¿Qué es la justicia? ¿Dónde podemos encontrarla? ¿Cómo podemos hacer que la justicia sea una de las características de nuestras sociedades? En esta época de definiciones en la política y cultura mexicanas, muchas de las preguntas fundamentales vuelven a salir a la vista de la opinión pública, volviendo importante que, sin dejar de atender las motivaciones políticas y egoístas, los cambios necesarios al sistema judicial mexicano son clave en cualquier intento por traer justicia a México.

Muchos otros, mejores y más elocuentes, podrán dar nociones más específicas; por mi parte, creo que es fundamental identificar ideas básicas y originales que en procesos muy complejos suelen olvidarse y pasarse de lado.

No somos los primeros en cuestionarnos cómo formar un sistema jurídico que traiga paz y justicia. Es necio suponer que desde el superficial excepcionalismo mexicano, las respuestas al Estado mexicano son exclusivamente nuestras. Vale la pena revisar nuestra tradición occidental para encontrar una guía. Propongo ir a las ideas más originales de nuestra tradición: la mitología griega clásica.

¿Por qué la mitología? ¿Por qué volver a una serie de narraciones antiquísimas de la edad oscura? ¿No hemos ya superado esas etapas anteriores? ¿Por qué oír a gente que no sabía que existía la electricidad ni habían formulado la noción de derechos humanos? Porque los mitos son mucho más que simples historias para entretener, son un amplio y complejo sistema de explicaciones de la realidad, sobre todo de la experiencia humana frente a lo propio y a la naturaleza. Más allá de las historias encontramos reflexiones profundas sobre la condición humana.

Lo más interesante es que aquellas antiguas reflexiones siguen siendo válidas, como si hubieran descubierto un arquetipo, un secreto en la naturaleza humana. Quizás la primitiva vida de aquellos primeros grupos humanos, desprovista de distracciones y placeres artificiales, les permitía una claridad que nosotros hemos perdido y que les permitió poner en sus mitos verdades ocultas para nosotros.

En la mitología griega hay tres mitos que hacen referencia a la justicia:

Lo que diga Dice

El más directo habla de la diosa Dice, la personificación de la justicia. Hija de Zeus (padre de los dioses) y Temis (diosa de la equidad). Dice siempre va acompañada de sus dos hermanas, Eunomía (la personificación de la ley o legalidad) e Irene (la diosa que viene acompañada de la paz). No solo su genealogía ya es clara sobre el origen de la justicia (el poder y la equidad) y su relación directa con la paz y las leyes, sino que, además, si atendemos a las funciones que cumplía en el panteón griego, profundizamos más en las funciones de los encargados de la justicia. Dice vigilaba los actos de los hombres, era la enemiga de todas las falsedades, y con frecuencia se la llama auxiliar o consejera de Zeus.

En las tragedias, Dice aparece como una divinidad que castiga severamente toda injusticia.

Atenea versus Poseidón: ahuyentar las tinieblas

El segundo mito al que quiero referirme es el debate o juicio entre Atenea contra Poseidón. Dice el mito que en la región del Ática, a las orillas del mar, existía la ciudad de Cecropia, donde la pesca y el comercio marítimo eran prioridad. A Cecropia llegaron buscando ser declarados patronos de la ciudad, Poseidón, dios del mar, el agitador de la Tierra, creador de terremotos, una de las encarnaciones de la violencia viril; y Atenea, diosa virginal de la razón, sabiduría, la inteligencia, artes manuales y la que dirigía las acciones bélicas de forma inteligente y ordenada.

Poseidón ofreció a Cecropia el dominio de los mares y los pueblos costeros, siendo la fuerza naval más poderosa. Como regalo entrega una fuente de agua salada que dirá si es seguro o no hacerse a la mar. Por su parte, Atenea ofrece la belleza y la sabiduría, ser la ciudad de las ciencias, artes y filosofía; su regalo fue un olivo, que dará frutos y aceite para iluminar y calentar. El único modo de llegar a una decisión justa es debatir las ofertas de ambos dioses y someter una votación al final del diálogo argumentativo. Los pobladores del Ática votaron por Atenea. La ira de Poseidón lo lleva a combatir violentamente a Atenea, pero Zeus detiene el combate y somete a una segunda votación, ahora entre los dioses.

Atenea volvió a ganar, desde entonces Cecropia se llama Atenas y la promesa de la diosa de la sabiduría se cumplió. Acá la justicia es producto del diálogo y juicio racional y prudente; detiene o limita la violencia y la agitación. Los frutos del consejo y la inteligencia es el calor y luz que ahuyenta las tinieblas.

Ares versus Poseidón: un juicio justo

El último mito es uno de los más peculiares que hay, ya que el protagonista es el dios Ares, dios de la guerra violenta y brutal, de las batallas y el combate, quien suele resolver todos sus problemas matando a todo mundo. En una ocasión su hija Alcipe es violada por Halirrotio, hijo de Poseidón. Dominado por el enojo, Ares mata a Halirrotio. Uno podría esperar que el conflicto luego entre Poseidón y Ares, dos dioses violentos y prontos para la lucha, fuera una batalla encarnizada; sin embargo, la resolución es bastante pacífica. Ambos dioses se someten a juicio para juzgar a Ares en un sistema judicial y legal organizado.

En el monte del Areópago, justo donde murió Halirrotio. En el juicio de los dioses, Ares es declarado como inocente y absuelto. En ese mismo monte se juntaba el consejo del Areópago, donde se juzgan los crímenes de sangre y las ofensas religiosas.

El mito legitimó el sistema judicial de Atenas, por lo que era posible juzgar los crímenes de las familias aristocráticas. Si dos linajes divinos se sometieron a los jueces, lo mismo tendrían que hacer los ciudadanos de la polis. Por otro lado, ligó a la figura de Ares con la de la justicia y el derecho hecho relevante, pues Ares, o Marte, fue el dios que engendró a Rómulo y Remo, fundadores de la ciudad de Roma y uno de sus dioses principales. Y así como la filosofía, la argumentación y retórica son ciencias desarrolladas en Atenas, mientras el derecho como ciencia surge en Roma.

Los mitos grecorromanos iluminan el camino de aquellos que buscan la justicia y crear sistemas legales y judiciales que la garanticen. La justicia se origina de la equidad y el poder (en el mejor de sus significados), y requiere de prudencia, sabiduría y argumentación para desarrollarse. La justicia siempre se da de la mano de la paz y la ley. Y uno de sus frutos es la domesticación de la violencia e ira, propias de los humanos y que se presentan en nuestras sociedades, siendo una necesidad en todo proceso civilizatorio.

Toda propuesta para reformar o mantener el sistema judicial mexicano que no cumpla con estas características es simple política demagógica diseñada para beneficiar a un grupo por encima del resto.