«Es cierto que la ideología no cuenta con un dios antropomórfico,
pero sí con el carácter trascendental de la religión».(«Todos los políticos son esclavos de intelectuales muertos», entrevista a Scott Atran)
«Pensar» es verbo que los sapiens urden para preservar sus vidas. Y lo que hace de esa tecnología la más compleja y difícil de emplear, es la diversidad de formas en que puede ser usada: tantas, como cantidad de ellos y ellas hay. A los que debemos sumar los modos de hacerlo que nos legaron los sapiens a quienes reemplazamos -los/las que ya no están-, quienes todavía estamos «aquí».
Además, es muy probable haya otras maneras posibles de usar «El Pensar» que desconocemos, y quienes las descubrirán están todavía en el futuro aguardando el momento preciso útil en que deben llegar para descubrirlas –¡esto lo ha demostrado la experiencia milenaria de nuestra especie!-. Y es muy, pero muy probable que esos y esas «posteriores» usen -en parte-, cuando comiencen a emplear su Tecnología del Pensamiento, la manera en que la estamos empleando las/los «anteriores» –los de hoy-, pero también las de antier, que parecen olvidadas aunque no lo están, solo que no sabemos u olvidamos que las estamos usando diariamente. Ejemplo: «Adiós», o el «Hola», casi universal –ver etimología de ambas palabras-.
Los humanos nos hemos dado cuenta que la técnica más fácil y sencilla de hacerlo –pensar-, es: «Simplemente, conectar Palabras e Imágenes en la mente», aun cuando no siempre ni en todos los casos el resultado sea el más útil y provechoso, ¡o incluso, hasta pueda ser perjudicial. Pero así es La Diversidad: ¡imperfecta!
Veamos un ejemplo inmediato y personal.
¡Voy a jugar con esa Tecnología, la conexión! Aleatoriamente. Intentando no ser influido por mi sensorialidad –ni pasada, ni presente-, ni por gustos y preferencias personales, ni por hábitos adquiridos que sesguen al que soy –es decir «deformen»-. Y aunque no podré escapar de se me incluya en alguna estadística común de clasificación de mi máscara de vida irrepetible, sé que no podría quitármela sin perderla.
Lo haré combinando etiquetas –o sea, «ideas»-, y «palabras» con las que se identifican algunos de los asuntos que escucho en conversaciones, debates, reflexiones y otras abstracciones discursiva -las que suenan como importantes, o «cuestión de principio»-. Sobre estas escriben mucho Los Autores, sea en forma de «noticia», «novela», «ensayo», «poema», «manual» u otros modelos en que se producen «relatos».
Todo lo que se codifica mediante palabras, son «marcas» (como las que hacemos en árboles del bosque para recordar el camino de regreso), que esperan por disponibilidad de tiempo de la mente para volver a pensar en ellas, en detalle. Y todo ello notifica, anuncia, o revela «algo» sobre asuntos, argumentos y temas que contiene alguna conectividad con lo que ya se sabe y lo que nos falta por aprender. Tal circunstancia gnoseológica es en la que ha subsistido inmerso el sapiens desde que comenzó a intentar sobrevivir: buscar, encontrar y seguir buscando. ¿Objetivo? Lograr bienestar y placer para reproducirse, multiplicarse, «inmortalizarse».
No comento qué busco específicamente en este articulo porque al comenzar a escribirlo, aunque me hice una sola pregunta –como suelen hacer los científicos-, a medida que he ido juntando las palabras que lo redactan y crean para responderla, sucedió que la interrogante fue multiplicándose y adquiriendo «perfiles y ángulos» que me han llevado a «saberes particulares» de los que no tengo la menor idea sobre de qué tratan (¡a veces, solo conozco sus «nombres propios» –ejemplo, la Venómica, que se auxilia de la Genómica, la Proteómica y la Transcriptomática para conocer a fondo la estructura de sustancias venenosas y su potencial terapéutico-). Y en el caso de algunos saberes, ni siquiera había imaginado antes que pudieran tener una conexión con mi curiosidad inicial. Pero no voy a dejar insatisfecho el interés del lector por saber cuál fue la cuestión que inicio esta aventura científica: «¿Qué es La Sexualidad del Sapiens y cuál es su importancia para La Evolución del Conocimiento Humano?» (¡si la tuviera, por supuesto!).
La hiperconectividad entre los núcleos tradicionales de saberes humanos y las nuevas áreas de investigación, es proceso que nos asombra a todos en estos tiempos de confluencias globales.
La apreciación distorsionada que produce «la similitud en la descripción estructural de un fenómeno» y la diferencia entre sus manifestaciones en función de «la evolución temporal de los conocimientos», es consecuencia del papel jugado por «El Lenguaje» en «La Evolución» y de «La Distorsión» que se manifiesta en «Los Saberes» producto de Las Igualdades Diferentes, extrapolaciones semánticas no pertinentes.
Los sapiens actuales, al nacer, recibimos un algoritmo genético en los que hay, además de magnificas competencias biológicas innatas, obstáculos que recibimos como herencia cognitiva. ¡Este asunto es parte de as preguntas que se hace la Epigenética!. Estas habilidades y limitaciones proceden de la acumulación del capital biológico de nuestra Especie desde aquellos tiempos cuando fuimos creados como resultado del desarrollo de la cadena de «materia animada» -¡seres vivientes!-, que da continuidad a la inmortalidad breve de especies animales. Uno de los obstáculo que se generó, presumo, en el modo particular en que evolucionamos los sapiens como «vida inteligente», tal y como esta se desarrollo y aprendió a funcionar en el ámbito de nuestro planeta fue el de estar «condicionalizados», quiero decir «obligados», a «tener en cuenta a un ser superior – «Dios», en alguna de sus múltiples y variadas mutaciones culturales-, cuando usamos «La Gramática neuronal que facilita la producción de significados». O sea, en el mecanismo que pone en acción y da movimiento a la tecnología que conocemos como “Pensamiento”, está sembrado, gracias al «Pacto Analógico» que Iván Pávlov bautizó, hace poco más de un siglo, como SSS –Segundo Sistema de Señales-, el «Modo de Pensar Religioso», enraizado indisolublemente con El Lenguaje (ver artículo sobre la creación de significados).
Entre los numerosos defectos de forma que los sapiens incurrimos mientras construíamos culturas y civilizaciones, estuvo y está el de no saber cómo lograr equilibrio eficaz y productivo para organizar el Intercambio, lo que se conoce popularmente como El Mercado. Y, sobre todo, no ser capaces de descubrir y entender cuándo hay que corregir, modificar o controlar con más o menos severidad la energía que este aporta a la satisfacción de las necesidades de nuestra especie.
La característica más relevante del cómo las sucesivas generaciones y formas de gobernarnos han asumido «esa necesidad imprescindible para que los humanos convivamos en paz y armonía», en las etapas históricas socio-económicas en que hemos fraccionado nuestra Evolución, se revela en el movimiento pendular de las ideologías: vamos de un extremo a otro, liberalizando todo totalmente -en términos de privacidad-, o inmovilizándolo -mediante control estatal total-. Tales extremos no puede calificarse menos que de «fundamentalista», término que invita a imaginar de inmediato otro: «populismo».
Aunque intento recordar alguno, mi mala memoria no encuentra discurso relevante donde se haya intentado encontrar equilibrio de los sectores productivos – los que el Mercado ayuda a poner en circulación, mediante una perspectiva de razonamientos que jerarquice principios y bases «no monetarios». Es decir, un relato que se pregunte cuáles son, de las mercancías que producimos los sapiens, las que son esenciales y en cuál proporción son las que necesita una época o periodo histórico, en función de datos demográficos globales.
Sé que tal propósito está más allá de los instrumentos de organización y control que han poseído las Estructuras Organizativas y Gobiernos Locales Grupales de nuestra Especie, y las Sociedades Humanas creadas con ellos durante el proceso de civilización –sean Imperios o Pequeñas naciones-. También puedo imaginar que El Plan que diseñaron y rediseñan, constantemente, Los Dioses para ayudarnos en nuestras vidas, han supuesto –en términos metafóricos-, la ascensión de una escarpada senda para conquistar la cima del mejoramiento material y convivencia existencial de quienes somos: apenas, átomos en esa masa inmensa de humanidad en que estamos incluidos todas y todos.
Eso no solo fue así en el pasado. También lo es en este presente de maravillas tecnológicas y globalización incontrolada -¡gústenos o no!-. Y si algún ejemplo hay de a lo que me refiero -no es otra cosa que «Armonía entre Demanda y Oferta»-, lo que afirmo se hace evidente en el sector productivo de «La Información». ¡En este, el caos y la desproporción de una y otra de ambas abstracciones cognitivas –datos y mercancía- , es no solo enorme, descomunal y desproporcionada, sino también incomprensible, aunque seamos más inteligentes, cultos y conscientes hoy de lo que fuimos ayer. Actualmente, no solo se produce muchísima más información de la que necesitan los 7.500 millones de sapiens en nómina planetaria, sino que buena parte de ella no sirve a ningún fin, ni satisface ninguna «necesidad real» –sobre todo de las principales: salud y bienestar de todos los seres vivos, entre ellas-. Además, su distribución está distorsionada por «los precios», que limitan el acceso a ella y a su función más importante: Educar.
Y una tercera deformación: el producto información no tiene «estándares eficaces» para ser consumido, en los recursos de tiempo de que dispone cada sapiens para obtener algún resultado útil y bueno de ella: 86.400 segundos diarios. Pero no dudo que tal defecto también está al servicio de la lucha contra el aburrimiento y produce «alegrías y felicidad emergentes masiva» -ningún sitio es más apropiado para contemplarla que Facebook.
El misterio más difícil de desentrañar y desmitificar de estos aspectos de la economía, es que nos inspiramos y mueve el mismo objetivo para todo lo que hacemos todos: «ganar más favores del Dios Dinero». Tal «Religión», a largo plazo, nos extinguirá como Especie y como Civilización. Lo demuestra La Expansión del Universo.
¿Seremos capaces de revertir tales procesos terrenales y cosmológicos?