En las pinturas del Siglo XVII, y en la naturaleza muerta en particular, los variopintos tulipanes aparecen frecuentemente: esta particularidad nos inspira para recordar aquel increíble fenómeno holandés que fue denominado tulipomanía y que modificó muchos aspectos de la vida económica y social en la tercera y cuarta década del siglo.
La planta había llegado secretamente a Europa desde Turquía en el año 1544, con la ayuda del diplomático Ogier Ghislain de Busbecq; inicialmente se ofrecían flores monocromáticas, pero las nuevas formas obtenidas en invernadero y las cualidades multicolores y estriadas con vetas policromáticas enloquecían a los coleccionistas: un gran promotor de su difusión, por pasión e interés, fue el botánico franco-holandés Charles de L’Escluse (Clusius), de quien hablaremos también como escritor.
En pocas décadas la creciente demanda de bulbos había hecho crecer desmedidamente el precio, de modo que en el año 1624 algunas variedades se volvieron inaccesibles. La denominada Semper Augustus, reproducida por el pintor Franciscus De Geest en el celebre florilegio Hortus Amoenissimus y publicada en el año 1668, superaba todas las demás, de modo que tres bulbos podían costar 30.000 florines ¡casi el precio de una casa a orillas de un canal en Ámsterdam!
Para efectuar los pagos se utilizaba frecuentemente mercancía en lugar del dinero. El tulipán llamado Viceroi podía ser cambiado por (dicunt!): 2500 florines , más 2 fanegas de trigo, 2 fanegas de centeno, 4 bueyes gordos, 8 cerdos gordos, 12 ovejas gordas, 2 barriles de vino, 4 barricas de cerveza, 1000 libras de queso, una cama, una copa de plata y vestuario. Algunos comerciantes vendían bulbos recién plantados o que todavía no lo habían sido. Básicamente, modernas inversiones "a futuro" con los tulipanes.
Este fenómeno fomentaba la especulación de modo tal que muchos vendían sus propias casas y tierras para comprar tulipanes; fue necesaria una intervención del gobierno para detener esta exageración, en particular en el año 1637. En abril de ese año el gobierno holandés declaró sin validez todos los acuerdos especulativos y estableció en 50 florines el precio máximo de un bulbo: los precios se derrumbaron llevando a la ruina a muchos inversores. Testimonio de este delirio general es una famosa pintura de Jan Brueghel the Younger, denominada Sátira de la manía del tulipán (1640), que representa un mundo poblado de hombres y primates luchando con tulipanes, con evidente objetivo irónico.
Además del florilegio citado anteriormente de Franciscus De Geest, que es una verdadera obra maestra manuscrita de doscientos páginas de flores acuareladas, numerosos autores habían incluido en sus textos botánicos los vivaces tulipanes: los aficionados a la imagen y a la fitografía antigua se divertirán admirando los herbarios de los naturalistas Basilius Besler (Hortus Eystettensis, 1613), Rembert Dodoens, que fue el primero en usar el termino “tulipa” (Florum et Coronarium Odoratumque Nonnullarum del 1568 y Cruydt-Boeck del 1571); de estos mismos años data una publicación de Mattia L’Obel (Kruidt-boeck). El anterior trabajo Catalogus plantarum de Conrad Gesner, estudioso de los primeros años del Siglo XVI, fue publicado sólo después de dos siglos, mientras que se cree que el primero en describirlos fue Valerius Cordus, en un anexo a un libro del año 1561: Annotationes in Pedacii Dioscoridis de Materia medica libros V.
El flamenco Ogier Ghiselin de Busbecq, el mencionado embajador del Imperador Ferdinando I en la corte del turco Solimán el Magnifico, que fue el primero en hacer llegar el tulipán a Viena, presenta la flor en uno de sus libros de gran éxito: Legationis turcicae epistolae quatuor (1581).
Un rol extremadamente importante tuvo Carolus Clusius en la Historia stirpium para Hispanias observatorum (1576), aún más en la Historia stirpium Pannoniae (1583) y Rariorum plantarum historia. Clusius fue uno de los primeros productores de Leida y había desarrollado una importante colección ya desde el año 1591, vendiendo los bulbos provenientes de Turquía a precios muy elevados.
Después será el momento de los numerosos botánicos artistas de los primeros años del Siglo XVII: entre estos no podemos olvidar a Crispijin van de Passe con Den blom-hof y l’Hortus floridus (las dos del 1614).
Todos estos autores contribuían con sus obras variopintas a estimular el mito del tulipán, que luego de pocos años enloquecería a toda Holanda y parte de Europa.
Texto de Duilio Contin
En colaboración con: www.abocamuseum.it