Se construyen los textos como un tejido. Es poco probable comenzar a hilar, unir las piezas y crear algo enteramente nuevo en nuestra época sin tener deudas con el pasado de las disciplinas, con sus antecesores. Es una herencia que depende del sitio donde esté el autor, de su localización, ahora un poco desafiada por internet, y constituye una suma de saberes, como la que propone el nuevo libro de Mario Raso —Sobre el concepto del nacimiento del mundo: de Pitágoras al Big Bang, editado por Edizione We, en Italia—, el cual nos coloca en el lugar de los filósofos de distintas épocas para tejer nuestro discurso: mi discurso.

En una pregunta, quizá ontológica, que le debo aquí a uno de mis profesores actuales en Universidad de Buenos Aires, el Dr. Andrés Laguens, podríamos decir: ¿hasta qué punto es mi visión del mundo mi realidad?

Para iniciar nuestras propias reflexiones sobre la realidad, uno de los primeros pasos es leer. Leer es entonces una forma de aprender al mundo a través de las preguntas que otros han realizado y de aquellas que seleccionamos porque comparten también nuestras inquietudes. Leer es así un viaje y un asidero que puede llevarnos, como en los capítulos del libro de Mario Raso, a pensar lo humano y las luchas por el conocimiento de hombres y mujeres que fueron parte de su tiempo y más allá de él, como Campanella o Telesio, para reflexionar sobre el devenir de las ciencias. También leer implica seleccionar y descubrir, a veces con fuentes secundarias, para llevarnos hacia las fuentes primarias. Es un descubrimiento del descubrimiento.

No solo se lee para descubrir lo que otros han pensado, sino que, como en los métodos de enseñanza de la escritura, para ir poblando de temas y debates nuestras búsquedas personales. Para escribir y pensar (Domecq, 2014), ya sea la historia de la filosofía desde la Antigüedad, con Pitágoras, Demócrito, Arquímedes o Hipatia de Alejandría, o el médico mago que conmovió al Renacimiento con su creencia en que determinados rituales podían sanar las pasiones y la enfermedad, Giordano Bruno, o Darwin y su fe en la evolución de las especies.

Hay detrás una forma de vivir la realidad que puede ser aprendida, una filosofía latente o una filosofía profesional que la lectura nos descubre, una preocupación por la ética y la responsabilidad de conocer y compartir el conocimiento como una herencia indeleble y material al mismo tiempo. Bien sea dentro de la razón o de las emociones que cimentan, en muchos casos condicionadas por las incomprensiones de la épocas en que vivieron, por ejemplo, Hipatia de Alejandría o los filósofos renacentistas.

¿Qué es el conocimiento? es una de las preguntas que llamaron mi atención mientras leía —me apropiaba del libro que incitó este viaje—. Para Raso, Campanella expresa muy bien la búsqueda del conocimiento. Por él tuvo que guardar prisión por causa del Santo Oficio. Su hallazgo fue comprender que el conocimiento no es una forma estática de encontrar la explicación, no es pasividad, sino fuerza: es acción. Atravesar la consciencia de uno mismo y de las limitaciones que ese estar dentro de sí tiene para superar los límites individuales y hacer posible el acto de conocer.

La vida de los filósofos es un acto de humildad. Interrogar constantemente es una razón de vida y una cualidad adquirida trabajosamente. Solo con laboriosidad de orfebre se logra iluminar y perfilar a la cerámica; solo con confianza en que se logrará hacer avanzar el conocimiento para que otros hagan la tarea dejada a medias, siempre continua y exigente.

Hoy, cuando la filosofía recibe menos atención y el impulso de las ciencias parece guiar nuestras vidas, es más necesario recuperar los clásicos antiguos, renacentistas y modernos, para pensar con ellos los grandes dilemas de nuestro tiempo.

Leerlos es participar, escribir es pensar y aprender. Realizar el viaje acompañado por lecturas directas o indirectas es la forma de apropiarse de una tradición de pensamiento y los saberes de las ciencias, incluida la escritura. Citar a nuestros profesores, como los filósofos que he leído, el Dr. Mario Raso o mis profesores el Dr. Andrés Laguens y la Dra. Lorena Barbuto, debe ser el corolario de toda escritura cuando se ha fraguado en la tradición.

Referencias

Domecq, M. (2014). “Capítulo V: El momento de la redacción: el estilo, la estructura, el párrafo y la oración”, en Pensar-escribir-pensar. Apuntes para facilitar la escritura académica. Buenos Aires.