La situación del pueblo en Siria, las entradas masivas de miles de asilados, el acogimiento de Europa ante el hastío, las inexistentes conversaciones de Estados Unidos y Siria, Obama y Bachar el Asad (presidente sirio). Las guerras son inevitables e inherentes al ser humano, el territorio, los bienes de un país, las luchas de poder.
Pero todo acaba con el aislamiento, la muerte y la miseria de civiles que llegan a un país en el que no siempre serán acogidos y que, en muchos casos, no se convertirá en la salvación por un futuro mejor, un trabajo o una familia, sino que pervivirá en ellos el aislamiento, la miseria y la muerte de personas sin raíces, sin arraigo, es el concepto de la emigración golondrina, en la que emigrante se traslada temporalmente a un país, en el que no llega a integrarse totalmente en la nueva comunidad por motivos personales y emocionales, de religión, de cultura, etc. y que buscan lo que han dejado atrás, el Estado Islámico.
¿Hasta cuándo y cuántos son los civiles que un país puede acoger?
La globalización, la mezcla de culturas, de razas, de religiones, son actualidad pero el concepto de trashumancia existió hace millones de años en personas que buscan en otro lugar lo que las condiciones de un país no puede ofrecerle.
Un ejemplo de un movimiento migratorio masivo fue el que se produjo desde finales del siglo XIX hacia América por la dramática situación social que atravesaban los españoles, hasta la migración de los años 1960 y 1970 en pleno régimen franquista.
Pero en Europa, estas estructuras evolucionaron a lo largo de los siglos. Se produjo la Revolución Francesa, hubo dos Guerras Mundiales, Hitler, las guerras de Mussolini y las guerras de Franco. La sociedad civil en Europa se desarrolló muy lentamente y así surgió una democracia probada y viable.
Sin embargo, las estructuras del mundo árabe que crecieron desde la parte inferior hacia arriba se han rebelado contra la autoridad estatal y su soberanía, surgiendo estructuras estatales autoritarias como el autodenominado Estado Islámico, que intenta crear una idea de lo que significa ser sirio, iraquí, jordano, etc.
El único problema es la radicalización de esas ideas, el sometimiento de los civiles de un país a continuas vejaciones, torturas físicas y continuas irresponsabilidades para que impere el miedo y luchen por una causa que, en algunas ocasiones, no es la suya o sí. Ahí quedan las migraciones de españoles a la Yihad.
El best-seller internacional En la piel de una yihadista (2015), de Anna Erelle, es un ejemplo de ello. En él, la Yihad hace mención a un levantamiento por la democracia y la libertad, por la independencia y los derechos humanos. Además, el libro cuenta como el Estado Islámico recluta cada semana a cientos de jóvenes como la protagonista, Mélodie, que acaba de convertirse al islam cuando conoce al jefe de una brigada islamista a través de Facebook. En pocos días, Bilel se enamora de ella. En realidad, Mélodie es Anna Erelle, reportera freelance, que adopta la personalidad de Mélodie para adentrarse en el mundo de los yihadistas y poder desvelar los métodos que utilizan para convencer a jóvenes y convertirlos en adeptos incondicionales a la causa islámica. Ahora es el Estado Islámico el que ha lanzado una fatwa contra ella pidiendo su muerte.
El 8 de agosto de 2014, Barack Obama autorizó los primeros ataques aéreos en Irak. A día de hoy, se estima que el número de combatientes reclutados y desplazados extranjeros que han engrosado las filas de Daesh desde 2010 asciende a 15.000 combatientes de noventa países distintos. Oficiosamente, la organización Estado Islámico podría contar con una cifra de entre 35.000 y 45.000 combatientes.
Se plantean numerosos retos estratégicos y de seguridad, porque el terreno político está cambiando. Estos levantamientos tienen sus raíces en las sociedades en sí mismas y demandan un nuevo tipo de política. Hay gobiernos emergentes que escucharán más a sus sociedades y sociedades emergentes que demandarán una política exterior independiente de Occidente.