Es muy probable que, para el imaginario de gran parte de la ciudadanía, hablar de casas okupas o centros okupados sea sinónimo de hablar de rastas, piojos, suciedad y estilos de vida caóticos. Es muy probable que, en parte de los casos, ese imaginario coincida con la realidad, aunque la totalidad de la okupación dista mucho de corresponder a esa percepción. Un ejemplo de ello es el Patio Maravillas, uno de los centros sociales autogestionados de Madrid, que fue desalojado dos días antes de que la alcaldía de la capital cambiase de titular.
Pasando de puntillas sobre la legitimidad ciudadana a la hora de okupar edificios vacíos para la realización de diferentes actividades, cabe pararse a pensar sobre el beneficio que los centros sociales okupados pueden aportar a los vecinos de las zonas colindantes, especialmente cuando el objetivo no es residir en el espacio okupado, sino ofrecer diferentes servicios a la comunidad. Es quizás ese concepto social lo que moleste tanto a las clases dirigentes que abogan por desahuciar estos centros, ya que su abanico funcional no deja de ser una alternativa al sistema establecido.
Volviendo al ejemplo del Patio Maravillas, este Espacio Polivalente Autogestionado, según la denominación de sus fundadores, ofrece gran variedad de actividades y servicios en su mayoría alternativos y gratuitos, donde el objetivo es la satisfacción del usuario y no la contraprestación económica, así como la potenciación de diferentes colectivos lúdicos y artísticos y la generación de un espacio de debate público. Es ahí donde radica el problema que deviene en las antipatías institucionales, y no en el hecho de okupar edificios abandonados: donde surgen las alternativas se hacen patentes las fisuras del sistema, donde nacen los servicios gratuitos se vislumbra la usura de quien los cobra, donde se impulsa la controversia aparecen las voces críticas… en definitiva, donde se otorga poder a la ciudadanía, se resta poder al poder, aunque lo fácil sea aducir suciedad y piojos.
El Patio Maravillas, al igual que otros Centros Sociales Okupados (CSO´s) de Madrid, como la Tabacalera, cuenta con un taller de reparación de bicicletas en el que no arreglan estrictamente las bicicletas, sino que se enseña a los usuarios a repararlas ellos mismos. Empoderar al ciudadano es el concepto: se piensa en la autonomía del usuario, no en el usufructo del sector empresarial. Y eso, a veces, molesta.
También molesta que se impartan clases de inglés o talleres de percusión gratis. O que se preste asesoría jurídica a personas sin recursos. O que se ceda el espacio a colectivos musicales, teatrales o artísticos que no tienen medios para ensayar o realizar sus actividades. O que haya cafeterías donde los productos se vendan pensando en el cliente, lo que reduce los precios incluso al 50%. O que se favorezcan las reuniones de grupos asamblearios y vecinales, o que se organicen encuentros internacionales con diferentes activistas. Lo que molesta es la alternativa de bajo coste, el impulso del pensamiento crítico, el concepto de gratuidad para democratizar el ocio y las prestaciones sociales, el empoderamiento ciudadano para favorecer su autonomía y desvincularlo de las instituciones y del sistema establecido. Eso es lo que molesta, aunque la cara visible de los centros sociales autogestionados sea la okupación.
Siguiendo el ejemplo del Patio Maravillas, de indudable servicio público, cabe destacar que su emplazamiento original (en la actualidad, debido a los desalojos, está sito en el tercero) era un colegio que llevaba abandonado más de un lustro. Los promotores intentaron, y han seguido intentando a lo largo de varios años (al igual que los promotores de muchos CSO´s), que el Ayuntamiento les ceda el espacio de forma legal, ya que las actividades que se desarrollan son sin ánimo de lucro y en favor del bienestar ciudadano. Cabe preguntarse por qué las instituciones niegan el progreso de este tipo de proyectos, cabe preguntarse por qué desde el propio sistema se aboca a la ciudadanía a la actividad ilegal para poder desarrollar actividades beneficiosas para la ciudadanía, cabe preguntarse por qué el concepto social de las casas okupas es lo que menos trasciende aun siendo el objetivo principal de las mismas.