«Ética en los negocios puede definirse como el estudio de las dimensiones éticas de las empresas productivas y sus actividades comerciales».
(Profesor y doctor Johannes Scholz, en «Business Ethics: Un Estudio», República Federal de Alemania, 2018)
Habiendo recibido el texto de este estudio del honorable doctor Scholz, hemos pensado compartir algunas de sus ideas sobre un tema de suma importancia en el devenir de nuestros países en desarrollo. Si bien el Dr. Scholz no aborda directamente el tema de la corrupción, consideramos que su estudio nos denota una de las principales causas del flagelo de la corrupción. Este es un tema de vigencia en todo el mundo, ya que ella genera daños y males no solo en su aspecto económico sino también en cuanto al orden y estabilidad necesarios para desarrollar actividades productivas, incluyendo la regulación y transparencia en operaciones comerciales.
El estudio aquí referido se plantea interrogantes como:
i. En el interés de quiénes deben operar las empresas
ii. Qué responsabilidades deberán tener frente a la mano de obra que ocupan
iii. Qué reglas éticas deberían regular la relación empresas-cliente
iv. Si deberían las empresas involucrarse en la solución a problemas sociales
v. Qué responsabilidad tienen las empresas en cuanto al comportamiento de sus proveedores
vi. Qué rol deberán tener las empresas en el proceso político del país.
El estudio se plantea de entrada el interrogante:
¿Qué es ético o antiético en el mundo de los negocios?
Al abordar esta temática se parte de aceptar unos premisas básicas:
i. Que los medios de producción puedan ser de propiedad privada
ii. Que el mercado entendido como el intercambio voluntario entre compradores y vendedores a un precio libremente acordado juega un rol primordial en la asignación de recursos y sus derivados.
iii. Asimismo, habrá que considerarse que, en general, una empresa desarrolla su actividad productiva con el objetivo de obtener un lucro o beneficio, pues existen otras empresas que funcionan sin afán de lucro (museos, universidades, etc.).
Diversos actores involucrados en la actividad empresarial (contadores, abogados, economistas (por ejemplo) se rigen por normativas especiales o códigos de conducta de carácter gremial o industrial. Incluso algunas organizaciones internacionales han creado su propia normativa de comportamiento ético, destacándose el Pacto Global (Global Compact en inglés) de las Naciones Unidas (ONU) al cual se adhieren empresas de diversos países del planeta.
Dichas normativas contienen incluso sanciones a ser aplicadas y ejecutadas por comisiones ad hoc integradas por personal de la misma empresa. Sanciones que pueden ser desde llamados de atención para corregir comportamientos a establecer nuevas normas de conducta o políticas de la empresa sobre el comportamiento ético debido por su personal. Entonces se plantea la temática de: ¿una sociedad es responsable de comportamiento ético? ¿Son en realidad personas morales? ¿O lo son las personas individuales que se han colegiado para conformar la empresa o sociedad?
El autor ejemplifica una respuesta señalando que popularmente se refiere: la empresa X trata bien a sus empleados; o la empresa Y causó la contaminación del río. No se señala a un empleado en particular como responsable del comportamiento o de la responsabilidad por el daño causado. En tal sentido, cita a P.A. French, quien responde en afirmativo el dilema planteado, pues señala que las empresas tienen su propia estructura para la toma de decisiones y por tanto actúan intencionalmente y provocan la ocurrencia de cientos hechos, por lo que deben considerarse personas con responsabilidades morales (The Corporation as a Moral Person, American Philosophical Quarterly, 1979).
De esta teoría se desprende que de ocurrir algún daño por el accionar empresarial, el mismo se adjudica a la empresa misma y no a la persona individual que la administra o representa. Con lo cual se origina que la reputación de buen comportamiento ético o no, se proyecta como una ventaja o una debilidad, según sea el caso. Ello provee del incentivo para que las empresas sean sumamente cuidadosas en el desarrollo de sus diversas actividades. Claro que hay ciertas excepciones notables a este planteamiento. La película documental Roger & Me de Michael Moore pinta la falta de ética social de la empresa automotriz General Motors y termina en convertir la culpabilidad de la empresa en la culpabilidad del entonces CEO, Roger B. Smith.
No obstante el caso anterior, siempre en los mercados competitivos algunos empresarios se ven tentados a desinformar, engañar o manipular al consumidor con tal de obtener un beneficio económico.
Comportamientos que han sido calificados de violatorios de la dignidad humana. Esto lleva a considerar como las personas deberían relacionarse unos a otros en el marco de los negocios y comprender las leyes y regulaciones que estructuran los mercados y las organizaciones empresariales.
En el mundo angloparlante se afirma que la justicia en los negocios equivale al concepto de tratamiento igual para todos. Según algunos críticos, este concepto no es coherente ya que no refleja la realidad en la que impera la desigualdad en recursos, poder y autoridad que ocurren en el mundo empresarial. Además, no refleja la carencia de diversas formas de administración o propiedad de las empresas existentes. En este mundo de negocios gigantescos como Amazon, Walmart y las grandes empresas de telefonía móvil, ¿es verdaderamente posible decir que hay tratamiento igual para todos, especialmente tomando en cuenta que algunas de estas megaempresas tienen más dinero en sus cuentas bancarias que algunos países?
El estudio también se refiere a diferentes tesis que reafirman el concepto de que economías de mercado son más eficientes que economías planificadas o centralizadas. Esto no evita que ocurran fallas en algunos mercados debido a carencias en la información, en los costos de operación, y otros motivos. Ante estas fallas, la economías planificadas tienen la ventaja de que el Estado puede generar correcciones al reaccionar rápidamente y mediante nuevas regulaciones. Mientras que una economia libre, por así decirlo, podría tardar en estabilizarse. Sin embargo, una economia dirigida por el Estado no siempre refleja los deseos o necesidades de una población. Al contrario, el mercado abierto esta basado en el principio de responder a los deseos y necesidades de la población. Vale la pena recordar la supuesta pregunta de Margaret Thatcher a Mijaíl Gorbachov en su primera reunión: «¿Cómo logran los trabajadores en las fábricas soviéticas saber y responder a los deseos y responsabilidades de la población?» La respuesta de Gorbachev supuestamente fue: «Nosotros se lo decimos».
Se pasa así a considerar situaciones éticas que surgen de la interrelación de las empresas y los consumidores, Empleados — Sociedad en general. En esta relación toma preeminencia las tesis de la ética empresarial, mediante la cual el mundo empresarial asume el comportamiento ético que les impone la explotación, en beneficio propio, de las fallas o vacíos existentes en el mercado. De esa manera se genera un concepto ideal de un mercado integralmente regulado por el Estado, suponiendo tales regulaciones son sin costos nuevos, que han sido escritos y que serán aplicados por un personaje que está por encima de todo interés y parcialidades. Rememorando aquello, agregamos nosotros, de que si los hombres fueran ángeles no necesitaríamos Estado.
El estudio del Dr. Scholz denota cómo la principal forma en que las empresas interactúan con los consumidores (la población en general) es por medio de las ventas u ofertas de venta de productos/mercaderías o servicios (médicos u otros). Esta oferta de venta conlleva diversas manifestaciones éticas:
Lo primero sería: ¿qué se puede vender? Algunos autores expresan que hay cosas que no se deberían vender. Entre ellas la venta de órganos del cuerpo humano y los servicios sexuales. Ello en base en que se supone la venta de ambos productos aquí referidos, terminara afectando a las personas de menos recursos económicos. (C. MacDonal y S. Gavura, en Medicina Alternativa y la Ética Comercial, Bioethics, 2016).
Otros autores se oponen al descalificar ciertos productos del mercado. Así, señalan si bien un mercado de hígados humanos puede llevarnos a considerar que los seres humanos pueden ser comprados y vendidos, hay que considerar las vidas humanas que pudieran salvarse al facilitar el acceso a un órgano humano que alguien necesita para sobrevivir (ver J.S. Taylor en Why Markets in Human Body Parts are Imperative, Asgate Publishing*, 2005). Además, agregan, estos productos controversiales pueden ser eliminados o controlados mediante una legislación pertinente.
En todo caso, debe considerarse que muchos productos que las empresas ofrecen y el consumidor demanda pueden implicar algún daño a su comprador. En muchos países ciertas instituciones estatales supervisan que los productos ofrecidos al mercado no impliquen daño alguno al consumidor. Las mismas están facultadas para exigir estándares mínimos de protección, los que pueden ser mejorados por las empresas productoras. M. Velázquez publicó la tesis de que las empresas no deberían ser responsables moralmente por su actuar productivo. Señalaba que toda empresa debe:
i. Informar sobre posibles riesgos que su producto genera
ii. Tomar medidas que impidan o reduzcan los riesgos que puedan causar daño al comprador
iii. Asumir la reparación de todo daño que su producto llegase a ocasionar a su consumidor, no obstante, el productor haya sido diligente al aplicar las dos medidas anteriores.
Se concluye que las agencias estatales tendrían que ser cuidadosas al definir «riesgo» y «seguridad», ya que, por ejemplo, es claro que una motosierra implica una serie de riesgos a quien la compra y opera, pero no está prohibida su venta.
La publicidad conlleva un componente de información y otro de persuasión. Se nos dicen cosas sobre el producto y se nos incita a su adquisición o compra. Esto me recuerda las palabras de Benjamin Franklin, estadista norteamericano del siglo XVIII, quien dijo que para persuadir es mejor apelar a los intereses y no al intelecto. Idealmente, entre más completa sea la información sobre el producto que se ofrece, mayor será la comprensión del consumidor sobre lo que se compra; sea para satisfacer sus deseos o necesidades como comidas saludables, vehículos seguros, efectos medicinales, y otros.
Pero la publicidad también puede publicitar datos no ciertos, que pueden llegar a constituir engaño o simplemente ser tan obvios que no puedan engañar. Tal es el caso de la empresa Gillette, que ofrece sus productos calificándolas como lo mejor que un hombre puede obtener. Se supone que una persona razonable entiende que ello no es totalmente cierto, pero muchos podrán creérselo y comprarían Gillette convencidos que han comprado el mejor producto en su género.
Cabe señalar que la publicidad engañosa causa daños a quien compra tal producto (que no resolverá su necesidad) y también a los productores de la competencia, que ofrecen sus productos responsablemente. Además, este tipo de publicidad erosiona la confianza de las personas y reduce el consumo mismo de productos similares.
La publicidad también puede crear deseos de comprar productos innecesarios e inútiles, creando hábitos de compra difícil de controlar para muchos. Ocurre así con productos de belleza o perfumería que se publicitan asociándolos con posibilidades de seducción al sexo opuesto, haciéndole pensar a uno que es Brad Pitt por ejemplo. Un caso especial sería la publicidad de productos para niños: ¿acaso tienen los niños la capacidad suficiente para tomar decisiones correctas en cuanto a qué comprar, cuándo comprar, y cuánto comprar? No podemos pensar en prohibir todo tipo de publicidad dirigida a niños, pero habría que ser cuidadosos al regular la forma en que se ofrecen tales productos para niños; igual para las personas de edad muy avanzada o sujetos con algunas discapacidades.
Casos similares a los temas de la publicidad pueden aplicarse al vendedor de productos. Quien realiza ventas debe, al menos, no causar daños al comprador. Algunos incluso reclaman que el vendedor ético debe ayudar al comprador y abstenerse de mentir o engañar vendiéndole productos que no corresponden a sus deseos o necesidades, u ocultando defectos de calidad en los productos. D.M. Holley, al referirse a este tema considera que el vendedor debe exponer claramente toda la información que una persona debería recibir antes de hacer la compra («Information Disclosure in Sales», Journal of Business Ethics, 1998). Durante los años 80 muchos consumidores norteamericanos compraron autos nacionales con defectos ocultos y el desengaño de los consumidores con la industria automotriz estadounidense dio apertura a la entrada de autos japoneses y coreanos lo cual no ha podido superar la industria nacional americana.
En cuanto a los precios a cobrar, ¿cómo se determina el precio de un producto? Algunos denotan que, en general, los precios los establece el mercado. El consumidor no puede hacerlo variar, salvo casos como la venta de vehículos o casas en que se flexibiliza la determinación del precio mediante la negociación. ¿Cuál sería, entonces, un precio justo para un producto? Se dice que sería la suma del costo de materiales, más el precio de la mano de obra, y algún margen de utilidad al productor. Lógicamente, ello es difícil de precisar. Es claro que no hay un comportamiento ético al especular (aumentando precios) con la venta de productos escasos o en situaciones de emergencia, tales como los efectos de huracanes, terremotos, incendios forestales y otros desastres naturales. Al respecto, otros señalan que al incrementar exageradamente los precios se atraen otros productores y el incremento de oferta tendería a normalizar los precios a los niveles anteriores. Un ideal a lograr sobre este tema consistiría en poder establecer los precios por acuerdos voluntarios entre productor y consumidor.
Sobre el tema de la relación Empleador-Trabajador, se plantea la cuestión de que estándares para el reclutamiento de personal pueden o no ser utilizados. No puede considerarse ética cualquier forma discriminatoria de contratación de mano de obra o prestación de servicios. Se considera comportamiento ético el asumir una política de contratar al aspirante mejor calificado para ejercer el cargo que se ofrece, tal como méritos personales, estudios especializados, y experiencia en la labor a desempeñar. En algunos países se considera no solo anti-ético sino también ilegal descalificar a un candidato por razones de edad, raza étnica, religión o por discapacidad física.
En forma similar, se discute sobre si los empleadores pueden aplicar despidos a su total discreción o si un comportamiento ético en estas áreas conlleva el solo terminar relaciones de trabajo en base a justa causa (J.J. McCall y P.H. Werhane, «Employment at Will and Employee Rights», Oxford Handbook of Business Ethics, New York, 2010). En muchos países hay ciertos pasos a seguir y específicas remuneraciones que por ley la empresa está obligada a entregar a sus empleados al despedirlos.
Finalmente, el estudio refiere al rol de las empresas frente a la sociedad como tal. Las empresas impactan e influyen en el desarrollo de la sociedad o comunidad en que operan siendo fuente no solo de productos y servicios sino también fuente creadora de puestos de trabajo. Como tal sirven para inyectar recursos a la sociedad local. Pero, además, las empresas (entre más grande, mayor su incidencia) pueden también influenciar o rechazar leyes y regulaciones locales, mediante sus grupos lobistas o sus propias relaciones económicas o personales con los centros de decisión política.
Tales acciones se califican como de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que comprende acciones de ciertas empresas que no le son exigidas por ley y que procuran beneficios para terceras partes, ajenos a los socios y demás beneficiarios de la corporación. Pueden ser estos beneficiarios los empleados mismos de la empresa, grupos caritativos o gentes de otros países del mundo. Un ejemplo es la distribución de medicamentos anti-malaria u otras enfermedades cuyo tratamiento no es accesible a muchos sectores de la población de países del llamado Tercer Mundo. Otro ejemplo sería la empresa Toms Shoes que ofrece que, al comprar el consumidor un par de sus zapatos, la empresa dona otro par a ser enviado a sectores necesitados en países en desarrollo.
Algunos críticos señalan que es posible que estas acciones de carácter social se reviertan en ventajas económicas para la empresa mediante la publicidad que atrae a compradores no tradicionales. Pero también es posible considerar que esta ventaja económica provoca mayor compromiso social en la empresa que puede destinar más fondos para ampliar sus acciones sociales. Algunos critican estas acciones sociales señalando que las empresas deben concentrarse en incrementar las ganancias de sus accionistas (M. Friedman, «The Social Responsibility of Business is to Increase its Profits», New York Times Magazine, 1970).
Sin embargo, otros razonan que:
i. La realidad nos demuestra la existencia de serios problemas sociales como la pobreza, daños al medio ambiente y diversos conflictos
ii. Todo aquel que posee recursos y conocimientos para mitigar tales males sociales tiene una obligación ética y moral de hacer o aportar algo para mitigar tales males sociales
iii. Muchas empresas poseen los conocimientos y recursos requeridos para mitigar tales males sin incurrir en costos muy altos
iv.Tales empresas deberían aportar lo necesario para mitigar o eliminar estos males sociales
Es claro para muchos que alguien tiene que hacer algo o aportar en la mitigación de estos males y no dejar tal responsabilidad solo a los gobiernos o a ciertas instituciones. Se argumenta que las empresas son también especies de «agentes de la justicia» y por lo tanto deben asumir su responsabilidad en ayudar a quienes lo necesitan. Otros reclaman que ceder acciones de orden público a entidades privadas conlleva un abandono de responsabilidades que deberían asumirse en un marco democrático. Así en conjunto se puede determinar a qué clase o tipo de sociedad aspiramos y al mismo tiempo reafirmar lazos de solidaridad ciudadana por medio de la ayuda mutua. En cambio, pareciera que se prefiere, mediante las acciones de RSE, dejar atrofiarse o erosionarse las habilidades y lazos sociales entre las empresas y los individuos que componen la sociedad en general y que deberían caracterizar una convivencia social armónica y estable.
Al concluir su estudio, el Doctor Scholz expresa su apreciación de que este tema de la ética en los negocios se ha venido desatendiendo y, a causa de ello, los administradores de negocios han venido llenando tal vacío con una visión parcial o limitada del tema, estudiando simples causas y efectos del comportamiento ético o pro-social. Sin embargo, según el Dr. Scholz, existen muchísimos hombres de negocios que sí se preocupan por su comportamiento ético en el desempeño de su labor y que desean hacer el bien en su quehacer empresarial. Finalmente, el Dr. Scholz expresa su confianza en el relanzamiento del tema de la ética empresarial ya que ha visto a múltiples agencias acreditadoras (que aprueban planes de estudios) impulsar la obligación académica de incorporar en los planes de estudio la Ética en Negocios.
Bibliografía básica
Johanes Scholz: Business Ethics, Un Estudio, Gorlitz, República Federal de Alemania, 2018.