Definir el término de “literatura” implica reflexiones muy diversas según la tradición, la época y la cultura de las que se trate. La literatura supone una yuxtaposición de áreas del conocimiento como la psicología, la pedagogía, la religión, las ciencias en general, la metafísica, la ética, la estética y la epistemología, entre muchas más. Por lo tanto, es una labor compleja intentar entender la “literatura” en India (ya sea la del período antiguo, la Edad clásica o la India moderna) desde nuestro contexto actual, como mexicanos del s. XXI.
Para profundizar en una tradición o “cosmovisión” distinta a la propia, es necesario ir a las fuentes directas y conocer la lengua. En este caso, intentaré ofrecer simplemente un acercamiento desde la bibliografía especializada1. Así, he decidido situarme en un contexto histórico-cultural específico de India para reflexionar sobre la literatura. Este contexto es el periodo de florecimiento cultural, estabilidad social, política y económica, que se suscitó en la región de Cachemira entre los siglos VIII y X, lo cual posibilitó el auge de manifestaciones artísticas, científicas e intelectuales.
Varios pensadores oriundos de Cachemira (entre ellos Ānandavardhana, Kuntaka, Rājaśekhara y Mammata) redactaron en esta época tratados sobre teoría literaria, la poética y la ejecución de las artes, principalmente del teatro. Con esto, se comenzaron a establecer criterios para decir qué es propiamente literatura y qué no lo es. Específicamente se utilizó el término sánscrito kāvya para denominar aquella “gran poesía ornamental” que tenía elementos particulares en su disposición métrica, en la cualidad fonética, etc. El término kāvya también se llegó a usar indistintamente para hablar de “literatura”, “poesía” y “drama” (Figueroa, 2017, pp. 106-111). Aquí es importante observar que, para los autores aludidos, no todo aquello que se ha escrito en sánscrito puede llamarse literatura, aun cuando el sánscrito en su etimología indica ser una lengua culta y bellamente escrita2.
Así, la reflexión sobre la literatura en India desde el siglo VIII en adelante, comenzó a explorar nuevos panoramas del ejercicio poético como no se había hecho antes en la lengua sánscrita. Desde el surgimiento del sánscrito entre los siglos XII-X a. C., este idioma se había reservado para fines rituales y sacrificiales de la selecta casta de los brahmanes, quienes elaboraron varias colecciones de himnos orales llamados Vedas (Arnau, 2012)3.
El uso exclusivo del sánscrito por los brahmanes, vio su fin cuando otros grupos sociales e intelectuales tomaron esta lengua como su vehículo narrativo, con el cual, se configuraron las grandes epopeyas que hoy conocemos como Rāmāyaṇa y Mahābhārata, mismas que empezaron a escribirse en el s. III a. C., y se especula que su redacción continuó durante casi siete siglos. Con este cambio en el uso de la lengua, cambiaron también las consideraciones teóricas sobre sus alcances y posibilidades no solo rituales sino estéticas y ornamentales. De este modo, en siglos posteriores los pensadores de Cachemira “coincidieron en que las categorías Kāvya y Veda designan fenómenos distintos: los Vedas jamás fueron vistos como literatura [porque] el Rāmāyaṇa marca el inicio de la literatura” (Figueroa, 2017, p .106).
Ahora bien, ante el pasaje anterior debemos hacernos la legítima pregunta: ¿por qué los Vedas no son literatura? La respuesta depende del enfoque que adoptemos. En principio, parece contraintuitivo decir que tales textos no son literatura porque sí cumplen con las cualidades de tener una gramática, fonética, rítmica y versificación que están de acuerdo con las reglas del sánscrito y además son construcciones estéticamente bellas.
No obstante, los intelectuales de Cachemira no miraron tanto al “cómo” sino al “para qué”, y lo cierto es que los himnos védicos no fueron escritos para un gran público, ya que no tenían la finalidad de deleitar ni complacer estéticamente al oyente, su función era muy distinta. Luego, la característica esencial de la literatura fue la intención con la cual está escrita, es decir, la conciencia de que hay un uso particular de la lengua, aunado a la facultad imaginativa creadora que es capaz de exaltar los sentimientos del lector o del oyente a través de disposiciones lingüísticas bellas. Por ejemplo, Ānandavardhana (s. IX d.C.) le dio prioridad a la finalidad de la escritura y dejó en segundo término la forma, es decir, los elementos meramente estilístico-formales.
La propuesta de Ānandavardhana para definir qué era kāvya, se nutrió de ciertos elementos culturales de su tiempo. Refiramos a dos de ellos: el primero tiene que ver con la teoría del “sabor estético” o rasa, expuesta en el Natyasastara de Bharata que es el tratado clásico sobre dramaturgia en India. El segundo se asocia al surgimiento de literatura devocional (bhakti) y sus fuertes características estéticas: “plegarias, himnos y versos que sin ser kāvya tenían el poder de suscitar una profunda respuesta emotiva” (Figueroa, 2017, p. 113).
Con estos antecedentes, Ānandavardhana pensó que la literatura necesitaba de un sello distintivo que fuese como su alma (ātman) y que trascendiera las cuestiones formales para lograr un fin universal: la comunicación de un sentimiento. Esta comunicación emotiva tiene un fuerte matiz imaginativo e incluso místico, porque supone la “inspiración” espontánea del poeta que logra evocar sentimientos con palabras: “Una palabra poseerá como rasgo distintivo el poder de la evocación si logra transmitir un encanto que ningún otro tipo de expresión puede” (Figueroa, 2017, p.113). Ānandavardhana encontró en la capacidad de evocación del poeta el propósito último de la literatura. Entonces, el poeta no solo debería ser diestro en el manejo de las palabras, ni de las formas gramaticales, no debería limitarse tampoco al don de la imaginación, sino que habría de ser un profundo observador de los sentimientos humanos. Esto le daría la capacidad de producir kāvya verdaderamente significativo y digno de nombrarse “poesía”.
En resumen, en este escrito he presentado una vía particular para reflexionar qué podemos entender por “literatura” en la tradición sánscrita de la India. Reconozco que mi análisis a partir del concepto kāvya es solo una de las posibilidades, lo cual deja abiertas otras rutas para indagar, por ejemplo: ¿cuál es la distinción entre literatura y poesía según el hinduismo? (si es que la hay), y cómo podríamos clasificar la inmensa producción de obras escritas que posee el sánscrito entre sus miles de años de actividad.
Notas
1 Para desarrollar esta reflexión tomaré como lecturas básicas los libros de: Juan Arnau, Cosmologías de India. Védica, sāṃkhya y budista; y de Óscar Figueroa, La mirada anterior. Poder visionario e imaginación en India antigua. Especialmente revisaré el texto de Figueroa cap. 3 “La vindicación poética de la imaginación: Ānandavardhana y Rājaśekhara”.
2 La etimología de esta palabra proviene de sáṃskṛta (संस्कृत), que significa “preparado”, “adornado” o “perfecto” en el sentido de que es una lengua refinada en sus reglas y en su estructura. Véase la etimología en este sitio.
3 Como sabemos, el canon védico está compuesto de cuatro grandes grupos de himnos: Rigveda, Samaveda, Yajurveda y Atharvaveda. Dichos Vedas son en su mayoría pautas rituales y cantos litúrgicos, no obstante, esas composiciones también jugaron una función normativa ética y de organización social. En los Vedas encontramos de igual modo, las primeras especulaciones sobre cuestiones cosmológicas y metafísicas. Remito al lector al texto de Juan Arnau, Cosmologías de India, cap. 1 “El período védico”, para una visión más detallada sobre el tema.
Arnau, Juan. (2012). Cosmologías de India: védica, sāṃkhya y budista. México: Fondo de Cultura Económica.
Figueroa, Óscar. (2017). La mirada anterior: poder visionario e imaginación en India antigua. México: Universidad Nacional Autónoma de México.