El hombre primitivo consideraba la naturaleza y el entorno como divinos, plasmándolos en sus rituales, como lo atestiguan los grabados rupestres y los ideogramas de las proto culturas. A medida que desarrollaba sus capacidades antropológicas y las formas de cultivo, vivía en armonía con la naturaleza, consciente de que no podía controlarla. Durante los periodos mesoamericano y medieval, tanto en oriente como en occidente, la naturaleza era parte esencial de la alquimia de sanación y del entorno propicio para los asentamientos de grandes imperios y reinos. El descubrimiento del nuevo mundo por Cristóbal Colón, seguidos por los viajes de Hernán Cortés y Fernando Magallanes en el continente, llevaron a los occidentales a temer por los lugares inhóspitos con sus selvas tupidas, animales peligrosos e insectos exóticos de América, buscando protección en la divinidad cristina en cada una de sus expediciones.
Con el paso de los siglos, todo aquello que antes se consideraba divino, paradisíaco, medicinal y temible ha cambiado en nuestros días. Ya no se percibe como una naturaleza salvaje sin fronteras por conquistar, sino que ahora la naturaleza solicita ayuda debido al aumento indiscriminado de la deforestación, la contaminación industrial, la depredación por el dominio del uso del suelo, las guerras por los recursos naturales y el deterioro de la capa de ozono.
Por tanto, el surgimiento del término " ambiente" en lugar de "naturaleza" es una distinción que ha ido ganando terreno en las últimas décadas, desplazando el concepto profundo de lo natural como un tema cultural de enseñanza, para convertirlo en algo más amplio: "ambiente", que abarca tanto la naturaleza como la cultura. Esta evolución ha dado lugar a una agenda pública que se ha ido desarrollando a lo largo del siglo XX y hasta nuestros días, marcada por eventos históricos específicos.
En otras palabras, se establecieron lineamientos políticos y patrimoniales relacionados con el medio ambiente y el patrimonio natural de los países, como la Convención sobre la Diversidad Biológica (1992, Cumbre de la Tierra), la Declaración de Estocolmo sobre el Medio Humano (1972), la Cumbre de Río, el Informe Brundtland y el Protocolo de Kyoto, entre otros. Estos eventos introdujeron términos como evaluación de impacto ambiental, carbono, ambiente sustentable y economía circular. Por otra parte, dentro de las estrategias de conservación se establecieron dos enfoques principales: In situ, que consiste en la protección del ambiente natural o ecosistema virgen, como los humedales naturales, y Ex situ, que implica la reubicación de especies en peligro en ambientes artificiales o áreas protegidas, como zoológicos y parques nacionales.
Nuevas estrategias
En la actualidad, la mayoría de los países tienen planes estratégicos de desarrollo sostenible que incluyen el turismo de aventura, el senderismo y el avistamiento de aves, así como tareas de protección de la flora y los insectos, junto con investigaciones en laboratorio. Además, se están integrando los jardines botánicos para crear conciencia sobre el entorno más que sobre la naturaleza.
Pero se recapitula nuevamente sobre el concepto de “ambiente más que naturaleza” para analizar con precisión sobre el mismo. Al comparar ambos términos, se observa una clara necesidad de preservar todos los elementos culturales, naturales y humanos. El concepto de "ambiente" busca fomentar una conciencia de cooperación colectiva e individual en la protección y conservación de la naturaleza, así como en el uso y control sostenible de los recursos naturales. Además, cualquier política de desarrollo económico debe incluir una cuota de responsabilidad por el uso del medio ambiente, lo que permitirá acciones como la protección de los ecosistemas naturales y la biodiversidad.
En este análisis, resulta imperativo abordar el problema del aumento de las emisiones de gases y el calentamiento global, lo cual demanda un control efectivo de la huella de carbono. El objetivo principal de esta medida es reducir el calentamiento del planeta. El incremento en el índice de emisiones de HC a la atmósfera tiene un impacto negativo en la calidad del aire y es provocado tanto por las industrias como por las pequeñas empresas, según lo establecido por la Unión Europea.
Ya que a medida que las emisiones de gases deterioran la capa de ozono también, habrá mayores cantidades de radiación ultravioleta que lleguen a la superficie del planeta. Estas provocan daños en los ecosistemas y afectan la vida marina y terrestre, entre otros efectos.
Por ello, las políticas estatales deben promover la educación, la preservación y la conservación de todos los elementos necesarios para garantizar la protección del medio ambiente y la especie humana, así como la economía de los pueblos y la preservación de su entorno, enfocándose en el ambiente más que en la naturaleza.
Es crucial que los estados desempeñen un papel activo en la formación y gestión de sus entornos naturales, que incluyen la tierra, el suelo, el aire, los ecosistemas, la flora y la fauna. Para lograrlo, es necesario implementar recursos y estrategias planificadas que integren el entorno humano con el natural. De esta forma, se preserva la historia y la vida del planeta, reconociendo que se trata de un concepto más amplio que simplemente naturaleza: es el ambiente en su totalidad.