Siguiendo con mi artículo anterior titulado: “La conquista del Perú del siglo XVI (I Parte)", de fecha 20 de abril de 2024, publicado en la revista Meer, hemos de destacar el trágico final de los cuatro hermanos Pizarro conquistadores del Perú. Los hermanos lo eran de padre y de diferentes madres. Ellos fueron Francisco, Gonzalo, Hernando y Juan, los cuatro obtuvieron salvoconducto para pasar a la Indias.

Francisco Pizarro

Francisco Pizarro y González, nació en la localidad cacereña de Trujillo (Cáceres) alrededor de 1476, no era un paria español, era hijo natural o bastardo (por nacer fuera del matrimonio) de Gonzalo Pizarro Rodríguez de Aguilar, con Francisca González Mateos. Gonzalo Pizarro tuvo varios hijos e hijas naturales de cinco mujeres distintas, y de una o dos desconocidas, era hidalgo y militar español, que intervino en las guerras de Granada como alférez en un cuerpo del ejército real y en las guerras de Italia. Pasó los últimos diez años de su vida luchando con título de capitán en la conquista de Navarra.
Al morir el padre en 1522, reconoció a todos sus hijos ilegítimos, en su testamento, encargando a Hernando, su único hijo legítimo, que se encargara de ellos y los tratara como hermanos.

Francisco a la edad de veinte años se alistó en los gloriosos Tercios españoles a las órdenes del Gran Capitán, luchaban en las conocidas campañas de Nápoles, Calabria y Sicilia, siempre como soldado. Viajó a Sevilla, donde permanecería hasta lograr el permiso del Consejo de Indias para embarcar hacia América en 1502, a bordo de la flota del gobernador y fraile capuchino Nicolás de Ovando, rumbo a La Española. Su primer viaje no resultó exitoso, pero el segundo, llevado a cabo entre 1524 y 1525, fue mucho más alentador. Tras diversos episodios de conquista, Francisco Pizarro llegó en 1526 a la Isla del Gallo (Colombia), donde quedó aislado con sus hombres, sin nave, después de que el nuevo gobernador de Castilla del Oro (Colombia), Pedro de los Ríos, pusiera fin a la expedición.

La alternativa que planteó Pizarro a sus hombres pasó a la historia: aquellos que decidieron continuar la empresa fueron conocidos como los “Trece de la Fama”. Finalmente, el gobernador les dio una oportunidad, con la condición de que regresaran en medio año. Esto les permitió adentrarse en el imperio inca, debilitado por problemas sucesorios tras la muerte de Huayna Cápac, lo que provocó un enfrentamiento entre Huáscar y Atahualpa.

En 1528, Pizarro regresó a la península Ibérica en un viaje enormemente fructífero, ya que el 26 de julio de 1529 se firmaron las capitulaciones para la conquista del Perú, que sería llamado Nueva Castilla. Nombrado gobernador, capitán general y alguacil mayor, Pizarro viajó hasta Trujillo para reunirse con sus hermanos Hernando, Gonzalo y Juan, y hacerlos partícipes de futuros proyectos en América.

El emperador inca Huayna Cápac murió en 1527, dejando atrás aproximadamente 200 hijos reconocidos. Ninan Cuyuchi, era el hijo varón primogénito, su madre una ñusta (el nombre quechua para las princesas de sangre real). Pero Ninan murió de viruela (enfermedad traída por los españoles), el segundo de los hijos Huáscar quiso heredar el trono e intentó eliminar a sus hermanos rivales, desencadenando así una guerra civil entre las huestes de los hermanos.
Tras la derrota de Huáscar en la batalla de Quipaipan por su hermano Atahualpa.

Francisco Pizarro buscó un encuentro con el vencedor.
En esa reunión, Atahualpa, infravalorando a los jinetes españoles, trató de capturarlos, sin embargo, terminó siendo capturado junto a sus hombres. El éxito de Pizarro se debió en parte a su alianza con los pueblos sometidos por los incas, quienes anhelaban la caída de sus vecinos opositores.
Pizarro instituyó un tribunal para juzgar a Atahualpa, le acusaban de idolatría, rebelión y poligamia, lo habían sentenciado a ser quemado vivo en la hoguera, aunque si abrazaba la fe de Cristo se le ejecutaría mediante el garrote.

Cuando el 8 de julio de 1538 los hombres de Pizarro ejecutaron a Diego de Almagro, Francisco Pizarro nombró en su lugar a Pedro de Valdivia teniente gobernador de Chile. Al año siguiente, Carlos V sustituyó a Pizarro por Cristóbal Vaca de Castro con la esperanza de mediar en los conflictos entre el conquistador del Perú y Almagro el Mozo, hijo de Diego. Sin embargo, el propósito pacificador del rey no se materializó, y el 26 de junio de 1541 Francisco Pizarro tenía sesenta años y fue asesinado en Lima por los almagristas, que le ocasionaron, según posteriores estudios forenses, unas veinte heridas.
Francisco se desplomó pesadamente y quedó quieto en el suelo. Así, mientras los asesinos salían gritando: ¡Viva el Rey, muerto el tirano!, los rezagados bajaban fatigados la escalera comentando ¡cómo era valiente hombre el marqués!, arriba —con el rostro hundido en su sangre guerrera— yacía el Conquistador del Perú.

A Francisco Pizarro se le ha dado una campaña de desprestigio entre la historiografía peruana, al verlo en su biografía como un personaje oscuro y brutal por su papel en la Conquista del Imperio incaico, relatada como una tragedia en el desarrollo de la identidad nacional. Habiendo sido tildado de genocida, racista, fanático religioso, ignorante, barbárico e incompetente militar, (que le debía todas sus victorias a su superioridad militar), y que fue el destructor del Imperio Inca por su codicia y supremacismo europeo, que aniquiló la cultura indígena con tal de saquear oro y plata; provocando que su imagen en la cultura popular este inmersa de peyorativos y profundo rechazo.
El historiador peruano Guillermo Lohmann, autor de una biografía documentada sobre Francisco Pizarro, publicada por el Consejo Superior de Investigaciones Científica, Madrid. 1986.

Un famoso ayudante de Pizarro fue el cordobés Sebastián de Belalcázar o Benalcázar (1480-1551) lideró el mando de la caballería y luchó en Cajamarca y colaboró en la detención y secuestro del jefe inca Atahualpa. Posteriormente, llegó a Piura con el cargo de teniente gobernador, y más adelante, decidió poner en marcha una expedición hasta Quito, destruida por Rumiñahui. Exploró la región de Pasto y los valles del Cauca y Magdalena, fundando Quito, Santiago de Guayaquil, Ampudia, Popayán, Ansema Guacayo, Neiva y Santiago de Cali, y llegó a penetrar en la sabana de Bogotá.

Gonzalo Pizarro

Gonzalo Pizarro Alonso fue el tercer hermanastro de Francisco, nacido en Trujillo alrededor del año 1510 como hijo ilegítimo del capitán Gonzalo Pizarro y de María de Viedma. Se destacó como hábil jinete y experto en el manejo del arcabuz y la ballesta, aunque tenía un temperamento algo violento. Acompañó a su hermano Francisco en su viaje al Perú, donde participaron en la captura de Atahualpa en Cajamarca, el último emperador inca, durante un periodo de guerra civil en el imperio incaico. Gonzalo regresó a España con riquezas y obtuvo del emperador Carlos V los títulos de marqués para su hermano Francisco y de adelantado para Diego de Almagro, aunque persistieron disputas sobre los derechos territoriales que llevaron a conflictos internos entre los Pizarros y Almagristas, conquistadores españoles en el Perú.

Al publicarse las Leyes Nuevas de Indias (1542), originada por el fraile Bartolomé de las Casas que defendían los derechos de los indios frente a los abusos de los conquistadores, Gonzalo Pizarro se erigió en portavoz del descontento de los colonos españoles. Transformó la protesta en una campaña militar contra el primer virrey del Perú, Blasco Núñez Vela, al que consiguió arrebatar el poder en 1546.

Una guerra civil estalló entre los españoles, y en la batalla de Iñaquito en enero de 1546, los rebeldes liderados por Gonzalo Pizarro derrotaron a las fuerzas leales al virrey Núñez Vela. Este último cayó en combate y fue decapitado, aunque Gonzalo repudió este acto y le brindó un entierro digno. Gonzalo comenzó a ser conocido como el "Gran Gonzalo", y aunque hubo sugerencias de establecer un reino independiente en el Perú, esto no se materializó. Gonzalo Pizarro tomó como esposa a una aborigen ñusta (de sangre real) emparentada con Manco Inca, llamada Inquill Tupac, probable hermana de Túpac Hualpa con la te tuvo tres hijos.

La muerte del virrey Blasco Núñez de Vela en 1544 enfureció a Carlos V, quien envió a Pedro de la Gasca a América con la misión de sofocar la rebelión de Gonzalo Pizarro. La estrategia consistió en ganar la lealtad de los aliados de Pizarro mediante indultos y recompensas. A pesar de los esfuerzos de persuasión, Gonzalo persistió en su traición y enfrentó un ejército enviado por Gasca, resultando en su derrota en la batalla de Jaquijahuana en 1548, más por la deserción de sus hombres que por la fuerza. Fue capturado en el campo de batalla y ejecutado por decapitación al día siguiente, el 10 de abril de 1548, junto a Francisco de Carvajal. Su cabeza fue exhibida en Lima hasta que en 1563 fue robada y nunca más se supo de ella.

Hernando Pizarro

Hernando Pizarro y de Vargas nació en Trujillo, probablemente sobre 1475, hijo primogénito y único hijo legítimo de Gonzalo Pizarro Rodríguez de Aguilar con Isabel de Vargas, de la noble familia Pizarro de Trujillo, y hermanastro de Francisco Pizarro y Gonzalo. A quienes acompañó en su expedición de conquista del Perú en 1531. Hernando participó también en las guerras de Italia y Navarra junto a su padre. Se unió a su hermano Francisco, posiblemente en 1529 en Toledo, mientras este aguardaba para firmar las capitulaciones con el emperador.

En Cajamarca (Perú), Hernando fue el primero en reunirse con el inca Atahualpa, y entre ellos surgió una corriente de simpatía. Durante el confinamiento subsiguiente del Inca, Hernando demostró siempre respeto y amabilidad hacia él, siendo su principal defensor frente a las acusaciones de traidor de Diego de Almagro o de Hernando de Soto. También declaró varias veces a favor de Atahualpa durante el juicio.
En esos meses en Cajamarca, Hernando fue enviado por Francisco para investigar la posible reagrupación del ejército inca y para reconocer parte del país. Realizó una intrépida exploración que llevó al descubrimiento del santuario de Pachacamac en los arenales costeros, obteniendo un valioso botín. Desde la costa, viajó a Jauja, donde se sabía que el general inca Calcuchímac se había acantonado con una parte considerable del ejército imperial.

A los cincuenta años, y aún preso, Hernando se casó con su joven sobrina Francisca Pizarro Yupanqui de veinte años, heredera del marquesado de su padre Francisco Pizarro. Tuvieron cinco hijos, tres varones (Francisco, Juan y Gonzalo) y dos hembras (Isabel e Inés). Nueve años después, obtuvo la libertad definitiva y se trasladó a Zarza (hoy Conquista de la Sierra), cerca de Trujillo, donde restauraron y ampliaron la casona familiar de los Pizarro. Hernando fue puesto en libertad el 17 de mayo de 1561, pero en 1566 se le embargaron todos los bienes y en 1572 se dictó la sentencia definitiva, condenándole a pagar 4.000 ducados de oro y al destierro perpetuo de las Indias. Falleció a principios de septiembre de 1578, siendo el único de los hermanos Pizarro que murió "de viejo y en la cama".

Juan Pizarro

Juan Pizarro Alonso, nació Trujillo en 1510, era el hermano menor por parte de padre de Francisco, Hernando y Gonzalo. Era bastardo, y su madre fue María Alonso, hija de un molinero. Falleció joven en Cuzco, en mayo de 1536.

El padre Gonzalo Pizarro dejó en testamento que su legítimo hijo Hernando Pizarro y de Vergara, lo tomara bajo su custodia con interés y afecto fraternos (en aquellos años la legitimidad era trascendente). Por lo que se puede saber, la relación entre Hernando y Juan fue siempre cordial.

Juan debía tener diecinueve años cuando se embarcó con destino al Perú para estar cerca de su hermano Hernando. Luego vendría la peligrosa marcha hacia Cajamarca en el Perú, para capturar al rey Atahualpa y, hacerse cargo de la fabulosa riqueza en objetos de oro y plata como rescate por obtener su libertad. En Cajamarca, según testimonio de los cronistas, Juan Pizarro se lució por su valor y por el hecho de tener gran sentido de la iniciativa. A la hora del reparto del fabuloso tesoro Juan Pizarro estaba ubicado en el cuarto lugar en el orden y en el monto en oro y plata que recibió, 11.100 pesos de oro y 407,2 marcos de plata, reservando “quinto real”, como es sabido, era el impuesto que correspondía al rey sobre la extracción de los metales preciosos y generalmente era cobrado en la casa de fundición, es decir, antes de ingresar a la Casa de la Moneda.

Juan Pizarro fue nombrado regidor del Cuzco, ciudad fundada por el gobernador el 23 de marzo de 1534, aunque los españoles estaban en ella desde un año antes. La rebelión se fue planificando de un modo al mismo tiempo muy secreto y eficaz. Los dos grandes objetivos —por el mayor número de españoles que moraban allí— eran el Cuzco y Lima. El Manco Inca intentó una fuga de la ciudad imperial que fracasó, pues un pelotón de caballería al mando precisamente de Juan Pizarro le dio alcance y lo llevó consigo a la ciudad.

Es interesante el pedido que le hace a su hermano Gonzalo, heredero universal del remanente de sus cuantiosos bienes, para que con la renta de ellos se instituya un mayorazgo.
Evidente muestra de su afán de mejora social, tan común entre los conquistadores hispanos.

Uno de esos intentos, a Juan le costó la vida. Debió expirar en los días finales de mayo de 1536. El Inca Garcilaso de la Vega dice que fue enterrado en la catedral cuzqueña y que sobre sus restos se puso una piedra de color azul, sin ninguna leyenda. Nunca se pudieron encontrar sus cenizas.
Juan tuvo una hija con una noble indígena de Cuzco llamada Francisca Coya, llamada Francisca que fue enviada en 1549, junto a su prima Inés Pizarro Inquill, hija de Gonzalo Pizarro, a España por el Gobernador interino Pedro de La Gasca, a ser educadas en Trujillo, casó con Garcilópez Gonzáles, con descendencia. En el Archivo de Indias de Sevilla existe un memorial fechado en 1614, que menciona a una Cecilia Vásquez Pizarro, nieta del conquistador Juan Pizarro.

Conclusión final

La conquista del Perú por los hermanos Pizarro es uno de los ejemplos más destacados de la conquista de América. Si no lo hubieran sido los españoles, portugueses e ingleses, lo hubieron sido otros pueblos, puesto que la civilización es una constante lucha de poder económico.

Como he comentado, quienes incumplían las leyes de la Corona española dirigida desde la metrópolis, bien desde Toledo o Madrid. Toledo dejó de ser la capital de España en 1561, cuando el rey Felipe II decidió trasladar la corte a Madrid, posteriormente al Real Monasterio del Escorial en 1584, desde donde dirigió su imperio.
Los culpables de desobediencias reales eran juzgados y sentenciados por los virreyes en América sin indultos ni amnistías.

A pesar de ello, España ha sido, de forma general, una nación bastante desgraciada a nivel historiográfico y su pasado ha sido reinventado y manipulado. En el documental “Hollywood contra España”, Esteban Vicente Boisseau analiza como la meca del cine, de mayoría anglosajona, es el mayor aliado de las campañas que tergiversan la historia.
La bula Sublimi Deus del papa Pablo III de 1537 decía que los indios tenían derechos y por encima de todos eran hijos de Dios.

En el siglo XIX, tras la invasión francesa de Napoleón, a los españoles se nos bajaron los humos de conquistadores, y para remate llegaron los escritores de la llamada Generación 98, a poner la puntilla.
Por consiguiente, hicimos historia en todo el mundo, de la que debemos estar muy orgullosos de ella y de lo que hicieron nuestros compatriotas, y del legado de razas que dejaron, más bien bueno que malo; sin embargo, hoy día los gobiernos de izquierda, socialistas-comunistas, y entre ellos separatistas, están empeñados en desacreditar una historia grandiosa, que es la que es y no se puede cambiar por mucho revisionismo que se haga por nuestros vecinos y enemigos, sin analizar el contexto histórico en que se desarrolló.

Notas

Inca Garcilaso de la Vega, autor de: Comentarios reales de los Incas, Lisboa, 1609. Historia General del Perú, Córdoba, 1619.
Guillermo Lohmann Villena. Francisco Pizarro. Testimonio. Documentos oficiales, cartas y escritos varios, CSIC, Madrid, 1984.
Yoel Meilán, “La hipocresía de la leyenda negra: el falso racismo del Imperio Español del que habla Urtasun”, La Razón, 18-03.2024.