Pensar no es salir de la caverna, ni reemplazar la incertidumbre de las sombras por los contornos recortados de las cosas mismas (…) Es entrar en el Laberinto, más exactamente hacer ser y aparecer un Laberinto mientras que uno hubiera podido quedarse echado entre las flores, con la cara al cielo. Es perderse en las galerías que no existen más que porque las excavamos incansablemente, es dar vueltas en el fondo de un callejón sin salida cuyo acceso se cerró tras nuevos pasos, hasta que esta rotación abra, inexplicablemente, fisuras practicables en la pared.

(Cornelius Castoriadis)

El recorrido intelectual de Castoriadis es extremadamente rico y profundo. Su originalidad no se limita a su relevancia analítica y teórica, sino que también abarca la dimensión práctica de su pensamiento, que incluye una ética de la transformación social. Castoriadis es, ante todo, un militante político comprometido con el ideal emancipatorio, que cuestiona la continuidad del proyecto revolucionario frente al evidente fracaso del marxismo para interpretar los fenómenos de la sociedad contemporánea.

Cofundador de la legendaria revista y grupo revolucionario Socialismo o barbarie (1948-1967) junto a Claude Lefort. Este grupo fue una importante plataforma para la crítica del marxismo-leninismo y la promoción de la autogestión obrera, influyendo significativamente en los eventos de Mayo del 68 en París.

En 1975 se publicará La institución imaginaria de la sociedad, pieza clave de su pensamiento. Esta obra no solo será un conjunto de análisis y críticas rigurosas sobre los regímenes totalitarios y alienantes, como el estalinismo, sino que también marcará un hito en la teoría de lo social y la subjetividad.

Además, abrirá nuevas reflexiones sobre el ámbito histórico-social, destacando un concepto fundamental: las significaciones imaginarias sociales. De esta manera, rompe con el pensamiento tradicional, regido por la lógica formal, que Castoriadis denomina conjuntista identitaria, y propone un nuevo tipo de lógica: la magmática, cuyo núcleo es la indeterminación y la creación.

Finalmente, en 1979 obtuvo un puesto académico en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Permaneció allí hasta su fallecimiento tras una operación de corazón en 1997.

Ontología de la creación

Cornelius Castoriadis desarrolla un marco teórico en el que la historia y la sociedad son entendidas como productos de la creatividad humana, en contraposición a enfoques que intentan explicarlas mediante leyes universales o etapas de evolución predefinidas. Según Castoriadis, la historia no es un proceso lineal regido por leyes deterministas, sino un campo abierto donde la imaginación y la invención juegan roles centrales. Castoriadis critica las teorías tradicionales que buscan encontrar leyes inmutables que gobiernen la evolución de la sociedad y la historia. Para él, estas aproximaciones fallan en captar la naturaleza dinámica y creativa de la acción humana. En su lugar, propone que la historia debe ser vista como un proceso continuo de creación, en el cual las instituciones, valores y significados son constantemente reinventados por los seres humanos.

Este enfoque pone énfasis en la capacidad humana de imaginar nuevas posibilidades y de llevar a cabo proyectos colectivos que transforman la realidad social. De este modo, la historia no se desarrolla según un guion predeterminado, sino que es el resultado de la praxis humana, de la capacidad de los individuos y las colectividades de crear y recrear sus mundos.

En palabras del pensador, lo social y lo histórico aparecen como unión compleja y siempre abierta de lo instituyente y lo instituido, de lo magmático y lo ensídico. Así, el mundo humano encuentra su sentido en la institución histórico-social. Lo subjetivo y lo social se entrelazan en una red inasible: el magma de significaciones imaginarias sociales.

Esas significaciones son imaginarias porque no tiene nada que ver con las referencias a lo racional o a los elementos de lo real, o no han sido agotados por ellos, y porque son sustentadas por la creación. Son sociales porque existen sólo si son instituidas y compartidas por una colectividad impersonal y anónima (2000).

Lo propio del hombre no es la lógica sino la imaginación irrefrenada, desfuncionalizada y esto es lo que permite que el pensamiento reflexivo pueda existir. El ser humano es caos, abismo, sin fondo.

El avance de la insignificancia

En El avance de la insignificancia (1997), Cornelius Castoriadis aborda la crisis de las sociedades contemporáneas y el vaciamiento de sentido en las instituciones y en la vida pública.

Su implacable análisis de la sociedad contemporánea, caracterizada por una época de conformismo generalizado, privatización de la vida social, burocratización de las instituciones y el ascenso de la insignificancia, es de una actualidad brutal.

Esta última obra constituye una crítica profunda a la modernidad y un llamado a la recuperación de la autonomía y el sentido en la vida social y política. Castoriadis aboga por una reinvención de las significaciones colectivas que puedan revitalizar las instituciones y la participación ciudadana.

Las sociedades modernas están atravesando una crisis de significación, postula, donde los valores, normas e instituciones pierden su sentido y relevancia para las personas. Esta crisis se manifiesta en un desinterés generalizado por la participación política y una apatía hacia los asuntos públicos.

El imaginario capitalista está en contradicción frontal con el proyecto de emancipación y autonomía.

(Castoriadis, 1997:112)

El triunfo del primero sobre el segundo, esta victoria de la sociedad de consumo, de la expansión ilimitada del dominio racional, de la destrucción irreversible del medioambiente, pone de manifiesto una crisis del sentido y una descomposición que se manifiesta también en la fragmentación y desaparición del conflicto social y político.

La crisis de la modernidad representada en la transformación del progreso en simple acumulación capitalista y en una hipermercantilización catastrófica de la vida, ha hecho perder el sentido a un proyecto fundamentado en un ideario de emancipación, provocando un fenómeno de privatización de los individuos, la apatía y el cinismo hacia los asuntos políticos (Castoriadis: 1997; 2008).

La expansión ilimitada del “dominio racional” (o pseudoracional), ha culminado con el desencadenamiento de la tecnociencia. Esta crea nuevamente, como en su momento lo había hecho la religión, una ilusión de omnisciencia y de omnipotencia: la ilusión del dominio. Sin embargo, ese poder de los “expertos”, científicos y técnicos, sirve a los aparatos de poder existentes, que explotan y oprimen a casi todo el mundo, pero no dirigen verdaderamente nada, reforzando la tendencia de automatización de las decisiones (2008).

A medida que se expande el fetichismo del dominio racional, se eclipsa la significación social imaginaria creada por la historia greco-occidental: la de la autonomía. La crisis actual de la humanidad es política, crisis de la creatividad y de la imaginación políticas y de la participación política de los individuos.

Es también crisis de la crítica (1997:108), pues:

…las voces discordantes o disidentes no son sofocadas por la censura o por los editores que ya no se atreven a publicarlas, sino que están sofocadas por la comercialización en general (…) La sociedad posee una capacidad terrible de sofocar cualquier divergencia verdadera, ya se callándola o bien haciendo de ella un fenómeno entre otros, comercializado como los otros.

Este avance de la insignificancia (Franco, 2003:79) se manifiesta en la:

pérdida de sentido de la vida en común, la pérdida del nosotros indispensable para la existencia y la producción de un proyecto colectivo (…) (la) sociedad no tiene ningún proyecto para sí misma; en la actualidad está librada a las fuerzas depredatorias del mercado, al conformismo generalizado, a la privatización de lo público y a la destrucción del medio ambiente.

(Yago Franco)

El único valor es el dinero, la notoriedad en los medios masivos de comunicación o el poder, en el sentido más vulgar e irrisorio del término.

(Castoriadis,1997:79)

La democracia, denuncia, es en realidad una oligarquía liberal. Castoriadis (2000:143 y 158) se refiere a este tema cuando denuncia la reducción de la democracia a un simple conjunto de “procesos”:

Los procedimientos democráticos forman una parte, desde luego importante, pero sólo una parte, del régimen democrático. Y estos procedimientos deben ser verdaderamente democráticos en su espíritu.

…en el Occidente contemporáneo, el individuo libre, soberano, autárquico, sustancial, en la gran mayoría de los casos ya no es sino una marioneta que realiza espasmódicamente los gestos que le impone el campo histórico-social: hacer dinero, consumir y gozar (si lo logra) (1997:80).

(Cornelius Castoriadis)

Frente a este escenario, lo que se requiere (2008:72): “es una reforma del ser humano en tanto ser sociohistórico, un ethos de la mortalidad, una autosuperación de la Razón. No necesitamos algunos “sabios”. Necesitamos que la mayor cantidad posible adquiera y ejerza la cordura, lo que a su vez requiere una transformación radical de la sociedad como sociedad política, instaurando no solamente la participación formal, sino la pasión de todos para los asuntos comunes”.

Una verdadera democracia – asevera Castoriadis - no una democracia como simple trámite-, una sociedad autorreflexiva, y que se autoinstituye, que siempre pueda cuestionar sus instituciones y sus significaciones, vive precisamente en la experiencia de la mortalidad virtual de toda significación instituida (1997:84).

En este sentido se expresa el autor (2004:140) cuando afirma que: “Toda verdadera política, en tanto que apunta a la institución de la sociedad, es también una política de la mortalidad: dice a los humanos que vale la pena morir para la salvaguardia de la polis, para la libertad y la igualdad (…) una sociedad autónoma no podrá realizarse verdaderamente más que cuando los humanos sean capaces de afrontar su mortalidad hasta el final y sin fetiches instituidos”.

En El Avance de la Insignificancia reflexiona (1997:213): “Nuestro problema es el de instaurar una verdadera democracia en las condiciones contemporáneas, hacer de esta universalización que permanece formal, o, mejor dicho, incompleta, en el mundo moderno una universalidad sustancial y sustantiva. Esto sólo es posible reubicando en su lugar los disfrutes, destruyendo la importancia desmesurada que cobró la economía en la sociedad moderna y tratando de crear un nuevo ethos, un ethos centralmente ligado a la mortalidad esencial de los hombres”.

Y al respecto nos advierte que: “Si la obsesión central, el empuje fundamental de esta sociedad es la maximización de la producción y del consumo, la autonomía desaparece del horizonte (…) Mientras ellas conserven este lugar, seguirán siendo las únicas pasiones del individuo moderno y no podrá tener lugar un lento crecimiento de los contenidos democráticos y de las libertades.” (Castoriadis, 2000:90).

Un legado vigente

Las ideas de Cornelius Castoriadis sobre la crisis de sentido en las sociedades occidentales continúan siendo una herramienta crítica y vigente para comprender los desafíos actuales. Esta reedición del Avance de la Insignificancia nos invita a reflexionar sobre cómo la mercantilización de la vida, la burocratización de las instituciones y la apatía política erosionan los valores fundamentales de la autonomía y la democracia. Castoriadis nos alerta sobre los peligros de una sociedad que se entrega a la lógica del consumo y la tecnociencia sin cuestionar sus propios fundamentos y finalidades.

En este contexto, su llamado a la creación de nuevas significaciones colectivas y a la revitalización de la participación ciudadana adquiere una relevancia renovada. Para superar la crisis de la modernidad y el vacío de sentido, es esencial fomentar una cultura de interrogación continua y auto-institución, donde cada individuo pueda contribuir al desarrollo de un proyecto social verdaderamente autónomo y democrático.

El legado de Castoriadis no solo nos ofrece un diagnóstico profundo de la sociedad contemporánea, sino que también nos proporciona un marco ético y práctico para la transformación social. Reivindicar su pensamiento implica aceptar la incertidumbre y la indeterminación como condiciones inherentes a la libertad y la creatividad humanas. En última instancia, enfrentar el avance de la insignificancia requiere una revalorización de la autonomía como proyecto colectivo y una renovación del compromiso con la construcción de una sociedad más justa, reflexiva y participativa.

Bibliografía

Castoriadis, C. (1976). El avance de la Insignificancia. Buenos Aires: EUDEBA. 299 pp.
Castoriadis, C. (2000) Ciudadanos sin brújula. México D.F.: Coyoacán S.A. de C.V. 203 pp.
Castoriadis, C. (2004) La creación humana I: Sujeto y verdad en el mundo histórico y social. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 487 pp.
Castoriadis, C. (2008). El mundo fragmentado. La Plata: Terramar. 192 pp.
Franco, Y. (2003). Cornelius Castoriadis: Psicoanálisis, filosofía y política. Buenos Aires: Biblos. 186 pp.
Negroni, P. S. (2011). Castoriadis y el proyecto de autonomía. Revista Cátedra Paralela N°8. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Universidad Nacional de Rosario.
Negroni, P. S. (2015). El proyecto de autonomía como horizonte para la emergencia de una subjetividad reflexiva, lúcida y deliberante.Prometeica. Revista De Filosofía Y Ciencias, (11), 18–40.
Cornelius Castoriadis/Agora International Internet Encyclopedia of Philosophy: Castoriadis, Cornelius | Internet Encyclopedia of Philosophy.
Blog Reflexiones Marginales: Cornelius Castoriadis.