A pesar de sufrir un doble rechazo, por parte de heterosexuales y de homosexuales, lo cierto es que el número de estadounidenses que se identifican de esta manera (bisexuales) ha aumentado según los datos publicados por la Encuesta Social General de 2018, que recopila datos a nivel nacional en Estados Unidos.
Los sociólogos D'Lane Compton y Tristan Bridges realizaron un análisis de los datos y llegaron a la conclusión de que se ha dado un aumento del 1%. La encuesta no ofrece una explicación de por qué ha aumentado la población bisexual en Estados Unidos. Una teoría es que se deba al hecho de que ha habido más representación de personas del colectivo LGTBIQ en televisión y cine en las últimas dos décadas.
Al fin y al cabo, muchos estudios, como los realizados por las universidades de Cornell y la de Essex han ratificado la teoría de que la heterosexualidad absoluta no existe. Para ello, reunieron a varios voluntarios (hombres y mujeres) a los que se les examinó la dilatación de la pupila como indicador de excitación sexual mientras veían pornografía con ambos sexos. Pues muchos de los que se definían como 100% heterosexuales, tuvieron dilataciones tan grandes que casi se les salen los ojos. Ni hablar de cómo se les dilató otra parte del cuerpo. A mi parecer, yo me concentraría más que en los ojos en este otro órgano que, en el caso de los hombres, tiene su propia personalidad.
El aumento de la bisexualidad puede estar relacionado con el de la de tipo político. Tenemos, ahora un aumento de la bisexualidad política. Esta la definimos cuando una persona se siente atraída al mismo tiempo a ideologías opuestas. A diferencia de la sexual, funciona a la inversa: en lugar de sentirse atraído por el mismo sexo, uno se atrae por el político contrario. En toda América, el incremento es sorprendente.
Por ejemplo, Donald Trump, después de un matrimonio con los kurdos, de un momento a otro, se volcó, los abandonó y se hizo novio de los turcos. En la Argentina, los seguidores de Macri, en un arrebato de ira, se fueron con los peronistas y se trajeron de regreso a la novia más fatídica y corrupta. Ni qué de hablar en Ecuador en donde los novios de Correa cambiaron de opinión y se fueron con Lenín Moreno. Chile, que era el país que parecía más prudente de la región, ha tenido una ruptura con Piñera. Ni qué hablar de los seguidores de Lula en Brasil que se volcaron por Bolsonaro. En Costa Rica, el presidente Alvarado, rompió con la ministra de Finanzas que era la única que prometía poner orden al descalabro fiscal y ahora se ha plegado a todas las demandas del Frente Amplio y de los sindicalistas. Ni qué decir de los rectores de las Universidades de Costa Rica y Nacional, cuyos sueldos andan alrededor de $25,000 en un país del tercer mundo pero que se lanzan a la calle para protestar por el capitalismo que les permite estos lujos.
La bisexualidad política en América Latina es una marejada. La gente cambia de compañero como de calzoncillos.