El origen de la comunidad es todavía un misterio para la ciencia. Existe cierto consenso en que el porcentaje en la población se ha mantenido constante en 10%. Hay quienes han creído encontrar un gen, ya que es claro que la condición es más común en algunas familias. En la Biblia, la práctica se asociaba con el demonio. La Curia los declaró como «servidores del demonio» y la «Santa» Inquisición quemó a varios cientos en la hoguera, incluida la propia Juana de Arco. Si un niño era descubierto, era severamente castigado. Y hasta hace muy pocos años en las escuelas católicas de todo el mundo se implementaban programas de «corrección». La verdad es que la muerte del estigma es de data muy reciente. Hace años que dejaron de morir en la hoguera, pero los programas de conversión eran una norma hasta sólo unas décadas.
La persecución, obviamente, no la hizo desaparecer. Si la discriminación hubiera continuado, hubiéramos tenido en Occidente una comunidad organizada, asertiva y que eventualmente lucharía contra el prejuicio. Pero la Iglesia desde el Medievo, en vista de que existían otros grupos para perseguir, se olvidó de ella. De ahí que sus organizaciones decayeron y los zurdos pasaron a ser parte de la normalidad.
La drapetomanía era la supuesta enfermedad mental que padecían los esclavos negros del siglo XIX, que según el médico Samuel A. Cartwright consistía en unas «ansias de libertad» o expresión de sentimientos en contra de la esclavitud. O sea los esclavos que huían de las plantaciones, eran ahora enfermos mentales. El Dr. Cartwright argumentaba que la Biblia decía que un esclavo debe ser sumiso ante su dueño y si quería huir era porque era un enfermo. Sobra decir que la «curación» de la drapetomía no la lograría este galeno (él recomendaba mano dura) sino que la traería la abolición de la esclavitud.
Los zurdos y la drapetomía sugieren dos cosas. Primero, que la Iglesia persigue y deja de perseguir con gran facilidad a diferentes grupos que se atacan en la Biblia y que lo que hoy es anormal mañana posiblemente no lo será. En segundo lugar, que la gente se organiza o se desorganiza en respuesta a la discriminación. En América Latina y en Costa Rica en particular, el movimiento gay se establece cuando la discriminación aumenta a niveles intolerables. Fabricio Alvarado, candidato evangélico a la presidencia en Costa Rica, entonces, propiciará una gran movilización política gay.
Finalmente, Fabricio Alvarado, y los otros de la región no se han dado cuenta que la supuesta «ideología del género» no ha sido promovida por los homosexuales sino que son los heterosexuales los que están haciendo los grandes cambios porque tanto los hombres como las mujeres han descubierto que no les satisface más (ni siquiera funcionan para los fundamentalistas quienes les llevará un tiempo mayor darse cuenta).
¿Y podrá Fabricio Alvarado impedir el curso de la historia y sacar, como ha sido su promesa de campaña, a Costa Rica de la Corte Interamericana y de la OEA para no aprobar, como se le ha instruido, el matrimonio gay? ¡Claro que puede! Cuando lo haga, logrará una gran fiesta nacional. El único problema es que la pachanga será en Managua, no en San José (Costa Rica no tiene ejército y ante una agresión extranjera, depende del Tratado de Río de 1947 y de la OEA para preservar su soberanía).