En la Filosofía no hay unanimidad alguna acerca de lo conocido definitivamente.

(Karl Jaspers)

La Filosofía es una concreción de la esencia humana; una forma de consumar la vocación pensando por uno mismo. El significado de vocación (del latín vocatio y vocare1) es “llamar”. Es el impulso por la realización humana. La Filosofía convoca la naturaleza del hombre impeliéndole al conocimiento: le llama a saber. Pese a las oscilaciones de la historia de la cultura, incluso negando la posibilidad del diálogo y cesando la búsqueda de respuestas; la sociedad aún auspicia la Filosofía.

La actividad de los filósofos, la Filosofía como producto esencial del ser humano, consuma la vocación de pensar con autonomía, empleando el lenguaje; incluso cuando el contenido de los conceptos excede los significados de los términos y es necesario crear nuevas palabras.

El leitmotiv de la Filosofía es descubrir las esencias de tópicos clásicos de la lógica, la teoría del conocimiento y la ciencia, la axiología, la ética, la antropología y la estética; además de la metafísica, la ontología y la cosmovisión. Dirigen su quehacer, preguntas como las siguientes: “¿qué es el hombre?”; “¿qué es el conocimiento?”; “¿qué es el pensamiento?”, “¿qué es la ciencia?”; “¿qué, lo bueno y lo malo?”; “¿qué, la belleza y la fealdad?”; “¿qué, lo santo y lo profano?”; “¿qué, la historia, el derecho, la política y el Estado?”. La problematización y solución de los objetos referidos y de otros, permite formular conocimientos positivos que se desarrollan como parte de los capítulos, los ismos, las disciplinas, los sistemas, las épocas y los contenidos filosóficos occidentales.

Una diferenciación conceptual importante de la Filosofía, refiere la distinción entre su inicio y su origen. Para el filósofo existencialista, Karl Jaspers2, existen tres orígenes de la filosofía: el asombro, la duda y las situaciones límite. Según el pensador alemán, pese a que el pensamiento oriental sea el más antiguo en la historia de la humanidad, el inicio de la filosofía debe circunscribirse al núcleo de la reflexión, las ideas y la continuidad que se dieron en Occidente, desde las ideas de los pensadores presocráticos en la Grecia antigua, con Tales de Mileto como el primero, en el siglo VI a. C. Por otra parte, los orígenes de la filosofía refieren las motivaciones profundas del hombre, su vocación por filosofar, independientemente del tiempo y del lugar. Se trata de los estímulos que incentivan a las personas a encontrar respuestas a los temas profundos de la existencia. Mientras que el inicio denota información histórica de un proceso milenario que aún continúa; los orígenes de la filosofía son la estimulación vocacional a plasmar la esencia humana.

Según el enfoque existencialista de Jaspers, la primera fuente del origen de la filosofía es la admiración. En la antigüedad clásica, por ejemplo, Platón y Aristóteles, habiéndose admirado del entorno que los envolvía, procuraron hallar explicaciones racionales ulteriores. Su deseo de comprender el mundo, las cosas, el Sol y la bóveda celeste alcanzaron certidumbres satisfactorias gracias a la Filosofía percibida como la búsqueda desinteresada de la verdad, sin ningún beneficio práctico y desplegada por el gozo de saber. Se trata de la empresa que orienta el espíritu humano hacia la búsqueda de las esencias, sumergiéndose en la profundidad del ser. En tal sentido, cabe comprender la frase de José Ortega y Gasset que asevera: “sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender”3: admirarse por la totalidad que nos circunvala como guía de la Filosofía.

Que mentes brillantes de la antigüedad como son las de Platón y Aristóteles, hayan concebido que la finalidad de la Filosofía consiste en explicitar las causas, las leyes y los principios de todo4, se ha proyectado históricamente y repetido con amplitud en el pensamiento. Edmundo Husserl5, padre de la fenomenología, concibió que la esencia de la Filosofía radicaría en ser la ciencia de los verdaderos principios y de los orígenes. Similar posición sostuvo Max Scheler6, filósofo cristiano alemán, para quien la Filosofía es el conocimiento de las esencias y de las relaciones esenciales del ente. Según él, los entes –conjunto que es de alguna manera– se develarían por la Filosofía en el orden y jerarquía respecto del ente absoluto –Dios– y su esencia, como conocimiento a priori fundamental para toda existencia contingente.

Immanuel Kant7 estableció que la Filosofía es el conocimiento racional expresado mediante conceptos; y, para Georg Wilhelm Friedrich Hegel, la Filosofía es “la ciencia de lo absoluto”. Aunque el filósofo de Stuttgart creyó que con su sistema consumaba el saber auto-consciente volcado sobre sí mismo, develando la identidad del ser y el pensar; después de Hegel, la Filosofía continuó con Marx. El pensador de Tréveris criticó a los filósofos con su undécima tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de distintos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo8. Marx restringió la discusión y las interpretaciones filosóficas a la praxis política.

El segundo origen de la filosofía según el enfoque existencialista de Karl Jaspers es la duda. René Descartes9 ejemplifica tal origen. Pero, cogito, ergo sum supera la duda aplicada por el filósofo francés a cualquier certidumbre. Poner en tela de juicio filosóficamente implica cuestionar los conocimientos como errados, lo mismo que cualquier uso y costumbre. Quizá sean falsos los enunciados o creencias que las percepciones toman como encandilamientos engañosos, además de las ideas y de las fábulas ilusas.

La duda metódica conduce a no tener certidumbre de nada, ni siquiera de que yo mismo existo. Únicamente después de construir la certeza de saber que soy una cosa que duda radicalmente, esto es, convenciéndome de que pienso, puedo enunciar el apotegma cartesiano. El examen crítico riguroso e inclemente que no ofrece ninguna concesión racional pone en cuestionamiento todo contenido. La duda metódica no respeta nada como necesariamente verdadero, es la única puerta para filosofar con la esperanza de alcanzar certezas inconcusas pensando por uno mismo.

Finalmente, las situaciones límite, concebidas por Jaspers como el tercer origen de la filosofía, constituyen las circunstancias que subsumen al filósofo en un mundo del que es consciente de su debilidad e impotencia, como sentenció Epicteto10. El filósofo alemán refiere la muerte, el acaso, la culpa y la desconfianza. Son las situaciones de turbación inmodificables y que irremediablemente, privan de paz, comunicación, reposo y creencias con un radical sentimiento de orfandad y pérdida.

Por ejemplo, el duelo o la certeza de que estamos destinados a morir; nos angustia, nos desazona y nos provoca insondables cuestionamientos. A veces, preferimos ignorar la latencia que inevitablemente se desliza en una situación que supera nuestras posibilidades y control; otras veces actuamos con extrema desconfianza ante todos, mostrando descrédito y desvaloración de lo que nos rodea; pero siempre de una u otra forma se patentiza el dolor, la flaqueza y la impotencia. Pareciera que fuesen inevitables el trabajo, el fracaso, la vejez, la enfermedad y la muerte.

Después de enfrentar estas situaciones límite y a la nada que irrumpe con ellas, es posible filosofar. Se trata de hollar los intersticios recónditos del ser para que el filósofo descubra las certidumbres que ama y necesita: en el límite de la existencia aparece la autenticidad y el valor de la solidaridad. Aquí estarían la libertad y la justicia desde el vacío más aterrador. La filosofía descubriría esperanzas desde la negación que termina afirmando el ser. Jaspers considera que es posible que tales valoraciones filosóficas devuelvan la confianza en la familia y en las otras personas del entorno, visualizando la cultura, las ideas y la individualidad como dignas de afirmarse y proyectarse asertivamente.

Johannes Hessen explica el significado del término φιλοσοφία. Proviene de la lengua griega y se compone de las palabras φιλός (philos) y σοφία (sophía) siendo aceptado ampliamente su significado de “amor a la sabiduría”. Homero y Hesíodo refirieron σοφία como sabiduría o conocimiento. En el siglo VI a. C. Heráclito habló de φιλοσοφóς ανήρ (hombre filosófico) como el amante de la sabiduría que procura conquistarla entrenando su mente.

El padre de la historia, Heródoto, escribió un diálogo en el que Creso se refiere a Solón como alguien que pertenece al grupo de los φιλοσοφέων (filósofos). La forma verbal φιλοσοφεῖν (es decir, filosofar) refiere la contemplación (θεωρίης εῖνεκεν). Alrededor de un siglo después de Homero y Hesíodo, tal vez porque Sócrates la habría usado antes, aparece por primera vez la palabra φιλοσοφία en el diálogo platónico Protágoras. Si bien existen referencias de autoría que citan a Pitágoras, ciertamente Platón contrapuso claramente filosofía y σοφία. Pese a que son palabras de Sócrates, la idea del filósofo ateniense refiere una diferencia importante: no es lo mismo quien ama a la sabiduría que quien la detenta; es decir, quien aspira a poseerla es el filósofo (φιλόσοφος) el amigo de la sabiduría; mientras que el sabio (σοφός) ya la ostenta. Otra diferencia del filósofo se da respecto de los sofistas (σοφισταί): Sócrates aspira a la sabiduría en contraste de los falsos sabios que aparentan detentarla. Por lo demás, en la época clásica griega la sabiduría se entendía como la capacidad intelectual y la inteligencia, similar al conocimiento profundo y correcto de las esencias: la episteme (έπιστήμη).

Finalmente, la conocida sentencia de Martín Heidegger: “el lenguaje es la casa del ser” permite colegir cómo se desarrolla la Filosofía como ocupación que trata el sentido del ser. El lenguaje es el lugar que establece el ser de las cosas. El hombre habita en el lenguaje, como usuario de la lengua, establece qué son los entes, incluso él mismo, conoce positivamente la particularidad de las cosas en el mundo y habla descubriendo las esencias habitando con y en el ser.

Según Heidegger, la pregunta ontológica fundamental interroga por el sentido del ser. El hombre (ser-ahí, Dasein) pregunta en el tiempo como horizonte de su existencia, incluso con palabras insuficientes. La temporalidad fundamenta la existencia histórica en condiciones culturales que hacen que sienta, piense, viva y hable del ser. La Filosofía no otorga respuestas concluyentes, sino formula viejas y nuevas preguntas, pensando con los grandes filósofos.

Notas

1 El Diccionario ilustrado Latino-Español, Español-latino (dirigido por José María Mir. Editorial Vox, Barcelona, 2009, p. 552) indica que vocatio significa “invitación”, “convite” y “vocación divina”. El Wikcionario en línea señala que vocare es el presente activo de voco que significaba “llamar” o “convocar”.
2 Véase el parágrafo “Los orígenes de la Filosofía” del libro: La Filosofía desde el punto de vista de la existencia. Trad. José Gaos. Fondo de Cultura Económica. México, 1978, pp. 15-7.
3 La rebelión de las masas, p. 144. En: Obras completas de José Ortega y Gasset, Volumen IV. 6a edición, Revista de Occidente, Madrid, 1966.
4 Johannes Hessen en Tratado de Filosofía (Trad. Juan Adolfo Vázquez. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1970, p. 16) señala la concepción de Platón y de Aristóteles de que la búsqueda de la verdad, tanto en la Ciencia como en la Filosofía, sería la misma.
5 La Filosofía como ciencia estricta. Trad. Rovira Armengol, Instituto de Filosofía, Buenos Aires, 1951, p. 97.
6 La publicación referida por Johannes Hessen (Op. Cit., p. 18) es el libro de Max Scheler, De lo eterno en el hombre, Trad. Julián Marías & Javier Olmo. Editorial Encuentro, Colección de Filosofía, Madrid, 2007.
7 En “Nuevas y viejas definiciones de la Filosofía”, Hessen expone y comenta las concepciones de la Filosofía de varios autores. Aparte de los antiguos, Platón y Aristóteles, señala la idea de Cicerón y presenta en orden histórico, las ideas de Amonio Saccas, Alberto Magno, Christian Wolff, Immanuel Kant, G.W.F. Hegel, Ernst Mach, Wilhelm Wundt, Bruno Bauch, Wilhelm Windelband, Max Scheler, Martin Heidegger y de él mismo. Tratado de Filosofía, Op. Cit., pp.16-9.
8 Tesis sobre Feuerbach. En: Obras escogidas de Marx y Engels. Editorial Progreso, Moscú, p. 26.
9 Cfr. el “Prefacio” de las Meditaciones metafísicas donde afirma: “soy una cosa que piensa”. Trad. Juan Gil Fernández. Aguilar, Buenos Aires, 1980, p. 38.
10 Karl Jaspers refiere el texto estoico: “El origen de la filosofía es percatarse de la propia debilidad e impotencia” (Op. Cit. p. 16).