Atribuyen a Gandhi la expresión: sé el cambio que quieres ver en el mundo. ¡Es cierto! Aunque podamos dudarlo, nosotros somos capaces de realizar los cambios que deseamos concretar en todos los ámbitos de la vida. Desde los más personales hasta los colectivos y globales, porque aunque no lo creamos, tenemos la capacidad de crear realidades.
Nosotros somos el cambio. Suena bien, porque nos plantea la posibilidad de hacer cambios, si asumimos que tenemos el poder de tomar decisiones y ponemos en movimiento las acciones necesarias para hacer realidad nuestros deseos. Pero, ¿estamos dispuestos a ser el cambio que queremos?
Ahora es el momento preciso y necesario para tomar las riendas de nuestra vida, tanto humana como planetaria, dejando de poner fuera el poder de actuar para empezar a determinar la realidad que merecemos crear. ¡Seguramente cuando vemos la situación actual, muchos deseamos cambios externos, en la familia, el trabajo, el barrio y el mundo!
Porque todo eso que queremos que cambie afuera depende de lo que nosotros hagamos adentro. Porque sí, la salida está adentro de nuestra consciencia para manifestar los cambios que queremos ver en el mundo. Los cambios económicos, sociales, familiares, ecosistémicos, en las relaciones con la naturaleza, la calidad de vida y el sentido mismo de la vida.
Sin embargo, tal y como está el mundo entramos en la decepción y el desanimo pensando que no es posible, porque creemos que nosotros no podemos hacer los cambios que deseamos. ¿Cómo cada uno de nosotros va a poder cambiar el mundo, cuando desde arriba parece que toman decisiones que nos afectan a los que estamos en el medio -que cada vez son menos- y a los que están abajo, que cada vez son más; cuando los que están arriba son una minoría que parece inalcanzable aunque solo sea una apariencia.
Sí, parece un trabalenguas pero es que así de enredado está el planeta en este momento. Entonces, ¿porqué podemos ser el cambio? Pues porque si todos los que estamos abajo y también los del medio, recordemos que muchos de los que están ahora abajo en algún momento estuvieron más arriba, podemos hacer cambios sustanciales en este planeta que necesita de aires nuevos con una sociedad que haga realidad la esperanza de crear un mundo nuevo, distinto al injusto que ahora tenemos.
Pocos seres humanos podemos transformar el mundo, tal y como lo dijo el maestro Eduardo Galeano:
Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.
Así es, entre todos podemos generar grandes cambios. ¿Cómo? Para empezar por tomar consciencia de la capacidad que tenemos de actuar más allá de lo que imaginamos. Nuestra acción cotidiana en todos los ámbitos de la vida puede manifestar los cambios, con gestos simples como cambiar los hábitos sobre lo que compramos, comemos, vemos, a donde vamos y si entregamos nuestro poder o si sencillamente nos damos cuenta que este planeta no puede seguir así y nos hacemos responsables de la parte mínima que nos corresponde para ser el cambio. Porque esto no aguanta que siga siendo tal y como está.
Tanta injusticia, desigualdad, inequidad, corrupción e inconsciencia nos llama a actuar, quizás con otras formas que nos permitan explorar la creatividad para decir basta ya. Es el momento de empezar a hacernos responsables de nuestro entorno más cercano, de la familia, el vecindario, el entorno laboral y social, actuando para encontrar la forma de modificar los individualismos que limitan la posibilidad de ser en comunidad, porque es el tiempo de volvernos a encontrar como humanidad.
Hay muchas propuestas y movimientos que están empezando a gestar los cambios, poniendo la energía directamente en sus manos. Por ejemplo, quienes literalmente generan la propia forma de iluminar las viviendas sin contaminar ni pagar facturas exorbitantes, sencillamente mejorando los materiales de construcción o utilizando medios naturales como el viento, el sol o el agua para garantizar la sostenibilidad del hogar.
También está el retorno de la permacultura, la agricultura biodinámica, los huertos urbanos y un montón de diversos nombres que permiten generar alimentos sanos y orgánicos con el sabor de la labor cotidiana de cuidar la huerta. O la recuperación de suelos con bosques nutritivos, con el retorno del ser humano a la naturaleza.
Así mismo se puede reciclar la ropa, usarla de segunda mano no solo por necesidad sino por moda, porque ahora es una forma chic de vestir vintage, con la que se puede modificar una parte de la industria textil que produce para consumir, explotando mano de obra en lugares pobres para satisfacer los gustos efímeros de una temporada en zonas aparentemente ricas.
También podemos ir más a los pequeños comercios, dejando de comprar en las grandes superficies que insertan productos superficiales, con aparentes costos más bajos igual que la calidad, con trabajos precarios y relaciones despersonalizadas que optamos por el falso mito de la comodidad. Volver a la tienda del barrio, con las conversaciones sensatas que cada vez salen más cuando te paras a hablar con la vecindad para comentar lo evidente de lo mal que está el mundo al revés.
Es lindo pensar que podemos explorar alternativas, tejer nuevas redes y encontrar otras formas de sostenernos en este sistema que se cae lentamente por el peso de los pocos que tienen mucho, por el despertar de los que tienen poco de lo material pero mucho de lo existencial.
Poco a poco podemos hacer cambios emocionales, que son esenciales en una matrix o sistema que nos dice: produce, porque eres por lo que tienes y no por lo que eres. Cuando te das cuenta que haces pequeños cambios puedes relacionarte con otras personas que están haciendo procesos similares, buscando las salidas que están adentro de cada uno de nosotros, sumando para ser el cambio que queremos ver.
De esta forma quizás podamos darnos cuenta que lo que somos no es lo que tenemos o lo que producimos, sino lo que sentimos, manifestamos, lo que podemos hacer y lo que transformamos cuando nos hacemos cargo de nuestra enorme capacidad de acción creativa. Pero es como si todo eso lo hubiéramos olvidado, sin darnos cuenta que tenemos la más importante de todas las soberanías: la propia, la interna y este espacio tiempo es el momento de hacer esos cambios, adentro de nosotros.
Así es posible generar cambios profundos, esos que cambian la mirada que tenemos de nosotros mismos, recuperando la autoestima y ofreciéndonos una gran variedad de posibilidades para reconocernos de una manera sana, consciente y armónica con el nuevo mundo que empieza por habitar el planeta de una forma distinta, en la que realmente seamos seres teniendo una experiencia humana.
Imagínate si somos uno, dos, tres, docenas, centenas, miles, podemos llegar a ser millones. Es más ya somos millones, solo que apenas empezamos a darnos cuenta que nosotros somos el cambio. Que ese cambio va mucho más allá de un periodo electoral de cada cuatro, cinco o seis años, porque somos nosotros quienes podemos cambiar la forma de gobernarnos y de ser en consciencia, como transformadores de la realidad que creamos.
¡Son tantos los gestos que podemos hacer! Desde los sencillos y a la vez complejos como empezar a hablar de lo que hemos dejar de callar porque es tiempo de que caigan las máscaras. Ahora hay que ver al rey desnudo, ese que vemos en tantos espacios de la vida pública pero que callamos porque aceptamos que tenían más poder del que realmente tienen.
Porque si todos los que de abajo y los del medio hacemos cambios sustanciales, actuando y ejerciendo el poder de decidir podremos equilibrar la balanza que cada día amenaza más con romperse y con ella arrasar con la justicia en la humanidad.
Somos sujetos activos, seres de transformación que siendo conscientes podemos manifestar el mundo que queremos habitar. Será largo, será lento, pero será posible que seamos el cambio.