Hace algún tiempo escribí en este mismo espacio “Sesgos cognitivos que nos llevan al extremismo”. Quisiera extender y aumentar las explicaciones de esos peligrosos sesgos cognitivos a las denominadas falacias lógicas y argumentativas o falacias ad. Este término ad proviene del latín y significa: hacia a o al lado de. Se utiliza para indicar dirección, tendencia, proximidad, contacto o encarecimiento. Por ende, una falacia lógica argumento ad logicam es un razonamiento falaz que consiste en afirmar que algo es falso solo porque surge de una falacia.

Recuerde que una falacia es un argumento contrario a la lógica, una verdad aparente, una mentira, en todo caso. ¿Y cómo se puede saber si algo es falaz?, se preguntará usted. Muy simple, la lógica nos proporciona el medio, una tabla de verdad o tabla de valores de verdades, que, valga la redundancia, es una tabla que nos muestra el valor de verdad, valor que indica en qué medida una declaración es verdad, para cada combinación de verdades que se pueda asignar. En ese sentido, decir o afirmar la verdad sobre una verdad es verdad, y siempre será verdad, no importa las veces que se repita el argumento. Por otro lado, afirmar que una verdad es falsa es falso. Finalmente, afirmar que algo falso es falso es verdad. Pero ojo, mucho ojo, repetir algo falso, aunque sean mil veces, no lo convierte en algo verdadero.

En lógica se les denominan argumentos ad hominem o falacias ad hominem a las falacias informales. Una falacia informal consiste en refutar una afirmación en función del carácter o de un atributo de quien emite la afirmación, en lugar de, o más bien obviando, analizar el contenido y la veracidad o no del emitido. En otras palabras, descartar la lógica y el contenido de quien emite el argumento y atacarlo, sin argumentos válidos. Las falacias informales más conocidas que utilizan frecuentemente los demagogos políticos para atacar a sus contrincantes y engañar al auditorio con su retórica política son:

El argumento ad populum, del latín “dirigido al pueblo”, es un sofisma populista que consiste en responder con un argumento o una afirmación, basándose en la opinión que tiene el pueblo o la mayoría, en lugar de la validez o no del argumento por sí mismo. En otras palabras, afirmar que algo es válido solo porque la mayoría lo cree así. El problema con este argumento es que, por muchos que crean que algo equivocado no está equivocado, si está equivocado, está equivocado y siempre lo estará. Como cuando la mayoría creía que la Tierra era plana y era el centro del universo.

El argumento ad verecundiam, o argumento de autoridad, se basa en defender que algo es verdadero por el simple hecho de que quien lo dice tiene “autoridad” en la materia. El problema con la autoridad es que la legitimidad puede ser comprada, influida o negociada. Como fue el caso de los falsos estudios e informes científicos descreditando el cambio climático.

El argumento ad baculum, que implica imponer por fuerza la “validez” de un argumento. Muy tristemente utilizado por los políticos extremistas de hoy día.

El argumento ad ignorantiam, también conocido como llamada a la ignorancia, estriba en defender una posición, argumentando que no existe prueba de lo contrario; es decir, a falta de pruebas o conocimientos. Apelando a dos conocidos refranes populares: “Ojos que no ven, corazón que no siente” y “Lo que no veo, no me afecta”.

El argumento ad antiquitatem, también llamado apelación a la tradición, se fundamenta en la tradición, en la transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación. No en la verdad.

El argumentum ad lapidem, literalmente, apelar a la piedra, es una expresión latina que hace referencia a descartar una declaración como absurda, sin dar prueba de su absurdo.

El argumentum ad crumenam, o apelación a la riqueza, es una falacia que se reduce a concluir que algo es cierto solo porque quien lo propone es rico. Nada más falso.

El argumento ad nauseam reside en la prolongada reiteración, por una o varias personas, de un argumento donde se incita a una discusión superflua y sin sentido, para evadir los razonamientos de la contraparte que no se pueden contrarrestar, refutar o desmentir.

El argumento ad misericordiam, o apelación a la misericordia, se basa en la manipulación de los sentimientos para sostener un argumento como válido. “¡Perdónalos porque no saben lo que hacen!”.

El argumento ad consequentiam, del latín “dirigido a las consecuencias”, se fundamenta en responder refiriéndose a las consecuencias negativas de un argumento sostenido por la contraparte. Obviamente, sin sugerir o dar soluciones alternativas con consecuencias positivas.

Finalmente, la conclusión irrelevante o falacia de irrelevancia consiste en una refutación irrelevante, es decir, carente de relevancia o importancia, de un argumento relevante, sobresaliente, destacado por la parte contraria. Como se dice popularmente, “salirse por la tangente”.

Ahora que conoce las principales falacias ad con que los demagogos políticos tratarán de engañarlo, póngales atención y escuche si alguna de ellas, o todas ellas, aparecen en el discurso populista político. Si cae en ellas, si cree en ellas, será por voluntad y decisión propia, no por desconocimiento o ignorancia.