La sala Mente, el mundo adentro es un espacio interactivo y de inmersión donde los visitantes ponen a prueba sus nociones de la realidad. La exposición abarca 900 m2 repartidos en dos plantas, con 55 experiencias divididas en seis zonas: Cerebros, Percibir, Pensar, Comunicar, Soñar y Experimentar. En ellas los visitantes pueden interactuar con juegos, objetos, sonidos e imágenes, para comprobar que la mente es una poderosa herramienta adaptable a distintos contextos y capaz de responder a múltiples estímulos.
Sin piernas no podríamos correr, saltar o ponernos en cuclillas. Así mismo, sin cerebro sería imposible percibir, reír, pensar e imaginar: somos nuestra mente. La mente es el fenómeno biológico a través del cual experimentamos el mundo: es el vehículo de todas las cosas que nos hacen humanos. Comprender el lenguaje, saber que el fuego puede hacernos daño, recordar el nombre de la profesora de preescolar, organizar frutas y verduras, predecir el futuro, sentir el cuerpo, interpretar una sonrisa ajena, construir ciudades… La expresión “mente, el mundo adentro” condensa el sentido de esta exposición. Y no quiere decir que la realidad no existe, sino que hace alusión a la manera como nuestra mente recrea el mundo a partir del flujo de estímulos y energía que recibe del exterior.
La exposición Mente, el mundo adentro es parte de la primera gran renovación museográfica de Parque Explora, inaugurada en diciembre de 2011 y desarrollada y diseñada a partir de la conversación: el diálogo permanente entre científicos, investigadores, arquitectos, diseñadores y divulgadores permitió concebir una experiencia memorable de aprendizaje para los visitantes, al establecer un equilibrio entre los contenidos (el qué se comunica) y los estímulos totales (hearts on, minds on, hands on).
Mente, el mundo adentro es una exhibición para un público muy diverso, pues una de las premisas de su diseño fue la de basarse no en los conocimientos previos de sus visitantes sino en sus emociones al interactuar con fenómenos, objetos, metáforas y escenografías. Todos estos elementos, conjugados en un solo lugar e integrados bajo el concepto de red neuronal, permiten un viaje tridimensional comprensible que hace del espacio interior museográfico un rincón evocador.