios o naturaleza.

Segunda, en esa única realidad (dios-naturaleza) existen infinitos atributos, de los cuales apenas se conocen dos, el pensamiento y la extensión.

Tercera, en los atributos de dios-naturaleza se dan las afecciones de dios, o como los llama nuestro filósofo, los “modos” de dios. En este marco categorial, los cuerpos son los modos del atributo de la extensión y las ideas son los modos del atributo del pensamiento.

Cuarta, atributos y modos se encuentran en dios-naturaleza, no al revés. Por lo tanto, dios-naturaleza trasciende en sus otros atributos aún no conocidos a los atributos de la extensión y el pensamiento.

Quinta, la investigación de Spinoza es conducida en una dirección distinta a la cartesiana. Él busca desentrañar las conexiones naturales entre los distintos niveles de la realidad, lo cual constituye el propósito de las ciencias y de la sabiduría.

Sexta, pero si lo único existente es dios-naturaleza, entonces debe responderse una pregunta clave: ¿qué es dios en la unidad de sus atributos y modos?, y Spinoza contesta: dios es una sustancia infinita de la cual conocemos dos de sus infinitos atributos (pensamiento y extensión) y sus modos correspondientes, pero estos no agotan su infinitud. Esta es la clave de mi tesis: la extensión y el pensamiento no agotan la infinitud de la sustancia única, y, por lo tanto, es inválido reducir a dios-naturaleza solo a pensamiento y extensión.

Séptima, en el universo conocido, dios-naturaleza es pensamiento corporeizado, y cuerpo transmutado en pensamiento. Dicho en términos contemporáneos: dios-naturaleza es, de manera simultánea, espiritualidad materializada y materialidad divinizada. En esto consiste la espiritualidad total de Baruch Spinoza, muy distinta al denominado sentimiento religioso cósmico atribuido a Albert Einstein. Dios-naturaleza es espiritualidad per se, por sí mismo considerado, el sentimiento religioso cósmico es emocional-subjetivista.

La confusión de Albert Einstein

En la proposición XXIX de la primera parte de la Ética se encuentra este texto:

Todo lo que es, es en Dios, y Dios no puede ser llamado cosa contingente, porque existe necesariamente... Por lo que se refiere a los modos de la naturaleza de Dios, sabemos que se han seguido de esta naturaleza necesariamente también, no de un modo contingente... Además Dios es causa de estos modos, no solo en tanto que existen simplemente, sino también en tanto se les considera como determinados a producir algún efecto. Si no son determinados por Dios, es imposible pero no contingente, que se determinen por sí mismos; y si, por el contrario, son determinados por Dios, es imposible, pero no contingente, que se hagan ellos mismos indeterminados. Por consiguiente, todo está determinado por la necesidad de la naturaleza divina, no solamente de existir, sino también de existir y de producir algún efecto de cierta manera, y no hay nada contingente.

Del pensamiento citado se desprende la siguiente tesis: dios-naturaleza es lo que es, y no puede ser de otra manera, y todo lo que existe, existe en dios-naturaleza por necesidad de sus leyes naturales. En el libro El gran diseño, de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, se expone una perspectiva asimilable a la tesis de Spinoza, y, otra sorpresa, es también coincidente con el pensamiento de Pablo de Tarso, uno de los creadores del cristianismo, cuando escribe “En Dios vivimos, nos movemos y existimos…”, es decir, “Todo lo que es, es en Dios…”, dicho sea en términos de Baruch Spinoza. En estos planteamientos de Spinoza, Einstein, Hawking, Mlodinow y Pablo se postula el principio de inmanencia absoluta, pero en Baruch Spinoza existe algo más y decisivo. Ahondemos un poco más en las ideas spinozianas.

Primero, como he dicho, el dios-naturaleza de Spinoza es infinito, y de él solo conocemos dos atributos y sus modos (pensamiento y extensión, cuerpos e ideas). Los infinitos atributos de dios-naturaleza van conociéndose poco a poco a través de los avances científicos y de la sabiduría. Reitero, el pensamiento y la extensión no agotan la infinitud dios-naturaleza. Al afirmar esto, la consecuencia es notoria y notable: dios-naturaleza trasciende los atributos del pensamiento y la extensión si nos colocamos en la perspectiva de su infinitud, pero visto desde el plano de realidad en el cual nos desenvolvemos dios-naturaleza es inmanente a los dos atributos conocidos. La inmanencia es, por lo tanto, relativizada en la tesis de Spinoza según sea la perspectiva asumida. Dios-naturaleza es inmanente y trascendente al mismo tiempo, pero su trascendencia no debe entenderse como si estuviese separado y fuera del universo.

Segundo, el universo conocido de Einstein, en cuanto pensamiento y extensión, se identifica con dios, pero el dios-naturaleza de Spinoza contiene un infinito número de atributos y, por lo tanto, no se reduce a los dos que conocemos.

Tercero, conviene tener presente la existencia de una gnosis inherente a la filosofía de Spinoza. Me explico. En la visión científica habitual en tiempos de Albert Einstein se sostiene una realidad objetiva respecto a la cual el sujeto cognoscente ejerce sus facultades racionales para conocerla, pero en Spinoza ese dualismo sujeto-objeto no es aceptable porque la mente es una parte nuclear de la realidad, no hay separación, ni yuxtaposición, sino unidad sujeto-objeto, condicionalidad recíproca, fusión pensamiento-extensión, fusión mente finita-mente infinita.

Cuarto, la mente humana, dicho en el lenguaje de Spinoza, forma parte del amor infinito con el cual dios-naturaleza se ama a sí mismo, y esto implica, como bien sostiene el autor de la Ética, que el bien más alto para el ser humano es conocer y amar a dios. El pensamiento de Baruch Spinoza, en cuanto gnosis, culmina no en una teología, sino en una actividad (el amor), y es por el amor que el ser humano es capax infiniti, capax Dei (capaz de infinito, capaz de dios).

Quinto, finalmente, en su teoría política, Spinoza sostiene el primado de la libertad como eje transversal de la convivencia social. El pluralismo de ideas, intereses y experiencias se basa en ese primado, y es así como la comunidad social, a través del pluralismo, alcanza la concordia perfecta. Cabe preguntar: si en el orden de la metafísica del dios-naturaleza opera una necesidad determinística regida por leyes, ¿cómo es posible un sistema histórico, social y político donde el factor principal sea el indeterminismo de la libertad? Esto parece ser una contradicción interna en la cosmovisión de Spinoza, y así ha sido visto por algunos estudiosos, pero para efectos de este ensayo indica otra cosa: la libertad es una instancia poderosa del ser interior, aun cuando lo más fácil de observar, medir y conocer sea el engranaje de leyes naturales contenidas en dios-naturaleza.

Las realidades históricas son modos de los atributos de extensión y pensamiento del dios-naturaleza y, por lo tanto, en esa sustancia única e infinita existiría una especie de fisura dentro de la totalidad de entrelazamientos necesarios: la libertad civil y la libertad interior, como poderes de autodeterminación. Si llevo razón en esta interpretación, entonces la primacía de la libertad en la tesis política de Spinoza conduce a la primacía de este mismo factor en la metafísica del dios-naturaleza, y esto conlleva una reinterpretación completa de su pensamiento.

Prisioneros en el lenguaje

Cuando se estudia la vida y obra de Baruch Spinoza se observa la existencia de lenguajes acusadores, construidos en función de los poderes fácticos establecidos. Desde su religión se le maldijo y expulsó, en la tradición oficial del cristianismo se le ha llamado ateo y en las historias al uso de la filosofía se le presenta como un cartesiano rebelde partidario de un inmanentismo absoluto y panteísta. En todas estas apreciaciones se utilizan parejas de palabras como “inmanente-trascendente”, “creyente-ateo”, “dios creador-dios no creador”, “materia-espíritu”, “cuerpo-pensamiento”, “unidad-separación”. Se trata de juegos del lenguaje en función no de la verdad de una vida, sino de intereses de poder e intencionalidades políticas e ideológicas de control social. Es necesario preguntarse si la vida y el pensamiento de Baruch Spinoza quedan expresados en semejantes juegos lingüísticos o si, por el contrario, lo experimentado y escrito por este hombre transgrede tales dualismos lingüísticos y apunta hacia realidades mucho más profundas y definitivas inexpresables en nociones como las indicadas.

Dos ejemplos, si el dios-naturaleza de Spinoza es por completo inmanente, entonces su potencia creadora y su creatividad le pertenecen necesariamente, y si en la epistemología de Spinoza lo principal es el amor, conviene hablar de una inteligencia dialéctica y sintiente de carácter experiencial, y no de un saber lógico-formal, teórico conceptual. En otras palabras, lo inmanente no se opone al elemento creador, y no se ve porqué en la filosofía tradicional lo inmanente es contrario a la creación y la creatividad; y si el conocimiento es actividad amorosa, no se ve porqué en la filosofía tradicional se habla de teórico y práctico como si fuesen contrarios, cuando ambos elementos se fusionan en la actividad. Mucha luz ha de generarse sobre la cosmovisión y la vida de Baruch Spinoza, los denominados saberes oficiales no solo son mínimos, sino también parciales, incompletos e interesados.

Albert Einstein, en definitiva, se mantuvo muy lejos de considerar al “dios de Spinoza” incorporando los contenidos indicados en este ensayo. Como expresé al inicio de este artículo, su frase sobre el “dios de Spinoza” no se fundamenta en un estudio detallado de la metafísica, ontología y epistemología del filósofo neerlandés. Esta misma precipitación e inconclusión se observa en muchos científicos cuando ofrecen opiniones filosóficas. Einstein, cuya obra científica es maravillosa, en este punto redujo el dios-naturaleza de Spinoza a solo pensamiento y extensión. En este reduccionismo consistió su equivocación.

Obras principales de Baruch Spinoza

  • Principios de filosofía de Descartes demostrados según el método geométrico
  • Pensamientos metafísicos
  • Tratado teológico-político
  • Tratado de la reforma del entendimiento
  • Ética demostrada según el orden geométrico
  • Tratado político
  • Correspondencia
  • Compendio de gramática hebrea
  • Cálculo de probabilidades.