A comienzos de los años 1890, Auguste Rodin empieza a coleccionar obras de la Antigüedad procedentes de Egipto, Grecia o Roma, y posteriormente de Oriente Extremo.
Fragmentos e Venus, vasijas griegas o figurinas egipcias, invaden sus espacios de trabajo y de vida.
Al crecer su celebridad, numerosos encargos le permiten adquirir más de seis mil obras, entre 1893 y 1917.