Conozco un bar de empresa, de esos que para que suenen más in algunos llaman bistró, que funciona, como muchos, como un autoservicio.

Las bandejas sucias

Hoy he decidido soltar mi parte animal.
No, ya no me pienso callar nunca, nada más.
Voy a empezar por decir que no creo en la moral de la sociedad.
En que si digo que no existe dios ni santísima trinidad.
(…)
Hoy, hoy no pienso transigir, no voy a dudar.
Hoy voy a dejarme fluir, os vais a cagar.
Si un meteorito ayudara un poquito y barriera a la humanidad.
Si sólo quedara un microbio vivito, él pudiera recomenzar.1

Allí, los asalariados de todos los niveles y condición desayunan, toman café entre horas o comen, intentando muchos, por cierto, hacer colas con mucha espera para eludir su trabajo, total, ya sabemos que el compromiso y la responsabilidad forman parte más del llamado postureo que de la responsabilidad personal.

Casi diariamente suelo ir a desayunar gastando un cuarto de hora que es recuperado sobradamente en jornadas casi sin fin de continuidad. Al acabar, dejamos las bandejas en los basares existentes a tal efecto. Y digo “dejamos” porque no suelo ir solo. El momento de tertulia revitalizante sobre lo divino y lo humano surte del oxígeno necesario para acometer la tarea de siempre, la tarea que, como ejército de Sísifos llevamos a cabo sabiendo que debemos comenzarla día tras día como si las compuertas de una presa nunca se cerrasen del todo o siempre tuvieran fugas por unas grietas apenas perceptibles.

Junto a los basares de bandejas sucias, unos depósitos de basura, para plásticos, papel y cartón, resto de comida y demás. Hace ya mucho tiempo, mi compañía reparó en la suciedad: “oye, casi nadie limpia las bandejas, las colocan para que los empleados del bar las transportes y sean limpiadas por ellos”. Este detalle muestra a las claras dos cosas, la primera, falta de urbanidad y civismo, la segunda, lo sucia y guarra que es la mayoría de usuarios del lugar. ¿Hace falta manchar tanto para desayunar?, y no digamos a la hora de comida, restos de salsas, raspas de pescado con aún trozos de carne que parecen haber sido chupeteados o mordidos por ansiosos incívicos, melindrosos pero "arrampladores”.

Hasta ahora he llamado a estos seres incívicos, sucios, mal educados, des-urbanizados y, a nada que lo intente, seguro que brotan de mi mente más acepciones correctas. Pero no quiero faltar el respeto a nadie, sino llevar a cabo un ejercicio que ya he practicado con quien me acompaña al desayuno, a saber, analizar, definir y plasmar qué hay detrás la actitud que cada cual expresa cuando dejan las bandejas llenas de restos de comida, de sus restos orgánicos, de casi sus flujos, de mierda.

Creemos que lo que hay detrás muestra varias actitudes o comportamientos, superioridad o estatus, desprecio, miserabilidad o, simplemente, y esto es lo primero que se detecta, mentecatería. En definitiva, lo que sí tienen todos en común es una falta de respeto a los demás y un alto desconocimiento de las normas básicas de convivencia.

Superioridad o creencia de estatus superior

¿Qué tipo de viejo vas a ser?
¿Qué final vas a tener?
Vas a dar asco, vas a dar risa,
vas a ir al campo, vas a ir a misa,
vas a portarte como un payaso
para intentar que te hagan caso.
Elige el viejo que quieres ser de mayor
Porque esa será tu única elección.
(…)
Tú sabes que hay un viejo en tu interior
luchando por hacerse con el control.
Tú eres muy chungo y él no va a ser mejor.
Tú eres mala persona y él va a ser todavía más cabrón.2

Una de las categorías más prominentes en este análisis es la de aquellos que no recogen sus restos de comida porque creen que es una rebaja de sus estatus o, mejor, que para eso están los empleados del lugar, para ellos es rebajar su estatus separar los restos de comida y dejar limpia su bandeja, ¿para qué si hay unas personas de menor extracción o de nivel social inferior al suyo que lo harán?, para estos, más allá de llevar a cabo una labor de urbanidad, respeto y, sobre todo educación, afirmar una ostentación deformada e ignorante de lo que es estatus o verdadero nivel ilustrado. Son, en realidad, unos ignorantes in-ilustrados y, posiblemente, unos clasistas.

Hay que tener en cuenta que se puede ser clasista sin pertenecer a ningún estrato social privilegiado, se puede ser clasista sin ser propietario de ninguna virtud o bien material que lo avale y, sobre todo, se es clasista si es un analfabeto socio-funcional, es decir, por decirlo para que todo el mundo lo entienda, un burro.

Estas personas suelen tener una percepción inflada de si mismas, considerándose por encima de las tareas que consideran serviles. Para ellos, limpiar su bandeja es una acción que no se ajusta a su estatus, ya que creen que su tiempo y energía están destinados a actividades más importantes. Esta actitud no solo muestra una falta de respeto hacia los empleados del bar, sino también hacia el resto de clientes que comparten el espacio. Al no cumplir con una norma básica de convivencia, estas personas reflejan un egocentrismo y una falta de empatía que pueden ser perjudiciales en cualquier comunidad y, por supuesto, para la sociedad.

Además, muestran, como se apuntó antes, una falta de conocimiento, no sólo cívico, sino de autoafirmación de si mismos, al mostrarse como piezas que no encajan en el mecanismo social. Más allá, los que por creencia de superior o clasismo tienen este tipo de comportamientos deberían ser expulsados de la estructura social al ser un peligro para la convivencia y la existencia de los demás.

Miserabilidad o pobreza del alma

Soy un vertiginoso atleta moral.
Atesoro, con esmero, todo mi fluido vital;
pero puedes cambiarme
y ser la dueña de tanta riqueza
con sólo aproximarte,
con sólo hacerme un guiño,
con tan sólo una palabra
liberaremos la pena
de vivir, eternamente, acosados por los
creadores de la angustia.3

Otra categoría que merece atención es la de los miserables y pobres de alma. Estos individuos no recogen sus restos de comida no por un sentido de superioridad, sino por una profunda carencia de valores y empatía. Son personas que, en su desdén por las normas sociales, revelan una miseria interior que va más allá de su comportamiento en el restaurante. Esta actitud puede ser el resultado de una vida llena de frustraciones y desencantos, donde la falta de consideración hacia los demás es una manifestación de su propio descontento. En lugar de ver el acto de recoger la basura como un deber cívico, lo ven como una tarea indignante, sin reconocer que su negativa a hacerlo afecta negativamente a otros.

No hay en ellos ninguna valoración o categoría moral, simplemente dejan las bandejas sucias porque les da la gana o simplemente, por comodidad. ¿Qué podemos esperar socialmente de esa comodidad los que compartimos espacio con ellos? Lo mejor es que sean laminados.

Estos individuos tienen un problema mayor, la verdadera raíz de este comportamiento, y es que no tienen conciencia de si mismos, del espacio, de la otredad. No debemos pensar que no pasa nada porque no ocuparan lugares habituales en la sociedad o que son pocos en número. Nada de eso, hay muchos individuos en todas las sociedades que tienen esta pobreza del alma, o miseria humana, y ocupan puestos de responsabilidad, de poder, de alta representación en instituciones formales y empresas, que tienen hijos -al fin de al cabo no se exige ningún requisito para poder procrear-, que son admirados y/o queridos por amigos, compañeros, vecinos, jefes, subordinados, familia, etcétera. Es decir, muchos de estos detritus nos rodean de igual forma que nos rodea la basura que dejan en las bandejas después de comer.

Paletismo primario o poligonerismo

Caí como una bomba en tu tonta reunión.
Empiezo a sospechar de mí entre la fauna del salón.
Esta gente debería estar entre la casa de reptiles.
No puedo oír ni lo que pienso entre tanto bacalao.
No puedo controlarme, no puedo...
Soy el eslabón perdido entre animal y vegetal,
y tengo el cerebro de un juguete de pilas.
Si tu estudias diseño, yo fontanero nuclear.
Tengo ganas de irme desde que llegué.
No puedo controlarme, no puedo...4

Luego, están los elementos sin educación conocidos burdamente como paletos. Este grupo no recoge sus restos de comida debido a una falta de formación y de modales básicos. En muchos casos, estas personas no han sido enseñadas sobre la importancia de la limpieza y el orden en espacios compartidos, o, mejor dicho, ni tienen interés en hacerlo ni en interacción en un plano cívico con los demás. Además, he observado dos tipos, los que no se dan cuenta de su comportamiento por un primarismo de origen y los que, dándose cuenta, se refirman en su vergonzoso comportamiento adquiriendo un además de superioridad, de “no lo hago porque no quiero”, incluso algunos hasta suelen sonreír. Hay que destacar que esta ultima parte une esta actitud con la que vimos en primer lugar, la de la superioridad.

Esta actitud la he detectado simplemente por puro empirismo. Cuando he coincidido comiendo con uno de estos elementos, al ir a vaciar mi bandeja y ver que ese elemento poligonero no lo hacía, me he recreado más en la acción y lo he hecho con más despaciosidad, para hacerle ver su comportamiento. ¿Qué he hecho ese ser? Esperarme sin limpiar su bandeja ora de brazos cruzados, ora con media sonrisa.

Pero no es tanto una cuestión de maldad o de arrogancia, sino de ignorancia. Sin embargo, su comportamiento sigue siendo problemático, ya que demuestra una falta de integración con las normas sociales que permiten una convivencia armoniosa. Educar a estas personas es fundamental para que comprendan que el respeto hacia los demás y el mantenimiento del orden son esenciales para el bienestar común pero lo coherente es dejarlo, ¿quieren realmente ser educadas? La respuesta es un rotundo no.

Mentecateria, necesidad o estupidez

Buen chaval, tu eres un buen chaval,
Buen chaval, tu eres un buen chaval.
Buen chaval, todos creen que eres idiota,
y buen chaval, naciste de una goma rota.
Madre Teresa a tu lao es un ser despidiao.
Y dicen todos tus fans: más bueno que el pan.5

Finalmente, encontramos a los mentecatos tontos, aquellos que no recogen sus restos de comida simplemente por torpeza o falta de reflexión. Estos individuos actúan sin malicia ni arrogancia, su comportamiento es el resultado de una falta de conciencia sobre las consecuencias de sus acciones. Son personas que, en muchos aspectos, pueden no comprender completamente la importancia de seguir ciertas normas sociales. Aunque su falta de acción no proviene de un lugar de maldad, es igualmente importante que se les enseñe sobre la importancia de la responsabilidad personal en espacios compartidos, pero ya han perdido mucho tiempo para recuperar el tiempo perdido, máxime cuando muchos ocupan posición como si fueran seres normales que impiden que haya refuerzo en las modificaciones a su comportamiento.

Los detecté de una forma muy simple. Un buen día, al acabar de desayunar, como habitualmente, fui a vaciar mi bandeja. Dos personas, a las que ya conocía y, de hecho, tenia catalogados en el grupo de los imbéciles, dejaron, como era de esperar, sus bandejas hechas un asco. Con tono serio y sarcástico a la vez pero con tono afable, les afee su comportamiento. ¿Qué sucedió? Algo que en un primer lugar podía parecer sorprendente, pero una vez analizado, fue naturalmente coherente, comenzaron a reírse con una mezcla de tono travieso de niño pillado in fraganti y de “no recojo la bandeja porque no me da la gana y me parece gracioso”, de hecho, aceleraron su marcha del mismo modo que fueron incrementando sus risas de burlón alocado.

No pasa nada, lo esperaba. Lo único que me alarma, de este y de todas las categorías, es que estos individuos habitan entre nosotros y son considerados normales, seres humanos mainstream, es más, muchos de ellos, como dije antes, ocupan posiciones o buenas valoraciones humanas de otros congéneres que, por cierto, muchos de ellos, esta claro, tienen actitudes similares.

Concluyendo: recogiendo mi bandeja

Yo he sido responsable, ¿quién responderá de mí?
Yo he sido sostenible, ¿quién me sostiene a mí?
Yo estuve incontrolado, no controles tú por mí.
Yo he sido mordiente, no me muerdas tú a mí.
Escucha gentuza, primero me escuchas.
Escucha gentuza, esto se acabó.
Escucha gentuza, no me des la vara.
Escucha gentuza, carne de cañón.
No me da la gana, déjalo para mañana.
No me da la gana, tus historias diluvianas.
No me da la gana, que me escupas en la cara.6

Sin duda que este comportamiento es un microcosmos fiel de la sociedad en general. el respeto por los demás y su propio sentido de responsabilidad. Los que se creen superiores, los miserables y pobres de alma, los paletos sin educación y los mentecatos tontos representan diferentes fallos en la educación cívica y en la formación de valores fundamentales.

Hay que hacer saber, antes de terminar, que estas actitudes pueden darse entrelazadas, es decir, el mentecato también puede creerse superior, el miserable puede ser un iletrado poligonero, etcétera. Y, es más, está observación y análisis aplicada a cómo de sucias dejan sus bandejas algunos seres humanos es aplicable a otras actitudes o esferas de su vida. Al fin de al cabo, siempre dejamos restos de como somos más en nuestro comportamiento secundario que en lo que decimos y lo que queremos aparentar, por eso creo que es importante poner en el foco en este tipo de detalles.

Abordar todo esto para lograr la mejora social lo considero harto complejo ya que la mayoría que lleva a cabo este tipo de acciones es aplastante, ¿en qué me baso? En la estadística, pura estadística. Diariamente hago una cuenta rápida de las bandejas sucias y asquerosas que hay en los basares, la conclusión en desmoralizadora, tanto como para dejar de creer en la reconversión social de la especie humana: más del 90% de las bandejas están llenas de mierda, sin contar los resto que allí han dejado sus usuarios y que en origen no estaban, pañuelos con mocos, paquetes de tabaco gastados, caramelos mordisqueados con trozos de su envoltorio, etcétera.

Hace unos días, al acabar de comer, me disponía a llevar la bandeja a los basares ad hoc, limpiando antes el contenido, y un empleado del lugar que llevaba uno de los carros basares llenos de bandejas, me dijo: “no lo lleves, dámelo”. Le dije: “es que quiero vaciarlo antes. Mira como llevas las bandejas de sucias, nadie las limpia, me parece una vergüenza”. Y el, sonriendo con gratitud, concluyó: “Es verdad, pero, por desgracia, estanos acostumbrados”

Un buenista podría decir que es crucial fomentar una cultura de respeto y responsabilidad, que las campañas de concienciación, la educación formal e informal y el ejemplo que dan figuras de autoridad y modelos a seguir podrían solventarlo. Mentira. Al final, una sociedad más respetuosa y consciente se construye a través del esfuerzo colectivo de todos sus miembros, y cada pequeño acto de consideración contribuye a un ambiente más armonioso y justo para todos. Pero, ¿cómo hacerlo? Los ingredientes son sencillos, si esas personas tuvieran referentes morales y culturales sólidos, un acervo cultural (de cultura sociológica, no de conocimientos) cincelado a través de los años, no serían así. Aún no es tarde, todo se cura leyendo o teniendo inquietudes artísticas, música, teatro, danza, cine… inquietudes en general, pero de los de verdad, no sucedáneos de analfabetismo funcional como pueden la música de radio formulas, el cine comercial, la vulgaridad de los musicales, los vodeviles de tres al cuarto o los best sellers tan interminables como vacíos. Mientras tanto, algunos seguiremos plenamente instalados, y horrorizados, en nuestra cómoda butaca de la superioridad moral.

Notas

1 Cartas desde Gaia. Robe, del álbum Destrozares. Canciones para el final de los tiempos, 2016.
2 Shiseido. Los Punsetes, del EP Todo el mundo quiere hacerte daño, 2021.
3 El vertiginoso atleta moral. Doctor Divago, del álbum El loco del chándal, 1997.
4 No puedo controlarme. Ilegales, del álbum Regreso al sexo químicamente puro, 1992.
5 Buen chaval. Los Feliz, del álbum Ataque de marketing, 2002.
6 No me da la gana. Costas, del álbum Alguien tenía que hacerlo, 2013.