El teórico y director teatral brasileño Augusto Boal (1931-2009) tenía muy claro que el teatro es una adecuada vía de comprensión de cuanto sucede, al igual que debe de ser también un medio con el que transformar la sociedad. Su gran aportación al mundo fue el Teatro del Oprimido (TO), un conjunto de técnicas que surgió como respuesta a la realidad social y política de la América Latina de los años 60 y que, actualmente, se ha extendido a nivel global.
El pasado mes de mayo tuvo lugar en Madrid el Encuentro de Teatro del Oprimido, de Toma Teatro, con el ánimo de “poner a disposición de la ciudadanía esta herramienta de transformación social y contribuir a reforzar la presencia del Teatro de los Oprimidos en la ciudad de Madrid”. Talleres, representaciones y otras actividades sirvieron para hacer un poco más conocida una corriente teatral muy recomendada a todos aquellos profesionales que se dedican a la intervención y educación social.
Según el experto Carlos Ianni, director del CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral), Boal bebió de dos fuentes principales: la pedagogía del oprimido de Paulo Freire y el teatro pedagógico de Bertolt Brecht. La maduración de estas ideas llevó a Boal a crear un teatro con potencial político, social y pedagógico que dotara al individuo de herramientas para descubrir sus problemas y buscar soluciones.
El Teatro Foro es, sin lugar a dudas, la rama más conocida del TO, pero no es la única: Teatro imagen, Teatro periodístico, Teatro invisible o Teatro legislativo son algunas de las modalidades que el director brasileño llegó a desarrollar. El Teatro Foro consta de una serie de juegos y ejercicios que tienen como objetivo visualizar problemáticas sociales. Se representa un conflicto para poder observar quién está siendo el opresor y quién el oprimido. Es entonces cuando entra en juego el papel del espectador, quien debe “ensayar” una solución para ese conflicto.
Julian Boal, hijo del teórico y experto en TO, explicaba en una entrevista con la autora la trascendencia de Jana Sanskriti, un movimiento en el que miles de campesinos realizan TO para transformar su realidad. Jana Sanskriti, en un principio, surge como un teatro de propaganda que reunía a campesinos de lugares distintos con el objetivo de democratizar el teatro, partiendo de las teorías de Boal y Freire. Este movimiento buscaba luchar contra la opresión de su día a día, y para ello sustituían el monólogo de la esfera privada por el diálogo.
Uno de los proyectos de esta compañía es Shonar Meye, un montaje que se centra en una chica campesina que está atrapada en una sociedad patriarcal. Sanjoy Ganguli, que dirigió este proyecto en el Festival Nacional en Kozhikode (Kerala), dice que desde su primera representación, en 1991, ha sido siempre un proyecto exitoso que ha contribuido a cambiar la mentalidad en las aldeas.
Otro ejemplo destacable del uso práctico del TO se dio en el año 2005. El Centro de Teatro del Oprimido de Brasil estableció un acuerdo con el Ministerio de Salud para establecer el uso de las prácticas del esta disciplina en hospitales para enfermos mentales. Con este programa se consiguió que disminuyeran los periodos de depresión de los pacientes, aumentó la efectividad de los tratamientos, y se incrementaron las ganas de vivir de los enfermos.
El sociólogo Geo Brito explicaba que, a menudo, los pacientes expresan a través del teatro imagen –una de las vertientes del TO- pensamientos que no son capaces de formular oralmente. De la misma manera, el uso de estas técnicas ha potenciado el entendimiento entre los pacientes, profesionales y familiares. Claudia Simone, pedagoga del Centro de Teatro del Oprimido, ha observado que este teatro ha ayudado a muchos pacientes a aceptar su enfermedad y no sentirse inferiores. Mientras antes escondían sus problemas, ahora los exponen en escena frente a la gente.