Saturno es uno de los planetas más fascinantes de nuestro sistema solar. El sexto a partir del Sol. Se sitúa entre Júpiter y Urano. Es el único planeta del sistema solar con anillos, visible desde la Tierra. Tarde o temprano desaparecerán, debido a su gravedad, que los atrae hacia el planeta. Saturno es un gigante gaseoso. Su masa aproximada es noventa y cinto veces mayor que la de la Tierra.
En su polo norte se forma un extraño hexágono que gira en sentido antihorario y cambia de color según las estaciones. Las últimas investigaciones aseguran que, debido a que su densidad es menor que la del agua, si lanzáramos a Saturno a un océano inmenso, flotaría.
De entre sus múltiples lunas, ochenta y dos reconocidas, las más populares son: Titán, Encélado, Hyperion y Japetus. Esta última se encuentra achatada por los polos, tiene forma de nuez y una cordillera puntiaguda que la recorre, como si fuera un cinturón.
Hyperion parece una esponja de mar por sus múltiples cráteres, debido al impacto de numerosos asteroides. Encélado lanza géiseres de agua a su superficie. Titán es la luna más grande y la única que cuenta con una atmósfera densa.
Origen de la palabra
La palabra saturno proviene del latín medieval saturnus (plomo). En la antigua Roma se identificaba su nombre con satus (sembrado) y satio, -onis- (sembrado, cosecha). Su origen no está del todo claro y podría estar en un vocablo etrusco, así como el dios que lo representa. Se vincula con la región del Lacio y la Edad de Oro, que ha sido alabada por multitud de escritores a lo largo de la historia.
Saturno en la mitología
Saturno en la mitología se ha confundido a menudo con Crono o ha asimilado sus características. Por lo general, aparece representado como un anciano de larga barba con una hoz en la mano, que es un símbolo del tiempo y de la muerte, por igual.
En la mitología griega se cuenta que de la unión de la Tierra (o Gea) y Urano nacieron dieciocho hijos, que se distribuyeron en tres grupos bien definidos: los doce Titanes, los tres Cíclopes y los tres Hecatonquires. El primero de ellos, el de los Titanes, se componía de seis varones y seis hembras. El más joven de los varones era Crono.
Crono emasculó a su padre, Urano, con una hoz, destronándolo y de este modo, obtuvo el gobierno del universo. Urano predijo que Crono también sería destronado por uno de sus hijos. Por esta razón, cuando se casó con su hermana, Rea, Crono devoró a cada uno de sus hijos, al nacer. Rea embarazada de Zeus dio a luz en secreto y le entregó a Crono una piedra envuelta en pañales, en lugar del niño. Cuando Zeus fue mayor consiguió que Crono bebiera una poción mágica, que provocó que devolviera a todos los hijos, que había devorado. Zeus, que lideró a sus hermanos, derrotó a Crono, quedándose, así, con el mando del universo.
Saturno en la tradición romana se identifica con el dios de la agricultura y de la cosecha, aunque asimiló muchas de las características del dios griego. Según la leyenda, Saturno o Crono, después de ser derrotado por Zeus (Júpiter en la mitología romana) se refugió en Lacio, donde les dio leyes a los hombres y los ayudó a prosperar.
Las saturnales
Los romanos celebraban en honor a Saturno, las saturnales. Marcial escribe en sus Epigramas un libro entero dedicado a estas celebraciones:
A Roma y a Díndimo, sobre la alegría con que deben celebrarse las saturnales (fragmento):
En los orgiásticos días del viejo de la hoz
en los que campea soberano el cubilete de los dados,
permites —creo yo—, Roma encaperuzada
que me guasee con versos nada pulidos.
Has sonreído; luego se me permite, no se me prohíbe.
Marchaos lejos de aquí, preocupaciones empalidecedoras;
Diga yo todo lo que se me ocurra
sin engorrosas cavilaciones […](Marcial, Epigramas II, Libro XI, VI)
Por su parte, Catulo consideraba está fiesta la mejor del año: ¡Saturnalibus, optimo dierum! Estas festividades se celebraban un poco antes de la actual Navidad, el 17 de diciembre. Comenzaba con un sacrificio en el Templo de Saturno en el Foro Romano, seguido de banquetes, regalos y un ambiente lúdico. Las celebraciones se prolongaban varios días. Por lo general, hasta el día 25, coincidiendo con el solsticio de invierno.
Este día también se celebraba el «sol invictus», que de manera simbólica hacía referencia a cómo la luz vencía a las tinieblas. Más tarde, los cristianos adoptarían esta fecha para conmemorar el nacimiento de Cristo por su simbolismo, (aquel que trae la luz al mundo). Fue el Papa León I en el siglo V, quien la estableció.
Saturno y la Edad de Oro
Hesíodo en los Trabajos y días aborda el Mito de las edades, del que incluyo aquí un fragmento:
Al principio los Inmortales que habitaban mansiones olímpicas crearon una dorada estirpe de hombres mortales. Existieron aquellos en tiempos de Cronos, cuando reinaba en el cielo; vivían como dioses, con el corazón libre de preocupaciones, sin fatiga ni miseria; y no se cernía sobre ellos la vejez despreciable, sino que, siempre con igual vitalidad en piernas y brazos, se recreaban con fiestas, ajenos a todo tipo de males. Morían como sumidos en un sueño; poseían toda clase de alegrías, y el campo fértil producía espontáneamente abundantes y excelentes frutos. Ellos contentos y tranquilos alternaban sus faenas con numerosos deleites. Eran ricos en rebaños y entrañables a los dioses bienaventurados.
(Hesíodo, ‘Trabajo y días en Obras y fragmentos’, Editorial Gredos S.A., p. 130)
En el pasaje de Hesíodo, la Edad de Oro es la de Crono, cuando él era quien gobernaba en el universo y sobre todos los dioses. La unión de Saturno con esta edad parece inherente a su naturaleza.
Cada una se corresponde con un elemento: oro, plata, bronce y hierro. Se produce una clara degradación de los metales y de la raza humana a medida que avanzan las edades. En el mito existe un sentimiento de nostalgia claro hacia esa edad primitiva del hombre, donde todo era abundancia y felicidad.
El mito de las edades ha sido recreado por numerosos autores. Un ejemplo en la literatura española lo encontramos en Don Quijote de la Mancha, en el capítulo XI, el célebre pasaje de los cabreros:
Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro (que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima) se alcanzase en aquellas venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarse de las robustas encinas, que libremente le estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquier mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. […] Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia.
(De Cervantes, M. (2016). ‘Don Quijote de la Mancha’, Catedra Ediciones. pp. 194-195)
Saturno a través del arte
En el arte existen representaciones muy diversas del dios Saturno. La de Goya, Saturno, que forma parte de una serie de murales que el artista pintó en su casa sobre el 1820 a 1823. El cuadro de Rubens, Saturno devorando a su hijo (1636). Ambas obras retratan la misma escena y desprenden un gran dramatismo. La de Rubens, además, incluye una guadaña en la mano del dios, que es uno de los instrumentos que lo identifican, como dios del tiempo y de la muerte. En cuanto a la obra de Goya, se ha interpretado como el tiempo devorando a las horas o a los hombres.
Un cuadro de la misma temática, pero muy distinto es el de Giulia Lama, Saturno devorando a su hijo (1681-1747), donde no encontramos el dramatismo de Goya o Rubens. En él se nos presenta a un Saturno que va a devorar a su hijo, como en un acto de devoción, confiriéndole a la escena un gran refinamiento.
El retorno de Saturno
En la astrología la carta astral se divide en doce signos y doce casas. Cada una de ellas representa un área diferente de la existencia. A su vez, cada signo posee un planeta que lo rige.
Saturno es el regente de Capricornio y se asocia con la décima casa. Esta nos muestra cuáles son nuestras máximas aspiraciones, las metas en la vida, el reconocimiento social, la realización y la vocación, entre otros aspectos.
Al tratarse de un planeta lento, sus ciclos también lo son. Saturno se relaciona con la figura del padre anciano y a nivel simbólico, con la madurez, el esfuerzo, los límites y la visión realista. Tarda entre 28 y 30 años en volver al lugar que ocupaba, cuando nacimos. Es, por ello, que esos ciclos en el ámbito de la astrología son significativos, en tanto en cuanto, Saturno regresa para concedernos una nueva oportunidad de crecimiento.
Saturno y el ermitaño
Saturno se ha identificado con el arcano número nueve, el ermitaño, que se suele representar con capa, bastón e incluso como un fraile. Uno de los aprendizajes asociados a este arcano es que «nada permanece inmutable». A continuación, incluyo una cita del libro Jung y el Tarot que explica su simbolismo:
El ermitaño del Tarot puede, pues, simbolizar la humanidad que camina solitaria por esta tierra, llevando solamente la pequeña luz de la consciencia diaria para iluminar la creciente masificación que trata de apoderarse de este mundo. El hombre está al borde de una revolución en potencia de la consciencia humana. Quizá la ayuda deseada descienda de los cielos, quizá se halle solamente en la constelación celestial que poseemos en nuestro interior.
(Nichols Sallie (1989). ‘Jung y el Tarot: Un viaje arquetípico'. Editorial Kairós S.A, p. 149)
En conclusión, podemos pensar que Crono-Saturno no solo simboliza el que devora el tiempo y los días, igual que una fuerza represora e inexorable, sino, un camino latente que habita en el interior de cada uno de nosotros. Tal vez, se halle en otros mundos, imaginarios o tangibles. Sea como fuere, puede que algún día nos muestre nuestro auténtico potencial.