La naturaleza es lo que cada cosa es, una vez acabada su generación.

(Aristóteles)

La etapa clásica de la filosofía griega incluye a Sócrates, Platón y Aristóteles. El primero fue maestro del segundo y este, maestro del tercero; sin embargo, Aristóteles nació 15 años después de que Sócrates muriera el año 399 a.C. y entre el nacimiento de Sócrates y el deceso se Aristóteles se cuentan 148 años, casi un siglo y medio. Si es correcto, como establecen las investigaciones recientes1, que Platón nació el año 424 y no el año 427, entonces conoció a su maestro cuando Sócrates tenía 46 años y Platón, 20; siendo su discípulo por casi un cuarto de siglo. Con esa fecha, Aristóteles nació cuando Platón tenía 40 años, siendo su discípulo durante 20 años, aproximadamente, desde que llegó a Atenas el año 367. El más notable discípulo de Aristóteles, quien fue Alejandro Magno, recibió las enseñanzas del estagirita durante tres años, de sus 14 a 16 años, desde que su maestro contaba la edad de 42 años en el año 340 a.C.

Más de un siglo antes de que naciera Sócrates, el año 470 a.C., existía la esclavitud en Atenas, por lo que, no solamente los filósofos de la etapa clásica la conocieron, sino que la concebían como parte de su mundo político y cultural. Al parecer, fue en el siglo VIII a.C. que se instituyó la esclavitud en Grecia, de manera que la sociedad ateniense del siglo IV estuvo inserta en un contexto de múltiples formas de relación heril. En dicho siglo, Aristóteles articuló sistemáticamente en perfecta coherencia, ideas filosóficas que justificaron con consistencia, el sentido, alcance, fundamento y necesidad de las relaciones entre amos y esclavos. En especial, fue en el primer libro de Política donde efectuó tal tarea.

Aristóteles estudió las relaciones concernientes a la esclavitud entendiendo que existiría una desigualdad antropológica esencial que justificaría la situación del esclavo a partir de su propia naturaleza. Teóricamente, que haya esclavos en Grecia y en la Atenas brillante, del siglo de Pericles y de la etapa clásica, se justificaría porque la relación heril podría darse históricamente, aunque no de modo necesario, atendiendo a la esencia inferior del esclavo, en comparación a la naturaleza superior del amo. Debido a que las circunstancias sociales se darían siguiendo el movimiento que precipitaría lo que acontezca, siendo; puesto que el movimiento actualizado (physei, φύσει) y el cambio harían que se actualice lo posible, según determinada cronología, se realizaría el estatuto de las cosas orientadas a la consecución de sus finalidades (telos, τέλος). Así, los objetos de la realidad llegarían a adquirir la perfección de ser de determinada manera, siendo lo que les corresponda según la armonía del ser. Lo que es perfectamente, existiría orientado a la patencia de su valor y sentido, realizando su naturaleza propia.

Que Aristóteles conociera la multiplicidad de ocupaciones de los esclavos en Atenas, descubriendo sus aptitudes y desarrollo superior respecto de los hombres libres en determinados ámbitos, no obstó para que señale su natural inferioridad.

Según el estagirita, habría tantos esclavos cuantos oficios podrían realizar2. Sin embargo creía que la más adecuada labor sería la agrícola3; aunque reconocía como una necesidad que se los nombre para actividades administrativas subalternas4. Pero, incluso en tales tareas, el esclavo no dejaría de ser una posesión animada, un instrumento para la acción y la vida, aunque no, en sentido productivo. Su naturaleza permanecería incólume: no se pertenecería a sí mismo, sino a otro. Siendo un instrumento activo e independiente, no sería parte de nada, sino que pertenecería a otro totalmente: a la casa y a la polis perfectas, regidas por el ciudadano libre.

El estatuto del esclavo lo muestra como un objeto inferior para la vida, siendo posible, sin embargo, que por su conocimiento técnico y su relevancia productiva sea, ocasionalmente, superior al hombre libre.

Dado que, para Aristóteles, la naturaleza generaría las cosas según su finalidad5, el esclavo pleno cumpliría el propósito de su naturaleza. Sería lo que es porque la esclavitud se articularía como necesaria y buena, impeliéndole a que haga lo que debe siendo lo que debe ser. Esto implicaría que cumpla su destino de obedecer y actualice su ser realizándose como esclavo. Cada ser servil debería regocijarse de lo que sea y haga, puesto que el estagirita afirmó lo que se señala a continuación: “a cada uno le produce placer aquello que está adecuado a su naturaleza”6.

Que en el esclavo se produzca la conciencia de su situación, posiblemente le cuestionaria “vivir como no quiere”7, advirtiéndose a sí mismo debajo de los hombres libres y apenas arriba de las bestias. Esto daría lugar a la inestabilidad social; en tanto que el buen gobierno fijaría relaciones heriles estables, de modo que el esclavo, aún unilateralmente, valore sus ocupaciones siguiendo fielmente los deseos y las órdenes de su amo.

Históricamente, la esclavización de cualquier hombre acontecería en cierto contexto espacial y cronológico. Pero, no de manera necesariamente definitiva, subsistiendo la esperanza del esclavo de que sea manumiso por decisión soberana de su amo. Tal fue el caso de Hermias, el eunuco amigo y protector de Aristóteles, que después de ser esclavo, siendo manumiso, gracias a su inteligencia y sus habilidades, regentó el poder supremo como tirano de Atarneo. Las contingencias históricas son solamente situaciones posibles sin que en todos los casos se realice invariablemente la naturaleza de una persona diseñada o no, para realizar labores serviles.

Social e históricamente, los actos de los esclavos comienzan y terminan, siendo posible que acaben con la manumisión. También se dan los casos de que las tareas que se impusieron a esclavos no coincidan con su supuesta naturaleza servil. En tal situación, no se lograría el propósito (τέλος) de realizar su esencia, cruzando y tergiversándose las variables contingencia histórica y naturaleza, según las siguientes combinaciones probables.

En primer lugar, lo justo, conveniente y que satisface los intereses de la relación heril perfecta es que por convención legal y contingencia histórica, sean esclavos en los hechos, quienes tienen una naturaleza de tales.

En la ubicación extrema opuesta, cuando convencionalmente se esclaviza a quienes no tendrían la naturaleza de esclavo, no se daría ni la conciliación de intereses ni el provecho común, porque faltaría la phylía (φιλία) es decir, la tendencia a la plenitud, a la que toda naturaleza sería proclive espontáneamente.

En tercer lugar, sería una reserva histórica para los ciudadanos libres, disponer de potencialidades humanas: que existan esclavos por naturaleza aún no sometidos, preveería el futuro desarrollo cultural griego.

En cuarto lugar, que no se someta fácticamente a quienes carecen de la naturaleza de esclavos, implicaría la pervivencia de relaciones libres, propias del movimiento político y teórico de la vida civilizada.

El movimiento hacia la perfección de los entes y de su actividad estaría definido por el estatuto de cada cosa. A esto Aristóteles denomina entelequia (εντελεχία) es decir, el movimiento orientado a un propósito. Es lo que justifica la manera de ser de las cosas realizando lo que son. Para el esclavo, la entelequia es plena en un solo grado de perfección, siendo defectuosos los restantes que se señalan a continuación.

Cabe enfatizar que solo el cuerpo fuerte, apto para las labores manuales es pleno, si y solamente si estaría unido a un alma inferior, que reconocería su ser-para-otro y su existencia radicada en la finalidad de servir.

En contraposición a tal plenitud, se da la deficiencia extrema sin posibilidad de fin encomiable alguno: es la unión del cuerpo de esclavo con un alma libre. Tal es el desequilibrio que origina la sedición (stesis, στάση). Si el cuerpo se halla sometido históricamente, actualiza la peor desproporción ética y estética, siendo en efecto, aberrante y lacerante para el alma libre.

Paralelamente, un alma servil que no corresponda con un cuerpo de esclavo, con independencia de las posibles actividades no físicas que podría realizar, es otra imperfección por la carencia de fortaleza física que es imprescindible para el quehacer de los esclavos.

No poseer cuerpo ni alma de esclavo implicaría, por último, la justificación racional imposible de la eventual esclavización histórica. De producirse tal situación, se daría el desconocimiento absoluto de la jerarquía y la perfección, sería la perversión fáctica del alma de señor y del cuerpo de un hombre libre.

Ser esclavo es posible entender en tanto se considere tanto la dimensión corporal como la psíquica. Las circunstancias de contingencia histórica serían plenas logrando la entelequia si se realizarían según la naturaleza de los actores: en cuerpo y alma, amos libres y esclavos serviles. Sumariamente, el modelo perfecto del régimen heril implicaría en la filosofía de Aristóteles, lo siguiente.

Que materialmente el esclavo detente un cuerpo fuerte y vigoroso para el trabajo manual. Que su alma corresponda psíquicamente a tal materialidad implicaría la plenitud político-antropológica del hilemorfismo aristotélico aplicado al esclavo. Además, la substancia que vivificaría la actividad servil correspondería plenamente a su naturaleza: hacer que la actividad vital sea el acto patente de una potencialidad latente anterior a ser esclavo.

Recíprocamente, la relación se haría perfecta si la rigiese el cuerpo bello y bueno (kalokagathía, καλοκαγκαθία) de un hombre libre, moldeado en la reflexión y el ocio, según la forma de su alma correspondiente con tal cuerpo. La unidad de la materia y de la forma se cristalizaría en la antropología política del amo como una substancia naturalmente destinada a regir y a actualizarse en el mando de la relación heril, antes solamente potencial y latente.

En oposición a tal vínculo perfecto, la peor relación heril se constituiría en los siguientes casos.

Circunstancial e históricamente, actores que esclavizarían con base en la fuerza a quienes no tuviesen una naturaleza de esclavos, darían lugar a una situación aberrante porque el régimen heril impondría el cumplimiento de acciones físicas y psíquicas imposibles.

Quienes históricamente ostentarían la situación de amo, pero carecerían de la belleza y la bondad corporal del mando, sin detentar tampoco el alma de señores, tendrían un rol ajeno, impropio y antinatural.

Aunque Aristóteles no aprobaba sin más la esclavitud por conquista, entendía que las vicisitudes históricas generarían las contingencias de la esclavización. Aunque abogó por regímenes estables, reconocía que una guerra gracias a la fuerza de la coerción, justificaría los movimientos que redefinirían los lugares históricos y sociales de las comunidades políticas, con justificaciones coherentes de la esclavitud, mejor si generase una relación heril plena desde el punto de vista ético y político.

Por otra parte, señaló que si un hombre con alma de esclavo, eventualmente se negase a ser regido por un amo, esto no implica necesariamente que su alma sea libre. En tal caso, es posible que la forma de su ser natural, concerniente a su alma esté influida por alguna pasión, por ejemplo, por el deseo, el temor, el odio, los celos o el atrevimiento, motivando su negativa. También sería posible que la falta del hábito de servir y sus concepciones sociales sobre la esclavitud generen un rechazo inmediato y ocasional a ser esclavo.

Notas

1 Véase el libro de Robin Waterfield, Platón de Atenas: Una vida en la Filosofía. Trad. Vicente Campos González. Editorial Rosamerón, Barcelona, 2024.
2 Política, Libro III, Cap. 4. §§ 1277a-b. Las referencias del presente artículo corresponden a la obra completa de Aristóteles en cinco volúmenes, editada por la Academia de Berlín a dos columnas (a & b) desde 1831 hasta 1870. Los números romanos indican el libro de la obra Política, después, se señala el capítulo y la columna de la página respectiva. Julián Marías y María Araujo, en su traducción directa del griego, señalan la publicación príncipe. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, 1983.
3 Política, Op. Cit. Libro IV, Cap. 10, § 1330a.
4 Política, Op. Cit. Libro VI, Cap. 15. § 1299b.
5 Política, Op. Cit. Libro I, Cap. 2, § 1252b. Traducción de Marías & Araujo pp. 30-4.
6 Política, Op. Cit. Libro V, Cap. 7. § 1342a.
7 Política, Op. Cit. Libro VIII, Cap. 2. § 1317b.