«La competencia política más importante en una democracia es la capacidad del votante para resistir las trampas de la propaganda»
(José Antonio Marina en «El talento político»)
Los países que anuncian y afirman «respetamos los derechos humanos», se cobijan bajo un paraguas divino: La Democracia. Y como las reglas del juego del SSS -Segundo Sistema de Señales, el lenguaje oral y escrito-, imponen crear significados solo a partir de «limitar hechos, circunstancias y personas», o de su contraste antinómico, poca o ninguna alternativa queda a quien quisiera asumir «otra alternativa política, social, organizativa» –nacional e internacional-, pues corre el amenazante riesgo de ser estigmatizado con vasta panoplia de términos contrarios al que alude la prístina y sagrada blancura de La Libertad.
Los juegos de La Retórica fueron, desde tiempo inmemorial del nacimiento de la Política -como oficio especializado-, objeto de estudio escrupuloso de sapiens ilustres como Aristóteles, Sun Tzu, Visnu Gupta, Maquiavelo o el moderno Carl von Clausewitz, que se han multiplicados actualmente hasta formar maza de «expertos» que inunda Instituciones y Gobiernos. Fueron los «antiguos», quienes intuyeron que para gobernar a los pueblos y poner orden y concierto en las incalculables contradicciones que le asedian a los ellas y ellos que los componen, ningún instrumento es más eficaz que «El Lenguaje». ¡Incluso más que el control de la energía de su diversa sexualidad!. Sobre ello, dejaron constancia de cómo y para que practicarlas –Política y Sexo- en manuales, escritos e ilustrados -en sus respectivos SSS-, fuese en tablillas de barro o bambú, papiros, pergamino, incunables o con los beneficios de la imprenta –a día de hoy disponibles todos en Internet-. Con lo cual puede afirmarse:
«Los soportes cambian, pero ideas y conceptos se acumulan y permanecen».
La acumulación originaria del Capital de Conocimiento y Saberes, considerando solo la particular del tipo de homínido que somos los actuales Homo sapiens, y obviando variedades anteriores de la historia evolutiva de la cual procedemos, solo tiene 160.000 años de antigüedad -¡100,000 más que el momento en que «apareció el SSS»!-. Con lo cual puede afirmarse que Palabra y Escritura no fueron las que facilitaron la sobrevivencia de quienes hoy componemos el género humano. Lo fue, primero, la capacidad de acumular experiencia práctica en el enfrentamiento -según fuese el momento y comportamiento del medio ambiente-, entre Nosotros y La Naturaleza. No obstante, es fácil reconocer, identificar, destacar, que el descubrimiento de una forma de organizar y colaborar más fácilmente, dio impulso decisivo a aquella «acumulación originaria de capital cognitivo» del que podía disponer la manada e inauguró una fase superior de la labor para mantenerlos con vida. Y como es lógico y normal, tales cambios para mejorar tuvieron sus consecuencias para empeorar, aumentándose los obstáculos a vencer para obtener el bienestar que buscaban y buscamos tener todos: La Concentración del Capital de Conocimiento y Saberes en unos –para su beneficio individual-, y la división de las funciones productivas en la gens transformada en clan y en camino para tornarse tribu, con el fin de controlar más y más territorio de lo que seria, tras numerosas y sucesivas muertes de generaciones, mi país –algunos de ellos, aspirantes a Imperio Colonial y otros invitados violentamente a ser colonia.
Sintetizar 1.600 siglos en párrafo de 246 palabras –las que tiene el anterior-, es posibilidad que se debe agradecer también no solo al SSS sino a sus, quizá, descendientes más conspicuo: Los Sistemas Numéricos y la Lógica Sintética con sus variadas extirpes fundadas por la primera, números naturales, fraccionarios, imaginarios, etc., etc. etc., cuyo anuncio ancestral llevamos en los dedos de cada mano -¡y también en los pies!.
Hasta aquí, supongo, considero, estimo, me parece, me gustaría, que el lector entendiera descritas y despejadas las dos premisas que sostienen lo que pienso sobre Qué significa estar informado en estos tiempos de globalización:
una, la diferencia entre Cognición e “Información”;
dos, la distinción entre Cantidad y Calidad del conocimiento.
Si quien leyó hasta este momento La Noticia de la que estoy informando no comprende lo que explico en este párrafo, no se preocupe. Ello no quiere decir que carezcas de inteligencia o que tu capacidad de entender sea limitada, No. Solo que tu «experiencia previa» es diferente a la mía o que lo afirmado por mí tiene una forma de ser expresado distinta en ti. Y sí hubiera alguna parte en la que coincidimos, el uso que yo hago de las palabras y cómo las combino me aleja del cómo lo haces tú. Lo que es importante para ambos, es que nos demos cuenta de que tales hechos son, únicamente «circunstancias». Y que lo esencial es que ambos poseemos potencial similar, más o menos, de «entendimiento humano».
Pero la enorme e inabarcable cantidad de datos e informaciones que existe actualmente y en qué se emplean, así como la jerarquía con que el Mercado de Los Saberes ha organizado el valor dinerario de ellos, no coincide con el que tú o yo damos a los que poseemos!, y hace imposible que empleemos nuestra atención e inteligencia en estar informados de Todo. No me estoy refiriendo aquí al conocido problema de «la especialización de las profesiones», ni al vaivén de cómo aparecen y desaparecen –sobre todo a partir de la Revolución Industrial en el siglo XIX-, ni tampoco a la rapidez con que lo hacen en la actual Científico Técnica. Lo que deseo destacar es cómo esos fenómenos ocurren siempre dentro de un esquema gnoseológico ancestral: el de los fuertes y su relación con los débiles –lo que alguien denominó lucha de clases, cuando, de forma más pertinente, quizá, debió llamársele: explotación entre sapiens, o mejor, falta de armonía entre ricos y pobres (se pueden construir otras muchas definiciones, pero «el sentido y la consistencia como realidad siempre será el mismo» –más allá si uno de los dos grupo crece o disminuye con un sistema económico u otro porque la consecución de «la igualdad de todos los seres humanos» es un patrón neurológico presente en el genoma de los miembros de nuestra especie. Es «conflicto imborrable de la cabeza del sapiens».
También lo es otra regularidad, que se manifiesta en intensidad diferente según cuánto hayamos conseguido «estar informado de lo que sucede en El Todo» - Algoritmo de Dios que todas las formas de poder alaban y respetan.
¿Recuerdas esa idea que has escuchado muchas veces: la Información es Poder, ¡y hasta tiene lugar en el podio: El Cuarto Poder!. Pero estas verdades esenciales, mágicas, omnipresentes en casi todos nuestros actos y comportamientos cotidianos, objetivos y subjetivos, lo único que ponen en evidencia es que no estamos informados, aunque no podemos evitar «creerlo». Aun no siendo verdad, asumirlo es manera de apropiarnos de un poco de tranquilidad para continuar luchando por sobrevivir. Y esto, pienso, le ocurre a todas y todos los sapiens –desde el que se aprecia a sí mismo como el hombre más poderoso del mundo, por ser presidente de país que también se considera de tal manera, hasta el menos informado emigrante que busca lugar menos problemático para vivir que el que le asignó Azar para hacerlo. Y no estoy hablando de política, ni de religión, ni de derechos humanos. Estoy escribiendo de cómo veo lo que sucede en el planeta donde resido hoy, y desde el lugar en que estoy mirándolo: Mi Yo.
Ese Yo es el único sitio desde el cual puedo afirmar, sin riesgo de equivocarme, que estoy informado en estos tiempos de globalización. Saberlo no es estar actualizado de todas las noticias que ocurre a los 7.500 millones de terrícolas en La Tierra. Saberlo es conocer, mínimamente, de dónde vengo, dónde estoy y que debo hacer para que el mañana sea un tiempo mejor. ¡Ah, y si necesito algún otro dato o «saber», saber cómo encontrarlo en La Red!