Los hechos y eventos históricos suelen ser interpretados, analizados, reflexionados, discutidos, pensados, desde distintas perspectivas. Eso es válido. En materia de análisis sociohistórico, me atrevo a decir que no hay verdades absolutas, aunque hay historiadores, analistas, pensadores, que parten de que sus enfoques son la verdad absoluta, casi a modo de un dogma religioso.
Estos enfoques, igualmente, descansan en la metodología científica o teórica que se emplea para estas perspectivas analíticas, así como en el acervo doctrinal en que cada historiador, analista o pensador, fue formado, o a partir de la cual se fue formando o estudiando.
Muchas veces les proponía a mis estudiantes, cuando interrogaban sobre este aspecto, que partieran por un momento de un objeto que se podía colocar entre ellos y yo, donde todos estábamos al frente de ese objeto, ellos desde distintos lados que el mío, y que pasáramos a describirlo en el punto en que cada uno podía verlo. Efectivamente, se producía la diferente percepción y descripción del objeto. Y era el mismo objeto que todos estábamos observando. Así les decía que son los eventos históricos o sociales, por lo que en las ciencias sociales, incluida la historia, había posibilidades de ver analíticamente distintas cosas del mismo objeto o evento de análisis.
Puestas así las cosas, les terminaba diciendo a los estudiantes que el conjunto de “verdades” que cada uno tenía de la observación del objeto “sumaba” para tener una aproximación a lo que podríamos llamar la “verdad absoluta”, la Verdad. De manera que en las ciencias sociales no había verdades absolutas, lo que había eran verdades relativas.
¿Descubrimiento o encuentro?
Traigo esto a colación de la discusión que se produjo a finales del siglo pasado, cuando se acercaba el proceso de la celebración del V Centenario de la llegada de los españoles y europeos al continente, sobre la premisa de que los españoles y europeos, e incluso americanos de todo el continente, hasta ese momento celebraban el llamado “descubrimiento de América”. Así se impuso su celebración desde el IV Centenario de esa llegada, en 1892.
En esta discusión se estableció el cambio de denominación de esta llegada, para desde entonces hablar del “Encuentro de culturas”, término más apropiado, habida cuenta que no se podía descubrir lo que estaba densamente poblado. Distintos enfoques señalan que en América pudo haber a la llegada de los europeos, en 1492, hasta 100 millones de habitantes. En Centroamérica, el historiador Mario Flores Macal, llegó a afirmar que pudo haber hasta 7 millones, y para Costa Rica, la antropóloga Eugenia Ibarra sostiene la tesis más aceptada para los estudios costarricenses de ese período, de al menos medio millón de habitantes.
Por otros análisis, de arquitectos especialmente, los he escuchado analizando los basamentos de los poblados de las comunidades aborígenes, que calculan que en Costa Rica pudo haber habido una población cercana al millón de habitantes.
De la discusión sobre el número de habitantes en el continente americano, dos grandes tesis se desprenden. La primera, que había poca población; la segunda, que había mucha población. De ambos enfoques, igualmente se magnifica o minimiza el impacto de esa llegada en los procesos de conquista y colonización. Para el caso costarricense, si partimos de la tesis de Ibarra o de los arquitectos, había mucha población, y a finales del siglo XVIII, la población apenas pasaba los 30 mil habitantes.
Para el momento que hubo que elegir el diputado a las Cortes de Cádiz, hubo que reunir la provincia de Costa Rica y el Partido de Nicoya para alcanzar el número de habitantes necesarios para poder elegir diputado. Así salió Nicolás Carrillo y Aguirre, quien al renunciar fue sustituido por el presbítero Florencio del Castillo, quien fue uno de los más distinguidos diputados, lo que se le reconoce en una placa en el convento de San Felipe de Neri, donde se realizaron las sesiones de las Cortes de Cádiz.
Para el momento de la ruptura con el orden colonial, el momento de la independencia, había una población que giraba alrededor de los 50 mil habitantes. Cuando llegaron los filibusteros norteamericanos a Centroamérica, en 1855-1857, en Costa Rica había 100 mil habitantes.
¿Qué se hizo esa población originaria? En el proceso histórico, lo que vemos hasta hoy es un crecimiento constante de la población local, regional nacional y mundial. Aquí entra, entonces, la discusión sobre el impacto devastador de la conquista y la colonia europea, de despoblamiento, de conformidad a todas las causas que lo quieran explicar. Los que sostienen la tesis de la menor población del continente, con ello minimizan ese impacto negativo que la presencia europea tuvo.
Como profesor siempre me ubiqué en las tesis maximalistas, de la mayor población en el continente, para desde esta perspectiva explicar con más fuerza ese impacto catastrófico sobre las culturas aborígenes y originarias del continente y de Costa Rica. Pero entendía, y también les señalaba a los estudiantes, las otras posturas interpretativas.
Estas discusiones alrededor del análisis histórico y contemporáneo de nuestras realidades histórico-políticas siguen sucediendo, con igual pasión, y en algunos casos como extremo delirio, confusión y falta de conciencia. Es natural que así sea. Y son hoy políticamente impulsadas, especialmente desde el poder, las tesis que produzcan esas reacciones contra quienes enfoquen críticamente el ejercicio del poder político.
Troles y fake news
El subjetivismo en el análisis del evento social, histórico o político conduce inevitablemente a establecer “verdades absolutas”, o “falsas verdades”, especialmente de estos extremistas, las que muchas veces se hacen descansar en aspectos morales, ¡síquicos!, de desinformación o información manipulada, lo que se ve, con mayor evidencia, en los troles que se usan, personas pagadas exprofeso para estar denigrando a quienes en estos análisis sostienen tesis críticas de un actor político, de su gestión o de los eventos políticos que gestiona o administra. Parte de las llamadas fake news y de la llamada posverdad, a eso responden.
En el caso costarricense muchos de estos troles ni siquiera tienen capacidad de leer los artículos que los ponen a criticar negativamente, o a insultar a quienes los escriben. En muchos casos se quedan en el ataque al título del artículo o en el ataque al mensajero y no en el análisis contrario del mensaje.
En materia del análisis histórico aún no hemos llegado allí, pero hay aproximaciones, sobre todo cuando se responde un artículo, concentrando la crítica al autor más que aportando otra perspectiva del análisis de lo que se plantea. Así sucede, a veces, en torno a eventos como la celebración de la fecha patria, relacionada con la independencia de Costa Rica, que tiene que ver con la de Centroamérica y la de Guatemala, a lo que me referiré en el próximo artículo.