Si bien el cuerpo posee una clara dimensión biológica y psicológica, es decir, material e inmaterial, también es cierto que el cuerpo es un ente eminente e inevitablemente social.
La corporeidad del ser biológico lo hace cuerpo social y este carácter social del cuerpo lo colectiviza. Es decir, el cuerpo aunque irrenunciablemente propio, en la medida en que su portador se incorpora a los distintos ámbitos de la vida social, es absorbido por los diversos agentes socializadores y participa de múltiples interacciones con otros, deja de pertenecer al sujeto y pasa a pertenecer a un colectivo. El cuerpo, con independencia de la voluntad del sujeto, se convierte en objeto de expectativas y este último se verá obligado a decidir entre responder o no a las exigencias corporeizadas del medio circundante.
Nos encontramos entonces frente a una relación dialéctica cuerpo-sociedad y cuerpo individual versus cuerpo social; pues si bien el sujeto crea significantes sobre su cuerpo y el de los demás, al mismo tiempo la sociedad moldea, modifica y orienta estos significados creados en torno al cuerpo. De este modo el ser biológico pero también social se encuentra frente a la necesidad de satisfacer sus expectativas corporales de acuerdo a sus intereses y necesidades, pero también de cumplir con las expectativas de corporeidad impuestas y esperadas socialmente.
De acuerdo a ello, el cuerpo se constituye como un medio para la realización social, un habilitador de procesos; esto podemos comprobarlo con el hecho de que de la adecuación o no a esas expectativas sociales dependen nuestras posibilidades de inserción, participación, aceptación y validación en el espacio intersubjetivo, es decir, compartido por todos.
Ahora el cuerpo "evidente", es decir, aquel en que se ha hecho visible, “se nota” su carácter no normado, que no responde a las expectativas e ideales, es condenado y estereotipado, por ejemplo los cuerpos transexuales y transgéneros. Es la evidencia lo que va a promover situaciones de rechazo, exclusión y estigma, e inclusive la ocurrencia de delitos tipificados contra estos cuerpos no normados.
Un ejemplo de ello sería la reciente confirmación por parte del ex atleta olímpico Bruce Jenner sobre los rumores de su proceso de transición de hombre a mujer, y poco después su presentación pública como su verdadero Yo, Caitlyn Jenner. Este hecho colocó sobre la palestra nuevamente el tema de la identidad de género. En una entrevista Jenner expresaría “Pueden verte como un hombre, pero mi corazón y mi alma, y todo lo que hago en mi vida, es parte de mí, ese lado femenino es parte de mí. Es quien soy yo. A todos los efectos soy una mujer”.
En los medios de comunicación y principalmente en las redes sociales las reacciones no se hicieron esperar. Se pudieron leer mensajes de apoyo por la valentía de asumir y reconocer su identidad de género; la crítica, la burla y la descalificación; pero también el desconocimiento y confusión con respecto a categorías como sexo, género, identidad de género y orientación sexual.
No obstante, para entender este hecho debemos clarificar algunos conceptos, los cuales si bien han sido difundidos mediante diversas campañas, instituciones y expertos, estos no han logrado incorporarse efectivamente en el acervo cultural de la mayoría de la población.
Al respecto, la convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación sobre la Mujer (CEDAW) estableció un consenso en torno a estos términos, definiendo al sexo como las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer, los cromosomas, glándulas, morfología, genitales y hormona sexuales. Así mismo, definió el género como las identidades, las funciones y los atributos constituidos socialmente de la mujer y del hombre; es decir, el género supone los significados sociales y culturales que se atribuyen a las diferencias biológicas.
Por su parte, la identidad de género ha sido definida como la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la experimenta, la cual podría corresponder, o no, con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras expresiones de género como el habla, la vestimenta o los modales; es decir, alude a la percepción subjetiva que una persona tiene sobre sí misma en cuanto a sentirse hombre o mujer.
En este contexto algunas personas pueden ser transgénero, es decir, experimentan una contradicción entre su identidad de género y su sexo biológico, por lo cual algunos deciden iniciar un proceso médico para adecuar su sexo biológico a su identidad de género, lo cual se conoce como transexualidad.
Esta identidad de género además va a ser independiente de la orientación sexual o preferencia sexo-afectiva, la cual puede ser: heterosexual, atracción física y emocional por personas de un sexo diferente; homosexual, atracción física y emocional por personas del mismo sexo; o bisexual, atracción física y emocional por personas de ambos sexos.
Pero más allá de estas categorías, Caitlyn Jenner vindica el poder y la autonomía del cuerpo -convertido en colectivo en la sociedad contemporánea-, vindica la diferencia, el derecho a la evidencia del cuerpo no normado, el derecho a ser quien quieras ser a pesar de las expectativas y exigencias de la mayoría, vindica el casi desaparecido carácter individual del cuerpo propio manifiesto en la contundente e indiscutible frase “Call me Caitlyn”.
Esperemos que esta transición contribuya además a visibilizar y reconocer la diversidad de género en nuestra sociedad, así como, a la atención y erradicación de las formas de discriminación a la población LGBTI.