Si tomamos como referencia España resulta bastante evidente que los políticos van un paso por detrás respecto a la sociedad en cuanto al uso de las nuevas plataformas de comunicación. Muchos de ellos se han tenido que adaptar “a la fuerza” al uso de las redes sociales y en la mayoría de los casos son principalmente sus equipos los que nutren con contenidos sus acartonados perfiles.
En Estados Unidos el panorama es muy distinto. No hay más que ver al flamante presidente, Donald Trump, que ha escogido Twitter como plataforma para contestar a todo y a todos, sin dejar títere con cabeza, por supuesto.
¿Es una elección casual? ¿Por qué no utilizar Facebook o Instagram en vez de Twitter? Desde luego, además de una cuestión de gusto personal, hay factores que sustentan que sea la red social perfecta para una personalidad como la de Donald Trump.
Para empezar, Twitter es la red social más sintética y directa. No vale enrollarse, hay que ir al grano, al titular. Y eso el presidente de Estados Unidos lo domina a la perfección. Sus mensajes son hachazos que golpean con fiereza a sus enemigos, ya sean los propios medios de comunicación, sus rivales políticos (tanto demócratas como de su propio partido) o celebrities anti-Trump (como por ejemplo Arnold Schwarzenegger, con el que libra una guerra personal y pública).
Además Twitter es una plataforma muy transparente, en la que el 99% de los perfiles son abiertos y ni siquiera es necesario tener una cuenta para poder entrar en el muro de un perfil concreto y ver todo lo que publica. Esto a una persona tan ególatra como Donald Trump le encanta, él quiere que sus tweets se viralicen, que lleguen desde Wisconsin a Corea del Norte en segundos (si Corea del Norte tuviese Internet libre, claro).
Todo esto también tiene sus peligros, como que sus meteduras de pata acaben teniendo repercusión mundial y generen titulares a miles de kilómetros de distancia. Por suerte o por desgracia, a Donald Trump esto le da absolutamente igual. Otra vez en contraste con nuestros políticos, que aterrorizados por cómo se puedan interpretar sus palabras en público acaban por soltar discursos diluidos y edulcorados, en los que es imposible descifrar el mensaje principal (en caso de que exista).
Volviendo a Trump y a su amor por Twitter, una consecuencia muy curiosa de este caso es que la red social del pajarito llevaba un tiempo con un estancamiento evidente en número de usuarios y pasos en falso para actualizarse y volver a ser competitiva. Llegándose incluso a dudar sobre su futuro. Sin embargo, el presidente de los Estados Unidos ha conseguido que vuelva a estar en boca de todos y se vuelva a percibir su utilidad y eficacia para llegar a las masas en segundos.