De acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra resiliencia tiene dos significados. En el aspecto psicológico se refiere a la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Y en el aspecto mecánico alude a la capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación.

Actualmente es un término en boga, y nos remite a una cualidad necesaria para sobrellevar las crisis de una forma constructiva.

He tenido la oportunidad de vivir varias crisis y de conocer a personas ejemplares que vivieron condiciones que otros no podemos ni siquiera imaginar. Durante años trabajé con sobrevivientes del holocausto radicados en México. De ellos he tenido lecciones sumamente importantes. Me encargaba directamente de desarrollar la colección de un museo con la temática de genocidios, por lo que mi labor era recibir objetos históricos, gestionar su donación y hacer investigación histórica para desarrollar el contexto de las piezas, por lo que debía entrevistarme con los sobrevivientes y preguntarles todo acerca del objeto, por lo que me contaban directamente tanto su testimonio e historia, como los detalles de la pieza en sí. Fueron innumerables las lágrimas y las historias de las pérdidas de familiares, de la deshumanización de la que fueron víctimas, de cómo tuvieron que salir del campo de exterminio y huir solos a países lejanos, sin saber el idioma, sin saber nada, sin dinero y sin tener a un solo ser humano vivo al cuál llamar familia.

Viktor Frankl fue sobreviviente del holocausto, fue neurólogo y psiquiatra, fundó la logoterapia, una psicoterapia basada en descubrir el sentido de la vida. Él aseguraba: “la vida cobra más sentido cuanto más difícil se hace”. La experiencia de Frankl en el campo de concentración lo llevó al descubrimiento de la logoterapia. Sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. La vida de Frankl en los campos de concentración fue terrible. Padeció hambre, frío, brutalidades... en muchas ocasiones pensó que era el fin de su existencia. Sin embargo, a pesar de todo, él pensó que la vida era digna de vivirla. Esos tres años que pasó en los campos los dedicó, en la medida de sus posibilidades, a ayudar a sus hermanos de dolor, a curar sus padecimientos como médico, y no sólo eso, sino que a curar a sus propios verdugos.

También tuve la oportunidad de trabajar con sobrevivientes del genocidio suscitado en Ruanda. Cuestión que ha sido un parteaguas en mi vida. No fue fácil entender los motivos y hacer un análisis causal e histórico de ello. Y fue aún más difícil visitar los memoriales y ver miles de restos humanos que murieron de forma atroz. Mi atención se centró algunas ocasiones en los ojos de sobrevivientes, que acudían a los juicios orales realizados en la calle, a los perpetradores. No me fue fácil procesar y leer la mirada de las víctimas al ver a los ojos a quienes habían matado con gran violencia a sus familias, a sus niños… Tuve la impertinencia de preguntarles si los habían perdonado, a lo que me respondieron simplemente que sí…

Pero no sólo en campos de exterminio se vive el sufrimiento desgarrador que deshumaniza. Hay familias en donde se sufre igual. El ser humano es el único animal que miente, engaña, viola, abandona, humilla y traiciona a los que ama, porque a veces eso no se lo hacemos a extraños, sino a la gente más cercana a nosotros. La mayor cantidad de sufrimiento humano no ocurre en los campos de batalla, sino entre individuos en relaciones íntimas. En los genocidios mencionados es triste y penoso saber que las matanzas se dieron entre familias y vecinos. Y es muy sabido también que la mayoría de los abusos sexuales infantiles son cometidos por familiares de los niños o personas de confianza de los padres.

Y después de un hecho atroz y del sufrimiento, nos enfrentemos a la búsqueda para salir de ello. No importa el tipo de crisis o de pérdida, cada quién le da lectura diferente, dependiendo de su contexto y carácter. Lo que se necesita para salir del trance es la resiliencia. Así podemos elegir lo que hacemos con nuestros muertos, morir cuándo ellos mueren, vivir como lisiados, o forjar, a partir de los recuerdos, nuevas maneras de vivir.

Leí un libro sobre este tema: Resiliencia, escrito por Rosette Poletti y Barbara Dobbs, y no pude dejar de llorar y solidarizarme con Yvonne. Yvonne es una mujer casada y madre de cinco hijos, no tiene una historia trágica ni viene de una familia disfuncional, todo parece ir sobre ruedas en su vida. Una noche, Yvonne sale a cenar con su esposo y dejan a sus hijos encargados con alguien de confianza. Esa noche regresa a casa y se entera que hubo un incendio, sus cinco hijos fallecieron, la única que sobrevivió fue la persona que estaba cuidándolos. Al siguiente día del entierro de sus hijos, exactamente al siguiente día, su esposo le pide a Yvonne el divorcio… Ella sobrevive al duelo, logra seguir adelante, pone tierra de por medio y se va a otra ciudad, se casa de nuevo y eventualmente regresa a la ciudad en donde murieron sus hijos. Años después se entera que de acuerdo a investigaciones policiales, el incendio fue provocado en la habitación donde se encontraba el adulto a cargo, por un cigarro que incendió el colchón. Yvonne busca a la persona que cuidó esa noche a sus hijos y que provocó el incendio. Cuándo la encuentra le dice que sabe lo que pasó y la perdona…

Todos estamos expuestos a sufrir una crisis fuerte en algún momento de nuestra vida, si bien las probabilidades son mínimas, es una posibilidad real, y será útil encontrar un sentido al sufrimiento. Finalmente las adversidades no son lo que destruyen a las personas, sino la forma en que las personas ven las adversidades. Todos veremos morir a nuestros seres queridos, todos somos finitos, las enfermedades y los accidentes son una realidad. Frankl decía al respecto: “las circunstancias no me determinan, sino que yo determino si me someto a ellas o las desafío”. En 1993, los psicólogos Steven Wolin y Sybil Wolin[1] crean el concepto Mandala de resiliencia[2], en el que identifican siete tipos de resiliencia. En el diagrama de mandala, se ve que el centro es el "yo" y de ahí parten las diferentes alternativas[3] para poder atravesar un trance difícil.

• Independencia: ser capaz de establecer límites entre uno mismo y el ambiente adverso.
• Capacidad de relacionarse: o establecer vínculos satisfactorios con otras personas.
• Iniciativa: capacidad de hacer algo, de hacerse cargo y ejercer control.
• Humor: capacidad de encontrar una parte cómica en la tragedia.
• Creatividad: capacidad de crear orden, belleza y finalidad partiendo de un desorden.
• Moralidad: capacidad de comprometerse con valores.
• Introspección: ser honesto con uno mismo.

Así que la resiliencia es una opción que tenemos a nuestro alcance cuando de repente se colapsa nuestra capacidad para resolver los problemas.

Sitios de interés

http://www.addima.org/
http://resiliencia-ier.es/
http://www.resiliencia.org/Resiliencia.html
http://www.exitopersonal.org/
http://www.viktorfrankl.org/e/lifeandwork.html

Libros consultados

Crecimiento a partir de la crisis, Elvia González Valdez, México 2005

Notas:

[1] Steven Wolin y Sybil Wolin: http://projectresilience.com/framesaboutus.htm
[2] Ilustración del Mandala de resiliencia: http://www.projectresilience.com/devdefs.htm
[3] Variables que influyen en la resiliencia:http://es.slideshare.net/comollimauricio/que-es-resiliencia