Parto por señalar que, como ser humano, a la hora de reconocer tus derechos amparados en el artículo 1 de la Constitución, debes recordar que no existe distinción de ningún tipo con respecto a la obligación que tiene el Estado de estar «al servicio de la persona humana», siendo su finalidad «promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos (….) su mayor realización espiritual y material posible».
Actualmente el artículo 1 de nuestra Constitución, al hablar de la persona humana nos engloba a todos, a hombres y mujeres, y a miles de diversidades presentes en nuestro entorno sin distinción de raza, clase social, orientación sexual, edad, origen, apariencia, ideologías, discapacidades, etc.; sin embargo, pareciera ser que el fomentar y crear las condiciones sociales para un desarrollo pleno de las personas pasa por reducirnos a una de las características que constituyen nuestra diversidad, en este caso el sexo.
Ahora bien, si te importan otros colectivos o lo humano en general, o si eres mujer y en tu cuerpo hay otros colectivos representados, ese es otro tema; hoy la lucha, me dicen, debe ser por las mujeres, no por el respeto a lo humano, aunque el Estado tenga una deuda enorme con facilitar nuestro bienestar y evolución, aunque existan otros colectivos ignorados, aunque nuestros jóvenes se están matando, aunque Chile presente uno de los niveles más altos de depresión de la OCDE, jornadas laborales interminables que dificultan la conciliación y la crianza y una serie de aspectos que para mi dan cuenta de la violencia normalizada que vivimos, y que los invitaba a mirar hace dos años atrás en el artículo Bienestar humano: ¿Puede considerarse el actuar de nuestros gobiernos como inconstitucional?, para posteriormente invitarlos a reflexionar sobre un posible giro que nos llevara a una sociedad más humana para todos.
Soy una defensora de la igualdad y del respeto a lo humano, y por lo mismo y sumando las razones comentadas arriba en los artículos anteriores, me parece cuestionable este reduccionismo, pero también peligroso, en el momento en que los derechos de un colectivo pasan a ser prioritarios y los demás tienen que esperar. Me parece cuestionable, en el momento que la lucha por la igualdad de derechos parece transformarse en otra cosa, confrontarnos desde el sexo, en vez de abrir el diálogo y una pregunta sobre lo humano y la forma en que nos estamos vinculando, al considerar que el patriarcado y matriarcado se gesta justamente en nuestros vínculos.
Llevando las creencias a extremo: «Si no eres feminista, eres machista» o «No ser feminista es considerarte inhumano»
Creo que son pocos los que se animarían a estar en desacuerdo con el hecho de que las mujeres en mi país sufrimos una marcada desigualdad y estamos expuestas a maltrato y violencia. Tanto en en el espacio social, como laboral , vivimos discriminación y situaciones arbitrarias, y reconociendo que no somos el único colectivo expuesto a estas violencias, me pregunto si nuestra apuesta debe ser sólo levantar la bandera que nos afecta cuando la violencia funciona como una cadena. Creo que en el qué es donde posiblemente la mayoría estaremos de acuerdo, salvando las dudas que les expongo de no estar representando todo lo humano; sin embargo, resulta importante detenernos en qué más allá del qué hay un cómo que es el que puede reforzar el mensaje de búsqueda de igualdad o anularlo y distorsionarlo.
No al azar en comunicación decimos que el cómo siempre es más fuerte que el qué. Y hoy, podría decir que hay un cómo, pero es un cómo que nos está alejando, porque hoy si soy mujer y estoy a favor de la igualdad y la no violencia (el qué), pareciera ser que me veo llamada (y casi podríamos decir obligada) a suscribir Todo lo que haga y exista dentro del movimiento feminista, incluyendo las manifestaciones violentas hacia los hombres - ya no al patriarcado- y hacia aquellas mujeres que están cuestionando la forma de operar del movimiento desde un enaltecimiento de la violencia o la utilización del cuerpo como principal bandera de lucha. Hoy los que se atreven y nos atrevemos a poner en cuestionamiento algo de la forma (el cómo), supuestamente caemos en la categoría de machistas y nos tendríamos que considerar inhumanos según lo que escucho. Digamos que los tres lugares que se plantean en el espacio social son esos y dos de ellos parecen no ser muy buenos, lo cual no deja de ser curioso en el momento en que hablamos de deconstrucción y cambio.
Curioso porque llevar una creencia a extremo planteando este tipo de alternativas cerradas es forzar el cambio de creencias hacia el camino que se quiera llevar a la gente. Disonancia cognitiva le llaman y te hablaré de eso en unas líneas más abajo. El tema es que si fuera un lugar positivo, te creo, pero tengo mis serias dudas en el momento en que veo un mandato en este mensaje que implica una apelación directa a la autoimagen personal. Si no apoyas al movimiento, no hay opción: eres machista o no humanista, digamos que independientemente de estar de acuerdo con el qué hoy se nos fuerza a legitimar, aceptar o callar ante el cómo, poniendo en marcha con estas afirmaciones dos principios de influencia básicos (principio de coherencia y principio de aprobación social) que por tanto pueden limitar la libertad de elección si no conocemos cómo este tipo de afirmaciones bajo estos contextos pueden incidir en nuestros comportamientos.
¿Importante? Sí: no podemos olvidar que estas frases excluyen y marcan los únicos lugares posibles, restringiendo por lo mismo la posibilidad de pensarnos fuera de los marcos establecidos.
El juego peligroso que veo en estos mensajes no es sólo la mezcla de niveles y la posibilidad de invalidación de un movimiento desde su cómo, aún cuando para casi nadie pueda estar en duda la necesidad de igualdad y de parar la violencia. Aun cuando el qué mayoritariamente sea compartido, te invito a preguntarte: ¿eso justifica cualquier cómo y todos los cómos existentes que puedan aparecer? Como, por ejemplo, los letreros supuestamente menos violentos por ser metáforas, de No quiero tu piropo, quiero que te mueras u otros que circulan, aun cuando estamos diciendo no mas violencia. Si la única opción «correcta» según estas frases es apoyar al movimiento feminista tal cual hoy se nos presenta - si no lo apoyamos somos machista o inhumanos- , la disonancia cognitiva como herramienta funcionaría para acallar voces disidentes y arrastrar a los que dudan hacia ese lugar. En este sentido, una persona, sea hombre o mujer que no se identifica con el movimiento feminista, pero sí con la búsqueda de la igualdad , ante la etiqueta de machista o inhumano reiterada por líderes políticos, medios y activistas, podría llegar a vivenciar lo que llamamos disonancia cognitiva lo que implicaría la necesidad de adaptar sus creencias.
La disonancia cognitiva se genera cuando las personas nos sentimos incómodas al mantener simultáneamente creencias contradictorias o cuando nuestras creencias no están en armonía con lo que hacemos. Debido a esto que sentimos y con el fin de aminorar esta incomodidad buscamos alguna forma que nos permita solucionar la discrepancia que ha surgido. En este sentido, si una persona no quiere ser considerado machista ni quiere ser considerado un no humanista por no apoyar el movimiento feminista, una de las posibilidades para reducir esa disonancia interna que se le genera es que «cambie de opinión» – o la silencie y la niegue.
La disonancia cognitiva que afirmaciones de este tipo pueden generar si nuestra postura es como la descrita anteriormente, se ven apoyadas en la necesidad que tenemos las personas de ser coherentes (si yo asumí un compromiso político o me he definido toda la vida como una persona pro humana, y tengo una imagen de mi mismo determinada intentaré ser coherente actuando de forma consecuente con la postura con la que me comprometí, y mi abono será también la necesidad de aprobación social (para lograr la aceptación de la sociedad o de determinados subgrupos, actuamos de la misma manera), en este sentido, afirmaciones como estas desde un qué común (la evidente desigualdad, violencia) nos forzarían a aceptar el cómo.
La aplicación de este tipo de técnicas en política y movimientos civiles no es algo nuevo, pero el problema es que la imposición ideológica nunca fue buena en ninguna sociedad y menos de cara a una sociedad convulsionada que tiene la necesidad de generar espacios para pensarnos como sujetos y seres humanos, sin caer en omitir la necesidad de construir realidad desde el diálogo, considerando que es en las relaciones donde nos constituimos como sujetos.
¿Radicalizar los discursos y el movimiento? Darth Vader, el lado oscuro y el favor que les hacemos si somos violentas
Creo que para nadie está en duda la necesidad de una sociedad igualitaria e inclusiva, ni la necesidad de parar la violencia que vivimos , sin embargo, cuando el todo vale comienza a acampar dentro de un movimiento y ese todo vale implica un discurso generalizador y violento que etiqueta como acoso cualquier intento de acercamiento, o que genera un ambiente constante de temor a lo masculino generalizando y construyendo la imagen de un hombre sin capacidad de diálogo y pervertido en potencia (como el artículo de NYT) algo rechina, no sólo por las generalizaciones si no porque cuando nos movemos en esos discursos no estamos hablando de igualdad, estamos atentando directamente contra los vínculos y con ello haciendo un flaco favor a Darth Vader y amigos y a su necesidad de fracturar las relaciones humanas, incentivándonos a construir la imagen de un otro como un monstruo del que debemos desconfiar y ante el que hoy se nos hace creer que tenemos el derecho de violentar porque antes nos violentaron a nosotras? Así logramos que este sistema se renueve y siga funcionando desde la violencia, la anulación y el sometimiento, y nos olvidamos de Gruen diciéndonos que el futuro de la humanidad depende de lo que hagamos con nuestras historias de violencia o Hawking afirmando que el gran riesgo que corre la humanidad son nuestros propios impulsos violentos.
Podemos escribir otro camino, y no realizar un cambio de moneda que nos impulsa a estar más lejos, cerrando el espacio al diálogo y negando con ello que es en las relaciones donde nos constituimos como sujetos, no hacer esto es tirar piedras sobre nuestros tejado y las generaciones que vienen, no al azar Domingo Asún afirmaba que la resiliencia y «el sentido de humanidad depende de conexión con los demás» y Maturana nos hablaba de que ese lenguaje que puede acercarnos es el amor, ya no sólo entendido desde la pareja, al entender que incluso nuestro desarrollo neuronal depende de la conexión que establecemos con otros. Es decir , bajo la óptica que yo miro lo que vivimos, entiendo y concuerdo con las palabras de la socióloga, Mía Dragnic, quien refuerza la idea de la necesidad de generar espacios de dialogo para pensarnos al afirmar que
«hay una crisis civilizatoria y si no reflexionamos con nuestros compañeros sobre la necesidad simultánea de pensarnos (...) seamos homo/hetero/bi/post o andróginas, estamos igualmente jodidas (...) La experiencia nos dice que hay movimientos que tienen que ir de la mano (...) ».
¿Dar vuelta la historia? Tercera opción, crear un camino nuevo
Soy de la idea de que las crisis sociales son una oportunidad cuando se abren espacios para pensar la realidad juntos, cuando se analiza el pacto social al que nunca dijimos que sí, ese que se alimenta de nuestra historia de referentes paternos y maternos y que nos sitúa en un extremo a los hombres y a otro las mujeres, ese que hoy vuelve a renovarse en la calle, haciéndonos omitir que estas características, nuestro sexo, es una más de nuestras tantas diversidades visibles, una más, pero no es la que determina y asegura la capacidad de SER humanos con nosotros mismos y otros.
Si no eres feminista, eres machista, o si no eres feminista, eres inhumano, son frases que cada día se comienzan a escuchar más... y es ahí donde pongo mi límite, por todo lo dicho antes y porque la cadena de violencia que vivimos no se cortará mientras no trabajemos nuestras propias violencias , mientras no fomentemos sociedades que tengan como eje central lo humano y no se cortarán n la medida que el artículo 1 de nuestra Constitución sea el bien de unos pocos, ayer hombres, mañana mujeres…
¿Y el ser humano? ¿Qué pasa con el resto de colectivos? Porque mientras ocurrían las marchas, la desigualdad sigue acampando a sus anchas, los jóvenes se siguen suicidando, los niños más vulnerables de nuestro país siguen en Sename, los seres humanos siguen trabajando en Chile bajo jornadas inhumanas y con sueldos ridículos, los abuelos siguen llegando a penas a fin de mes, las personas con discapacidad siguen teniendo límites para insertarse a nuestra sociedad, el colectivo gay sigue sin ver reconocidos sus derechos, los pueblos originarios siguen sin ser respetados, y la lista es larga... todos están expuestos a lo que podemos llamar violencia. Asegurar nuestro máximo desarrollo y potenciar nuestro bienestar así como la realización plena de cada ser humano, no puede ser algo excluyente, y por ello digo que si tu grito por tus derechos y mis derechos, me obliga a olvidarme de todos los otros seres humanos y me invita a poner en los hombres y el patriarcado todo el mal de nuestros tiempos , lo siento no soy eso que hoy llamas feminista, aunque comparta el qué.
Cerrar los espacios al diálogo mediante este tipo de afirmaciones que señalan un lugar único, es violentar singularidades y la capacidad de creación y entendimiento que otros puedan aportar, es ejercer una fuerza represora sobre quienes no están de acuerdo con el cómo, con quienes sienten descontento, pérdida de credibilidad y confianza ante determinados gestos que estamos viendo. Resta también a aquellos que desde la observación intentan comprender, ya que el titular está enunciado:
Feminista o Machista,
titular que tiene un significado y una carga y que influye por tanto en la forma en que escucharemos los mensajes.
Frases como si no eres feminista, eres machista, o si no eres feminista, no eres humanista, nos confrontan, negando el espacio a nombrar un sinnúmero de violencias a las que hoy está siendo sometido lo humano, y comienzan a rechinar en el momento en que el camino para levantar la igualdad pasa por una imposición de paradigma que nos obliga a aceptar eso que hoy están llamando feminismo como único camino, donde aún cuando estemos de acuerdo en el qué - obvio: ¡soy mujer!-, me pregunto por qué asumir ese cómo que está logrando invalidar la unidad y el cambio que como mujeres podríamos liderar...un cambio que hable de sanar nuestras sociedades, no de seguir diviéndolas desde un discurso que reduce al ser humano al sexo y entiende la fortaleza como un grito y el sometimiento de lo masculino como la redención en medio de un matriarcado que nace idealizado. Aun cuando la lucha supuestamente apunta al hombre violento que discrimina y abusa, la misma se comienza a traducir en la calle en una suerte de generalización con lo masculino y la imposibilidad de diálogo que está planteando parte del movimiento.
Si observan la estrategia de comunicación e influencia es redonda en negativo, porque nos resta. Resta la posibilidad de abrir espacios que nos permitan preguntarnos sobre lo humano, sobre lo que significa hoy ser humano, más allá de nuestro sexo, cierran el espacio para pelear por la igualdad de todos los colectivos justamente porque por encima de todo están los derechos como seres humanos y una Constitución cuyo artículo 1 afirma que es deber del Estado asegurar esa igualdad.
¿Quién me asegura que una mujer será una líder más íntegra que un hombre? Se lo pregunto a Darth, porque según lo que he estudiado las diferencias radican en los modelos de vinculación, y si esto es así, en este campo aún no veo ninguna intervención y por lo mismo me pregunto: ¿qué modelos de vinculación para esta y las próximas generaciones nos estaría presentando el movimiento feminista si sigue legitimando discursos de odio?
Darth no me responde, automáticamente me censura y elimina mi pregunta, lo único que se limita a contestar es que el matriarcado será mejor, y claro, entiendo su lógica, finalmente es conveniente, las mujeres, querámoslo o no, remitimos al terreno de los afectos y a los primeros referentes maternos, el poder que se puede alcanzar ahí es enorme, y más enorme es para algunos en el momento en que se requiere renovar la institucionalidad y el poder... y es ahí donde veo la funcionalidad de legitimar la rabia y el odio, cuando recuerdo las palabras de mi colega y amiga psicoanalista, Karin Cruz:
«Diagnosticar el declive de las figuras de autoridad como explicación a las anomalías modernas nos lleva casi automáticamente al deseo parental de su función patriarcal o a su contrario más próximo, el empoderamiento de la mujer entendido desde la lógica de poder y la exclusión de Otro: una de las razones fundamentales de por qué tenemos que volver a los fundamentos de la función parental».
Sí, hablemos de patriarcado, matriarcado, feminismo y machismo, pero vayamos al origen y abramos puentes hacia lo humano. Le digo a Darth que siempre me gustó más la película Avatar que la Guerra de las galaxias o los Juegos del Hambre, e intento explicarle que si no cambia y sigue metiendo sus manos al movimiento, él también estará jodido, porque el próximo capitulo nos habla de transhumanismo, cuando aún no logramos levantar del todo el potencial humano.
Me despido diciéndole que la invitación es al Diálogo, porque es el dialogo y las relaciones lo que nos puede recordar lo que significa ser humano.